El zaragozano Ramón Torres ha puesto en órbita este martes el Sentinel-1D para ampliar la red científica global que recopila datos abiertos destinados a monitorizar catástrofes naturales, infraestructuras urbanas o aplicaciones agrícolas
Los datos del proyecto Copernicus son ubicuos. Se usan para calcular el avance de los desastres naturales, para medir el tráfico pesado en las grandes ciudades, para controlar la evolución de las aguas en la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), para analizar cambios de temperatura en la superficie de los océanos o para diseñar una defensa antiaérea en Ucrania. A sus tres satélites Sentinel se les sumará en la noche de este martes el nuevo modelo 1-D que como los anteriores lanzará el zaragozano Ramón Torres. Natural de Pedrola, es el único ingeniero espacial que ha puesto en órbita cuatro radares de este tipo.
Desde la Guayana francesa el equipo de proyecto Copernicus lleva semanas preparando el lanzamiento. El satélite ha salido al espacio (a las 22:02 horas del martes) en un cohete Ariane 6 desde la base de Kourou. Previamente los ingenieros han ajustado durante horas el montaje, medido temperaturas y garantizando el suministro constante a las baterías del 1-D. Una vez en órbita su misión tiene una duración prevista de unos doce años. Y con sus mediciones completará el trabajo realizado desde hace más de una década por los otros tres radares, que llevan todo este tiempo siendo «el proyecto de observación de la Tierra más importante del mundo».
Torres recuerda que todo el entramado científico ha permitido cambiar el paradigma mundial en la observación científica. Antes de que el primer satélite Sentinel devolviera sus primeros datos, la recopilación de series de información se ajustaba a los intereses concretos de cada proyecto. Por contra, el modelo propuesto por la Agencia Espacial Europea coordinado por el ingeniero de Pedrola permite «servir información de forma sistemática». Y hacerlo de forma libre y abierta dando paso a un servicio global y con compromiso de regularidad.
El científico de la misión Sentinel-1, Malcolm Davidson; el director del proyecto Copernicus, Ramón Torres y el coordinador del programa, Pier Bargellini, este martes en Kourou. / El Periódico de Aragón
Con los sucesivos lanzamientos (el Sentinel 1D acabará reemplazando al 1A, primer satélite del proyecto, lanzado en 2014, que ha estado en órbita durante 11 años, mucho más allá de su vida útil prevista; igual que el aparato Sentinel 1C, con el que trabajará emparejado, ha sido el sustituto del 1B que tuvo que ser relevado en 2023 por un problema con sus sistemas de órbita) se ha logrado una red de observación que cubre toda la superficie de la Tierra cada seis días. Y que guarda una memoria de sus cambios desde la puesta en servicio del primer aparato, algo que convierte su conocimiento acumulado en uno de los tesoros científicos del presente.
La misión dirigida por Torres proporciona imágenes de radar de la superficie terrestre, funcionando en todas las condiciones climáticas, de día y de noche. Y sin sufrir interrupciones por el estado de la atmósfera, de forma que ni las nubes, ni el humo interrumpen su observación. Este servicio es vital para los equipos de respuesta ante desastres naturales, las agencias ambientales, las autoridades marítimas, los climatólogos y otros miles de usuarios y organismos que dependen de actualizaciones frecuentes de datos críticos.
Nuevas prestaciones
Las nuevas prestaciones de modelo lanzado este martes permitirán, además, ampliar el rango de observaciones que se cumple cada seis días. El pedrolero destaca que la pareja de satélites prestará atención al movimiento de las masas de hielo en el Báltico, por poner un ejemplo, permitiendo el análisis de nuevas rutas marinas; también detectar prácticamente en tiempo real los cambios en la humedad de la superficie cultivable, mejorando el conocimiento agrícola; o hacer seguimiento de vertidos petroleros.

Abastecimiento de combustible del Sentinel-1D en Kourou días antes de su lanzamiento. / Agencia Espacial Europea
Torres reconoce que lleva días «durmiendo poco» mientras se han ultimado los preparativos de la misión. Cuando se confirme que el nuevo aparato ya está respondiendo a la monitorización llamará a Pedrola donde mantiene un profundo contacto. De hecho, recuerda que el primer lanzamiento fue seguido por una gran parte del pueblo desde el salón social. «Estoy en contacto con los jóvenes de la localidad que tienen interés en las carreras técnicas internacionales», destaca. Y reconoce que la relación con el espacio de todos los vecinos ha cambiado mucho desde que saben que uno de sus paisanos se encarga de lanzar la red de satélites que permiten observar la superficie «hasta el milímetro».
Las misiones Copernicus, según detalla, han cambiado el modo de entender la exploración de la superficie de la Tierra. Cada euro invertido en el proyecto genera nueve más gracias a los millones de usuarios «de primer nivel» que cargan los datos en bruto que genera y crean «conocimiento de alto valor añadido».










