El centro de la margen izquierda de Zaragoza se inauguró en los años 50 como un referente para tratar patologías respiratorias y pulmonares. Desde entonces han sido varias las promesas para un centro que se ha quedado desfasado
Cuanto más lejos, mejor. Cuanto más altitud, mejor. Cuanto más vegetación alrededor, mejor. ¿Por qué? Porque era 1945 cuando empezaron las excavaciones para levantar el sanatorio Royo Villanova de Zaragoza. Porque eran tiempos de posguerra y también de una enfermedad cruel en aquella época: la tuberculosis. No nació el centro de la margen izquierda para dar la atención sanitaria de hoy en día, sino que lo hizo con un único fin: tratar a la población que, fruto de las carencias nutritivas de entonces, de las penurias y de la escasez de recursos, sufría procesos respiratorios y pulmonares. De hecho, el Royo Villanova, popularmente conocido como El Cascajo por la cantidad de fragmentos de piedras extendidos por la zona, tardó nueve años en construirse porque, al mismo tiempo, en el país se estaban realizando trabajos similares para disponer de centros antituberculosos con los que afrontar la epidemia de los años 50.
En 1955 se dispuso de agua, electricidad y evacuación de residuos. Y su ubicación no fue casual. En esa década, el entorno del barrio rural de San Gregorio era el sitio perfecto para los pacientes por su lejanía de la gran ciudad y de cualquier otra vivienda. También la altura y la abundancia de pinos lo convirtieron en el lugar ideal. Muchos de los ingresados presentaban los tres síntomas más comunes de la tuberculosis: falta de apetito, pérdida de peso y cansancio. Y el Royo Villanova, para el que esta semana el Gobierno de Aragón ha anunciado otra vida con la construcción de un nuevo hospital, se convirtió en los años 50 en un lugar para respirar.
Con un equipo médico compuesto por un director (Francisco Tello Valdivieso), cuatro doctores becarios y la colaboración voluntaria y desinteresada de otros médicos, el 14 de diciembre de 1956 se produjo el primer ingreso de 14 pacientes procedentes del servicio de Tisiología del hospital Provincial. Lo hacían a un Royo Villanova que ofrecía en su instalación grandes terrazas (orientadas al sur para recibir al sol y donde incluso se pasaba consulta al aire libre por el puro beneficio del paciente), habitaciones amplias (en su momento podían acoger hasta seis pacientes) y galerías abiertas, un hecho que hoy en día se mantiene en una zona del centro y que es, sin duda, una de las grandes diferentes del Royo respecto a los centros de la red pública de la comunidad. La infraestructura está catalogado como edificio de fachada protegida.
El hospital de la margen izquierda de Zaragoza se convirtió en un referente y conforme la tuberculosis fue cediendo, el centro empezó a ampliar su cartera de servicios. Entre los 60 y los 70, aumentaron los pacientes bronconeumópatas, se incrementaron los tratamientos de las cardiopatías y en 1972 pasó a depender de la Administración de la Sanidad Nacional, con la denominación de hospital de Enfermedades del Tórax.
Años de promesas
La gestión pasó a manos del Gobierno de Aragón en 1985 -en 2002 se integró en la red del Salud- y se aprobaron varios presupuestos para su ampliación y dotación de recursos con el fin de convertirlo en un hospital público más de la ciudad de Zaragoza. Hubo obras y movimientos, algunos se extendieron hasta 1997, pero ahí empezó a morir el histórico Royo Villanova. Anclado en el pasado, con una estructura antigua de posguerra y una cartera de pacientes que no ha dejado de crecer (da asistencia a una población que ronda los 200.000 habitantes), el hospital se ha quedado pequeño. Muy pequeño.
Y eso solo está generando problemas en este siglo XXI: la saturación de sus Urgencias es una constante, la queja de los usuarios y profesionales se repite una y otra vez, hay problemas para aparcar, el transporte público es una dificultad y las novedades en tecnología sanitaria o en investigación tardan en aplicarse porque la estructura no lo da.
¿Quién fue Ricardo Royo Villanova?
El zaragozano Ricardo Royo Villanova fue un reputado médico y, entre otras cosas, rector de la Universidad de Zaragoza (1913-1928), donde estudió Medicina. Sus investigaciones sobre la tuberculosis le llevaron a dar conferencias por todo el mundo. Fue miembro de la Real Academia de Medicina y presidente de la Academia de Medicina Zaragoza.
En definitiva, el Royo Villanova en su conjunto (estructural y asistencialmente) no es un hospital de esta época básicamente porque la población y las necesidades sanitarias han cambiado. Lo sabe el actual Gobierno de Aragón y también todos los anteriores, que cada uno en su momento y en su medida anunciaron proyectos-bien ampliaciones, reordenación de espacios o reformas integrales- que nunca llegaron. Esas promesas han pasado factura a los vecinos de la margen izquierda de Zaragoza y a los profesionales del hospital, que ven ahora con mucho escepticismo la construcción de uno nuevo con una inversión estimada en unos 200 millones y que podría estar operativo en 2030.
No son para menos sus dudas. Han pasado 70 años desde que el centro abrió sus puertas y, desde entonces, el dibujo ha cambiado poco. Ha habido demasiada política entre medio y poco avance. Para creer hay que ver y solo el tiempo dirá si esta es la oportunidad definitiva para el hospital Royo Villanova. Los vecinos, los profesionales y la sanidad pública de Aragón lo merecen.