Los otros escenarios de la guerra de Ucrania: ¿qué busca Zelenski en la Unión Africana?

Dos escenas contrapuestas. Varios centenares de etíopes hacen cola frente a la embajada de Rusia en Adís Abeba, muchos con los papeles que demuestran experiencia militar en la mano; una estampa que se ha repetido durante al menos las últimas dos semanas. Han oído rumores de que Rusia está reclutando voluntarios, y se ofrecen para luchar en Ucrania en favor de Moscú. Según la embajada en el país africano, citada por Reuters, Rusia no estaba reclutando oficialmente —tampoco hay pruebas que se hayan enviado etíopes a luchar en Ucrania—, sino que los voluntarios haciendo cola estaban expresando su «solidaridad y apoyo a la Federación Rusa».

La segunda, la semana pasada: el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, mantiene una llamada telefónica con el presidente senegalés, Macky Sall, actualmente en la presidencia rotatoria de la Unión Africana —con sede, precisamente, en Etiopía—. Sall sería el primer presidente africano con el que ha hablado Zelenski desde el inicio de la invasión rusa el 24 de febrero, y que haya trascendido públicamente, el único hasta el pasado viernes, cuando también mantuvo una llamada con el de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa. En la llamada con Sall, además de hablar de la crisis alimentaria a la que pueden enfrentarse muchos de los países africanos por el conflicto, Zelenski hace una curiosa petición: solicita hablar ante la Asamblea de la Unión Africana.

Los discursos de Zelenski ante parlamentos de prácticamente todo el mundo son ya memorables. Adaptados a medida para cada audiencia, en su ofensiva mundial para recabar apoyos a base de retórica, Zelenski ha recuperado tragedias como la del Holocausto, el Muro de Berlín, el 11-S, Pearl Harbor, Fukushima, el bombardeo de Guernica… Con palabras aduladoras a veces, otras con ‘bofetones’ dialécticos, siempre específicos para cada Parlamento, pensando en tocar las fibras adecuadas para recabar apoyos en la lucha de Ucrania contra la invasión rusa. Pero ¿qué les va a pedir a los países africanos, si no es ni dinero —la economía ucraniana se enfrenta a la reducción del PIB del 45%, según el Banco Mundial— ni sanciones, ni armas?

Atendiendo a la experiencia, el mensaje de Zelenski en la Unión Africana (con 55 estados miembros, cuatro de ellos suspendidos desde 2021 por respectivos golpes de Estado) hará referencias al colonialismo y la compartida lucha por la independencia de un poder imperialista invasor. Pero esta vez Zelenski lo tendrá más complicado. En general, sus discursos telemáticos desde su búnker en el palacio presidencial de Kiev son en Parlamentos ya abiertos a recibirlo (que Zelenski no hable en tu cámara legislativa era ya casi un agravio), aunque sea entre miradas incómodas, como en Alemania. La Unión Africana, en cambio, no.

Desde el inicio de la invasión, la Asamblea General de la ONU ha votado dos resoluciones sobre el conflicto, condenando las acciones rusas. En la primera, un éxito diplomático para Ucrania y que, en general, dibujó a una Rusia ‘paria’ en la comunidad internacional. Más o menos: la mitad de los países miembros de la Unión Africana se abstuvieron (16) o aprovecharon el momento de la votación para salir a tomar un estratégico café (nueve). En la segunda, cuando la Asamblea votó para suspender a Rusia del Consejo de Derechos Humanos, la división fue aún más clara: de los 58 países que se abstuvieron, 24 eran africanos, incluyendo Nigeria, Sudáfrica y Egipto. Ocho países africanos, incluyendo Argelia, Etiopía y Zimbabue, votaron directamente en contra. La incapacidad de la Unión Africana para encontrar un enfoque común para responder a la invasión de Ucrania, el silencio generalizado incluso entre los que sí votaron a favor de las resoluciones —solo se han pronunciado Kenia y Ghana—, así como los crecientes lazos de Rusia con muchos de los países del continente, hacen a los países africanos quizás uno de los escenarios más complicados para que Zelenski intente plantar su mensaje. Dos semanas después de la petición del presidente ucraniano, la Unión Africana todavía no le ha dado una respuesta positiva, al menos que se conozca públicamente.

Daniel Iriarte Enrique Andrés Pretel A. Alamillos VA Diseño Rocío Márquez Fernando Anido

Ucrania tendría que luchar contra los lazos que Rusia ha estado alimentando en los últimos años en numerosos países africanos. Más allá de las reminiscencias ideológicas o históricas —como es el caso de Sudáfrica y la Unión Soviética—, la penetración rusa en el continente es muy amplia, no necesariamente económica, sino de dependencia de seguridad. Según un análisis del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), entre 2016 y 2020 en torno al 30% de las armas exportadas a los países de África Subsahariana provenían de Rusia, superando ampliamente las de China (20%), Francia (9,5%) y Estados Unidos (5,4%). El porcentaje ruso ha aumentado en el último lustro: por ejemplo, cuando en 2014 EEUU se negó a vender un cierto tipo de armamento a Nigeria por las violaciones de derechos humanos de sus fuerzas de seguridad en la lucha contra Boko Haram, Abuja buscó la ayuda de Rusia y Pakistán.

Más allá de las armas o la firma de acuerdos de cooperación militar (con Nigeria y Etiopía, los dos países más poblados del continente, este mismo 2021), Rusia envía también a sus mercenarios —como el Grupo Wagner, con demostrados lazos con el Kremlin—, una auténtica punta de lanza de sus aspiraciones diplomáticas. Mozambique, Sudán, República Centroafricana y Mali —país donde están llenando el hueco dejado por la retirada de las tropas francesas— dependen de los mercenarios rusos para su entramado de seguridad. Lo que a corto plazo podría ser una relación especialmente enfocada en el acceso a la extracción de recursos naturales de los países más dependientes de la seguridad rusa ahora se paga también en el escenario diplomático. Paralelamente, Rusia también ha multiplicado sus campañas de desinformación en los países africanos, especialmente en África Occidental, con Burkina Faso -donde a Moscú se le acusa de haber apoyado el último golpe de Estado- y Mali como los mayores exponentes. Ambos países han vivido protestas antiucranianas en el último mes, alimentadas por páginas de Facebook.

Conscientes de este escenario, y de que el aislamiento a Rusia no debería ser solo de los países occidentales, Estados Unidos también ha estado ejerciendo presión diplomática sobre los gobiernos africanos para que apoyen las sanciones contra Rusia, sin éxito. Por ejemplo, tras la tercera abstención de Sudáfrica en las resoluciones de la ONU condenando las acciones de Rusia, el propio presidente estadounidense Joe Biden llamó a Cyril Ramaphosa, enfatizando la necesidad de una respuesta internacional unificada.

Entre la espada y la pared, en un momento en el que posicionarse abiertamente junto a Moscú solo está al alcance de los países a los que no les importa perder amigos en la comunidad internacional (como Eritrea, una dictadura tan cerrada que se la conoce como ‘la Corea del Norte africana’ o la Junta Militar de Mali fruto del último golpe de Estado), pero en el que tampoco interesa cerrar completamente la puerta, algunas voces africanas están intentando resucitar el movimiento de los ‘no alineados’, acomodándose en la abstención y evitando así sentirse arrastrados a lo que también se está leyendo como una nueva Guerra Fría.

“Países como Marruecos, Namibia, Senegal y Sudáfrica, con una historia de no alineación o deseo de mantener la neutralidad, si bien especialmente los de este último están consternados por las acciones de Putin, tienen la intención de mantener sus vínculos con Rusia, ya que, desde su perspectiva, esos vínculos no interferirán con su compromiso con la paz y la seguridad”, sostiene una reciente publicación del Tony Blair Institute for Global Change.

La abstención es «una opción lógica», una forma de «demostrar su nulo interés en verse involucrados en conflictos de las grandes potencias», apunta Naureen Chowdhury Fink, directora ejecutiva del Centro Soufan, al medio ‘VOA’. «Las abstenciones repetidas indican que son confiables, algo particularmente importante para los estados que dependen de Rusia, o los actores rusos, para preservar su seguridad. [Y] para algunas audiencias, la abstención también indica [una] falta de voluntad para ser visto como un partidario incondicional o indiscutible de Occidente», añade Fink. En esta línea escribe también Oluwaseun Tella, de la Universidad de Johannesburgo, en una columna en el ‘Premium Times’ nigeriano: «La abstención de algunos estados africanos puede no ser necesariamente una postura a favor de Rusia, sino que refleja sus fuertes lazos con China».

El continente africano representa un buen fragmento de los países en la ONU, y cada vez hay más voces para que adquieran más poder de decisión. Diplomáticamente, hay países que están aprovechando los votos africanos para entrar en escenarios claves en la Organización de Naciones Unidas, como la propia China, pero también Rusia. África cuenta con tres asientos rotatorios en el Consejo de Seguridad (de 15) y, cortejando a estos miembros, Rusia ha logrado empujar la balanza de las votaciones hacia sus intereses, como en 2019 una resolución patrocinada por Reino Unido que pedía un alto el fuego en Libia —donde Moscú despliega a su mayor contingente de mercenarios, con la salvedad ahora de Ucrania— y condenaba las acciones del ‘hombre fuerte’ Jalifa Haftar, aliado de Rusia.

Para Zelenski, si no logra convencer a los países africanos para que lo apoyen, quizá la mejor estrategia sea que, al menos, no se alineen. Solo en las últimas dos semanas, después de la petición de Zelenski para comparecer ante la AU, Camerún ha sellado un acuerdo militar con Rusia (firmado en el propio Moscú), Mali ha recibido un nuevo paquete de material militar (incluyendo dos helicópteros militares Mil Mi-24 y desafiando a las sanciones de la Unión Europea) y Sudán ha profundizado sus lazos con Rusia.