Oficiales ucranianos piden más misiles a Occidente para acabar de ganar la guerra

«Esta guerra podría terminar a finales de año con el armamento adecuado, las sanciones y el proceso de erosión interno que se va a desatar en la propia Rusia». El análisis corresponde al coronel Alexander, un oficial ucraniano que opta por identificarse solo con su nombre de pila. Amante de España, país que ha visitado varias ocasiones, conduce al borde del toque de queda por las calles de Zaporiyia con música de Gipsy King en su radio. Las alusiones a Cervantes marcarán el encuentro celebrado un club militar de la ciudad, abierto para un selecto club de oficiales, al que ABC tiene acceso mediante la invitación de Alexander y su colega de filas, el coronel Dimitri, quienes acceden

a desgranar parte de la estrategia defensiva ucraniana con el objetivo de que Occidente entienda cómo ayudar de forma eficaz a combatir contra Rusia, dado que, según Alexander, «si no le paramos ahora, Putin terminará ‘desnazificando’ Alemania».

«Nuestro Ejército tiene ahora un nivel alto, ya no es Don Quijote y Rocinante», explica gráficamente el coronel, en referencia a las fuerzas heredadas de la URSS en 1991, tras la independencia de Ucrania. Hoy en día, las Fuerzas Armadas de Ucrania tienen 130.000 efectivos. Aunque son muchos menos que los 190.000 soldados enviados por Moscú para invadir el país, las primeras victorias en Chernígov, en la frontera con Rusia y Bielorrusia, y en los suburbios de Kiev hablan a voces de la estrategia, la motivación y la capacidad de combate de sus tropas en lo que a guerra urbana se refiere.

La ‘ciudad mártir’

Es también el caso de Mariúpol, la portuaria ciudad mártir del sur que Rusia intenta doblegar sin éxitoa sangre y fuego desde el primer día de guerra, con el objetivo de abrir un corredor entre el Donbass y Crimea. Situada a 200 kilómetros de Zaporiyia, ciudad que ya ha acogido a 55.000 desplazados, los coroneles siguen de cerca los avances militares en la localidad costera.

«El centro urbano de Mariúpol está rodeado del complejo industrial Azovstal [levantado por la URSS en 1930, es una de las empresas metalúrgicas más importante de toda Europa], que constituye en sí mismo un bastión, porque fue construido como un sistema de fortificaciones. Eso es lo que está parando a los rusos. Han estado semanas bombardeando el complejo desde tierra y aire hasta destruirlo casi completamente», explica el coronel Alexander. «Como planta siderúrgica está arruinada», añade Dimitru, «pero no la han conseguido tomar. Las primeras unidades rusas que atacaron Azovstal y Mariúpol eran fuerzas de élite, pero se produjo una rotación que recayó en unidades muy poco experimentadas que constituyen carne de cañón, y eso frenó su ofensiva», continúa el oficial.

Los coroneles desvelan que la mayor parte de Mariúpol está ocupada por los rusos, pero algunas zonas residenciales y la zona industrial siguen bajo control ucraniano. «El problema es que sin armas adecuadas para parar los aviones rusos, esos sectores son un objetivo fácil», concreta Dimitri. «Cada retraso en el envío de armamento antiaéreo de los países miembros de la OTAN nos debilita y causa muertes ucranianas», añade Alexander.

Un grupo de personas arroja cuerpos a una fosa común de Mariúpol
Un grupo de personas arroja cuerpos a una fosa común de Mariúpol – Gtres

«Rusia lanza cada día desde el aire cientos de misiles y bombas que nos debilitan. Si no recibimos sistemas antiaéreos, somos un objetivo fácil para una aviación que arrasa allá donde pasa. No hay dónde esconderse, por eso es tan urgente», urge el coronel. Dimitri recuerda un paralelismo sucedido durante la invasión del Donbass ucraniano a manos de grupos prorrusos en 2014: la batalla por el aeropuerto de Donetsk, cuando la defensa del aeródromo a manos ucranianas se extendió hasta su completa destrucción.

«Ahora pasa lo mismo: nuestros militares se retiran muy poco a poco dejando atrás áreas que podrían ser importantes a medida que se vuelven demasiado peligrosas. La idea principal es debilitar al enemigo, mantenerlo entretenido para impedir avances sustanciales. Pero mientras nos bombardeen por el aire, infringirán enormes pérdidas en nuestro bando, haciendo más rápido nuestro repliegue, y eso es algo que sólo se puede evitar cerrando el espacio aéreo o enviando más armamento antiaéreo», indica Alexander. «Hasta ahora están llegando sólo a Kiev, no a las provincias. Si Dnipro recibe sistemas antiaéreos, las tropas ucranianas allí estacionadas pueden ayudar a Mariúpol, y lo mismo ocurre con Zaporiyia. Mariúpol no está perdida».

«Rusia lanza cada día desde el aire cientos de misiles y bombas que nos debilitan. Si no recibimos sistemas antiaéreos, somos un objetivo fácil para una aviación que arrasa allá donde pasa», explica el coronel Alexander

Nada está perdido

Para los oficiales, la guerra no ha hecho más que empezar. «Putin quería celebrar su desfile militar del 9 de mayo en Kiev, pero ha descubierto que es imposible. Ahora quiere dar pasos políticos en territorios ocupados como Jersón o en zonas de la región de Zaporiyia, como Melitopol o Vassilika. Debe de estar deseando lanzar la actividad política en esas zonas ocupadas e incluso organizar supuestas elecciones que le legitimen mediante una nueva administración local», apostilla Alexander. «Habrá que ver si lo consigue. La población de las zonas ocupadas está en contra de los invasores e incluso celebra manifestaciones contra la presencia rusa en las que ondean banderas ucranianas, que a veces son reprimidas».

Los militares consideran a la ciudad mártir una zona de contención y recuerdan que los rusos amenazan con conquistar Zaporoyia si logran consumar la conquista de la ciudad portuaria, asaltada sin éxito durante 2014. «Entendemos que ahora que desaparece el frente de Kiev llegarán tropas de refuerzo, pero mientras no tengamos armas contra la aviación, no podremos recuperar fronteras», explica Alexander. «Europa debe tener algo en cuenta. Mientras siga titubeante y asustada a la hora de defender Ucrania, más en riesgo pone a Polonia o a los países bálticos».