Medvedev congela a Tsitsipas y jugará su segunda final de Grand Slam

Solo al final, cuando logró un magnífico revés para conseguir el break definitivo que le puso la victoria en su mano, se desató Daniil Medvedev, a su estilo: levantó los brazos, animó a la grada, y cogió ya la pelota para certificar su pase a la final del Abierto de Australia. Apenas dio tiempo a su rival a encajar el punto, que significaba el fin de su intento de remontada y su derrota tras dos horas y nueve minutos. Porque el ruso tiene en sus manos un tenis que, igual que su expresión, es ilegible, pero tan directo y convincente como que ya son 20 partidos seguidos triunfando, once de ellos contra top ten, y es su segunda final de Grand Slam, tras la que perdió con Rafael Nadal en el US Open 2019.

A pesar del apoyo de la grada, a pesar de esa tímida reacción con tres juegos consecutivos, con esa opción de llevar el parcial al cuarto set, al menos, Stefanos Tsitsipas se quedó congelado después de la batalla contra Rafael Nadal en cuartos. Desbordado al resto, no tuvo el aguante y apenas pudo responder durante los dos primeros sets a los reveses que atravesaban la red y su confianza como latigazos.

Ni estético ni académico, pero el tenis de Medvedev, qué duda cabe, es efectivo. Aparentemente sencillo incluso con esos drives en los que, de forma contraria a lo que indicaría cualquier profesor, se le mueve todo el cuerpo, sin coger delante y a la altura de la cadera, sino, simplemente, donde la encuentra. Pero siendo ese golpe el que menos réditos le da al ruso, está en la final del Abierto de Australia y encadena su victoria 20 para consolidar su puesta a punto para los retos mayúsculos.

Lo es Novak Djokovic, en su jardín australiano, a la caza de su noveno entorchado en Melbourne y su Grand Slam número 18. Pero está el ruso preparado. A punto su saque, (17 aces) que apenas parece costarle esfuerzo alguno con esos 198 centímetros de altura y esas palancas que tiene por brazos y que le permiten colocar la pelota en cualquier ángulo y a más de 200 kilómetros por hora. Sin pensar y sin dejar pensar al contrario. Su revés también anda finísimo, apenas dos errores contra Tsitsipas. Destrozó al griego con ese golpe a dos manos, también anárquico y poco estiloso, pero con el que lograba puntos fáciles desplazando a su rival a cualquier lado de la pista y destruyendo su confianza con passings cruzados que parecían teledirigidos.

No parecía el ruso entrar en la categoría de los jóvenes, copados por Zverev, Tsitsipas o Shapovalov. También porque es un poco mayor, son 25 años por los 22 del griego, y apenas había destacado hasta su eclosión en 2019. Logró tres títulos en el curso anterior (Tokio, Winston-Salem y Sídney) con los que pretendía avisar de su llegada, pero despertó al personal ganando Sofía, San Petersburgo y dos Masters 1.000, Cincinnati y Shanghái. En 2020, a pesar de la pandemia, otros dos trofeos para la vitrina: Masters 1.000 de París y Maestro en Londres.

Se esperaba más batalla entre el cuatro y el seis del mundo, pero solo la hubo al principio y en una pequeña desconexión, que también las tiene, del ruso en la tercera manga. Con 3-2 y saque, el griego le pidió un poco más de calma para sacar. Como consecuencia, un juego rarísimo, con su primera doble falta, un error con la derecha a la red y otro con su revés, cuando había estado impoluto con ese golpe.

Alivio para Tsitsipas y euforia en las gradas, volcadas con el heleno. Encadenó el seis del mundo tres juegos consecutivos y Melbourne Park animó que la fiesta continuara. Pero si en los puntos largos, el ruso siempre se llevaba el premio, en los cortos, cuando ya tenía prisa, volvió a centrar su cabeza y fue un ciclón. Apretó los dientes, un pequeño puño al aire para descatar que sea un holograma, y activó la mano, sumó dos restos ganadores y recuperó el break.

«Me he asustado un poco porque esto es una semifinal. Ese juego en el que me han hecho break, con doble falta, pero no he perdido la calma. No ha sido fácil, pero en momentos difíciles he sacado muy bien. No sé una respuesta para salir de ese susto, intento hacer ganadores y aces. Era una forma de seguir en el partido», analizó después. Y espera que la experiencia que ganó con su primera final, ante Nadal, a quien llevó hasta el quinto set, le ayude el domingo contra Djokovic. «Conseguí mucha experiencia jugando contra uno de los mejores. Ahora juego contra otro de los mejores. Espero que algunas cosas puedan funcionar para mí y no contra mí. No tengo presión porque no he perdido nunca y él ha ganado ocho veces aquí. Sé que puedo ganar a grandes nombres si juego bien. Él tiene más cosa que perder que yo». Y el ruso quiere seguir la racha: cuarto torneo, cuarta final, 20 victorias, 11 contra jugadores del top ten. Como el serbio, que busca su vigésimo primer triunfo consecutivo en Australia.