Educar en la Fe III: Los Sacramentos

Los sacramentos son signos exteriores y eficaces de la gracia, instituidas por Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, para santificar nuestras almas. Según esto, para todo sacramento son necesarias tres cosas: que haya un signo sensible o exterior, perceptible por los sentidos corporales; que sea de institución divina y no eclesiástica, como los sacramentales, las indulgencias y las penas canónicas y que santifique, o sea que comunique la gracia y no sea un simple símbolo de ella. Se dice que los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia porque todos significan por medio de cosas exteriores la gracia que Dios comunica al alma; de modo que no es ello mera ceremonia sino pura realidad.

Los sacramentos de la Iglesia, fueron instituidos por Jesucristo. La Iglesia no es más que la depositaria y administradora, y no los puede capacitar para producir la gracia e infundirla en el alma. Se distinguen en sacramentos de la iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía); sacramentos de la curación (Penitencia y Unción de enfermos); y sacramentos de la comunión y de la misión (Orden y Matrimonio). Todos corresponden a momentos importantes de la vida cristiana, y están ordenados a la Eucaristía “como a su fin especifico” (Santo Tomás de Aquino). La iniciación cristiana se realiza mediante los sacramentos que ponen los fundamentos de la vida cristiana: los fieles, renacidos en el Bautismo, se fortalecen con la Confirmación, y son alimentados en la Eucaristía.

Los elementos que constituyen los sacramentos son: materia, forma, ministro y sujeto. La materia es la señal o signo exterior, como el agua en el Bautismo, el Santo crisma en la Confirmación. Etc. La materia puede ser remota y próxima. La materia remota es la misma cosa en sí misma y la próxima es su aplicación en la acción sacramental. La forma son las palabras o signos equivalentes que el ministro pronuncia al aplicar la materia. La unión de materia y forma constituyen el sacramento. De ellas depende el valor de éste.

El ministro es la persona que ha recibido la potestad de administrar el sacramento y lo administra en nombre de Jesucristo. Su poder le viene directamente de Dios. Es ministro agente, pero secundario, pues hace las veces de Jesucristo. El sujeto es la persona viva y capacitada que los recibe. El que recibe un sacramento ha de estar capacitado para ello. No todos pueden recibir todos los sacramentos; las mujeres no pueden recibir el Sacramento del Orden y hay Sacramentos, que para recibirlos lícitamente, es necesario estar en gracia de Dios por ejemplo, la Comunión.

El Bautismo confiere la gracia santificante, es decir, nos hace partícipes de la vida divina; la penitencia nos devuelve la gracia si la hemos perdido con el pecado mortal; y los demás sacramentos aumentan la gracia santificante en quienes los reciben dignamente y les confieren la gracia específica de cada sacramento. Los Sacramentos se dividen en Sacramentos de muertos y Sacramentos de vivos. Los Sacramentos de muertos se llaman así porque dan o devuelven la vida al alma que estaba muerta por el pecado. Son dos: el Bautismo y la Penitencia. Ambos dan la primera gracia santificante. La Penitencia puede aumentar la gracia santificante cuando el que se confiesa no tiene pecados graves. Todos los demás se llaman Sacramentos de vivos, porque, para recibirlos, el alma tiene que estar en gracia de Dios. El que los recibiera en pecado mortal cometería un pecado de sacrilegio. Estos Sacramentos aumentan la gracia santificante.

El Bautismo, la Confirmación y el Orden Sagrado no pueden recibirse más que una vez en la vida, porque imprimen carácter, que es un “sello” que jamás se borra. Los demás pueden recibirse varias veces. De los siete Sacramentos el mas excelente el la Eucaristía, porque encierra a Jesús, el Hijo de Dios, autor de la gracia y de los Sacramentos.

Son necesarias unas disposiciones para recibirlos válidamente y otras para recibirlos lícitamente. Para que sea válido es preciso tener intención de recibirlo. Si falta este requisito el Sacramento es nulo: así sería nulo el bautismo de un adulto que fuera bautizado contra su voluntad. Otro requisito para recibir válidamente un Sacramento es la aptitud. Así sólo pueden recibir el Bautismo los que no están bautizados; mientras que los demás Sacramentos sólo pueden ser recibidos por los bautizados. Un Sacramento puede recibirse validamente, pero indignamente y sin fruto: así la Confirmación es válida, pero no lícita si se recibe en pecado mortal. Pero de estas y otras cosas iremos tratando cuando expongamos los Sacramentos de uno en uno.