Un Sanders al alza asusta en el inicio de las primarias

«Cada vez que dependemos del establishment del Partido Demócrata, nos decepcionan», «cada vez que optamos por el candidato “seguro”, perdemos», «¿dicen que Bernie Sanders no puede ganar? ¡Que dejen de engañar a la gente!» El cineasta Michael Moore, un gurú del progresismo estadounidenses, elabora a trazo grueso su respuesta a la principal cuestión que se dirime en las primarias demócratas: apostar otra vez por un candidato moderado -Joe Biden- o abrazarse a la «revolución» izquierdista. Lo hace en un mitin de la campaña de Sanders en Osceola, un pequeño pueblo de Iowa, donde mañana arrancan sus caucus, la primera cita de las primarias demócratas que elegirán al nominado para tratar de evitar la reelección de Donald Trump.

Moore, acostumbrado a los grandes escenarios -en 2017 tuvo su propia obra de teatro en Broadway- habla para apenas cuarenta personas. Lo hace sobre la moqueta desgastada y bajo el techo de pladur de una sala del casino-hotel Lakeside, donde hay mucha más gente llenando sus platos en el bufé y tirando a las tragaperras que pendientes de discursos. Pero esto es Iowa y cada voto cuenta.

El pequeño estado rural del Medio Oeste es el termómetro de las primarias y la temperatura ha subido: Sanders ha escalado en las encuestas, ha sobrepasado a Biden y podría obtener mañana una victoria que sacudiría al partido. Hasta un sol tímido que calienta la alfombra de nieve y hielo que cubre los alrededores de Des Moines, la capital del estado, pone de su parte.

En 2016 la entonces candidata del establishment, Hillary Clinton, ganó aquí por los pelos. Fue la primera advertencia de que Sanders, a quien no se le daban muchas posibilidades al principio del proceso, iba en serio.

El veterano senador por Vermont no solo sigue yendo en serio este año, sino que va mejor armado que sus rivales. Su campaña se ha gastado en los últimos tres meses 50 millones de dólares, una diferencia de más de 15 millones con el exvicepresidente Biden. Los esfuerzos de recaudación entre pequeños donantes permitieron a Sanders acabar el año con 18,2 millones en caja, frente a los 8,9 millones de su principal rival. Eso quiere decir que, incluso con una derrota en Iowa, Sanders podrá seguir con la pelea mucho tiempo, en una guerra en la que además tiene un ejército de más de 900 empleados -frente a los 490 de Biden- y miles de voluntarios.

La fortaleza de Sanders se notaba también en ataques desde la campaña de la candidata con propuestas más similares, la de la también senadora Elizabeth Warren. En un acto de campaña en el centro de Des Moines, la diputada Ayanna Pressley aseguraba el viernes por la noche que Warren conjuga «empatía y elegibilidad», en un dardo envenenado a Sanders, al que acusan de escasear de ambos. «¡Con ella lo podéis tener todo!», gritaba al público.

Ese día ni Warren ni Sanders hicieron campaña en Iowa, ya que debían estar en Washington para las votaciones sobre el impeachment a Trump en el Senado. Pero Warren llegó pasadas las diez de la noche a Peace Tree, el bar de enfrente, para animar a sus seguidores: «¡Hola, Des Moines! He oído que hay gente que quiere hacerse selfies», ofreció nada más llegar.

En la mente de los votantes de Iowa, y del resto de las primarias demócratas, combaten dos preguntas: ¿qué candidato me gusta más, sea por carisma o por su programa? y ¿qué candidato tiene más opciones de echar a Trump de la Casa Blanca?

Pretendientes como Sanders o Warren apuestan por políticas agresivas, como la instauración de una sanidad pública universal, la financiación de la educación superior o el aumento de la presión fiscal a empresas y grandes fortunas. Los moderados -Biden, pero también Pete Buttigieg o Amy Klobuchar- ofrecen soluciones intermedias para la sanidad o la educación. Su apuesta, sin embargo, es que estarán mejor dotados que los izquierdistas para derribar a Trump, ya que convencerán a los moderados de ambos partidos y a los independientes.

Biden lidera a nivel nacional

El paso de Trump por la Casa Blanca «acaba aquí y ahora con nosotros», decía Biden en un anuncio de última hora que se empezó emitir ayer en las televisiones las dos principales ciudades de Iowa, Des Moines y Cedar Rapids. El vicepresidente con Obama celebró ayer mítines en esta última, pero también en pequeñas localidades como North Liberty, donde volvió a postularse como la mejor opción para acabar con Trump.

«Yo no creo que haya división en el partido si gana Sanders», asegura William tras un mitin de la campaña del senador de Vermont. «He conocido a votantes de Trump en 2016 que están decepcionados y que ahora están convencidos de que Sanders es el candidato de la gente humilde», añade.

Para otros, como Mike, las propuestas políticas son lo primero y ordenan sus preferencias en función de ello: «Amy Klobuchar es mi preferida», dice sobre otra senadora, de un estado del Medio Oeste (Minnesota). «Después Joe Biden y Pete Buttigieg».

A nivel nacional, Biden manda todavía en los sondeos. Pero es una incógnita qué efectos tendrán los resultados de Iowa en el resto de la carrera. Una victoria de Sanders el lunes podría espolear a sus bases, pero también serviría para agitar todavía más la bandera del miedo al candidato socialista y que Biden aglutine más el voto centrista.