Donald Trump y Angela Merkel mantienen su mini Guerra Fría

La falta de química entre Angela Merkel y Donald Trump ha vuelto a quedar de manifiesto. Ambos han tratado de escenificar una reconciliación en la Casa Blancaque al menos borre de la memoria el catastrófico encuentro que mantuvieron hace un año, cuando Trump se negó incluso a dar la mano a la canciller alemana.

Y, al menos, encontraron un punto común, cuando Merkel –igual que había hecho el presidente francés, Emmanuel Macron, el martes- accedió a la exigencia de Trump de que la comunidad internacional obligue a Irán a realizar nuevas concesiones tras el acuerdo nuclear alcanzado en 2015, en virtud del cual ese país renuncia a tener armas atómicas hasta, al menos, 2040.

Al margen de eso, apenas hubo acuerdo. La tenue sonrisa con la que Merkel comenzó la rueda de prensa que siguió a la reunión bilateral fue esfumándose a medida que, dentro de una conversación absolutamente diplomática, ella y Trump fueron enzarzándose en una educadísima discusión que puso de manifiesto las diferencias entre ambos.

Incluso en Irán, el acuerdo entre Berlín y Washington es, aparentemente, mucho menor que el que tiene Trump con Macron. Merkel se limitó a decir que «somos de la opinión de que [el acuerdo nuclear] es un primer paso que ha contribuido a frenar las actividades [de ese país]», pero que no ha sido suficiente para impedir otras actividades de la República Islámica en Oriente Medio, donde está expandiendo su influencia en Líbano, Siria, Irak, y Yemen. Pero la siempre cauta Merkel se quedó muy lejos de mostrar el entusiasmo exhibido por su homólogo francés el martes, cuando declaró que hay que imponer nuevos límites al programa de misiles de Teherán.

Y, esencialmente, ahí se acabó el acuerdo entre Trump y Merkel. El presidente volvió a insistir en que la UE -a la que ve como un instrumento de dominación continental de Alemania- se aprovecha de EEUU. «Necesitamos una relación recíproca que no tenemos en comercio y en defensa», dijo el presidente. Los puntos de fricción son exactamente los mismos que hace un año: el comercio y la contribución europea -en general, aunque Trump eximió a Polonia de sus críticas- y alemana -en particular- a la OTAN. Merkel no negó que Alemania va a aumentar su contribución a la Alianza Atlántica. Pero también matizó que «ya la hemos subido mucho».

En materia comercial, la pelea fue casi directa. El jefe del Estado y del Gobierno estadounidense repitió en dos ocasiones que su país tiene un déficit comercial de 151.000 millones de dólares (125.000 millones de euros) con la Unión Europea, lo que es una forma indirecta de decir «con Alemania». En realidad, la cifra citada por Trump es mentira. El déficit de 151.000 millones es en comercio de mercancías. Si se añaden los servicios, EEUU tiene un superávit de 50.000 millones. Así pues, el desequilibrio comercial es un tercio menor de lo que Trump dijo.

De acuerdo, hay déficit. Pero muchos estadounidenses trabajan para empresas alemanas que a su vez exportan desde EEUU, replicó Merkel. «Cientos de miles de coches alemanes son exportados desde Estados Unidos al resto del mundo», dijo la canciller, que aprovechó para lanzar una puya más sutil a Trump al recordar que los empleados estadounidenses de empresas alemanas «tienen condiciones laborales muy buenas», algo importante en un país en el que apenas hay sindicatos y no existe una sanidad universal. En el fondo, el acuerdo entre Merkel y Trump en esta materia es imposible, porque los dos son mercantilistas, es decir, miden el éxito económico de sus países por sus exportaciones. Y es matemáticamente imposible que todos los países del mundo exporten más que importen. Así que las tensiones comerciales no se van a terminar.

Trump terminó con una profesión de nacionalismo. «Yo represento a Estados Unidos. Angela representa a Alemania, y está haciendo un trabajo fantástico. Pero os daremos alcance», dijo. El romance político entre Trump y Macron no se ha repetido con Merkel. La pequeña Guerra Fría entre Washington y Berlín continúa.