Bruselas amenaza con represalias si Trump abre una guerra comercial

Bruselas respondió este lunes con aspereza al gaseoso parloteo de Donald Trump sobre las relaciones comerciales entre Europa y Estados Unidos. La UE reaccionará de forma “rápida y adecuada”, según sus portavoces, si Washington abre algo parecido a una guerra comercial. Trump se ha especializado en amagar y no dar, pero Europa teme un giro proteccionista —especialmente en el sector siderúrgico— tras una entrevista televisiva en la que el presidente estadounidense vuelve a apuntar en esa dirección.

Para Trump, el mejor socio de EE UU es EE UU. Esta clausura ideológica, resumida en la doctrina del América Primero, ha marcado la política exterior del presidente. En el último año, ha roto el acuerdo de libre comercio del Pacífico, ha salido del pacto contra el cambio climático y ha puesto en la cuerda floja el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Canadá y México; Europa, por el contrario, ha buscado hacer socios donde Trump ha dinamitado puentes. Hace unos días, en Davos, Trump matizó que el América Primero no significa en solitario. Pero una entrevista ha vuelto a abrir la caja de los truenos: el presidente norteamericano considera que la relación comercial de su país con Europa es “injusta”; con la ya casi tradicional mezcla de posverdad y el estilo vocinglero que le caracteriza, asegura que EE UU “no puede introducir” sus exportaciones en Europa, mientras que los europeos “envían sus productos sin impuestos, con muy pocos impuestos”.

Cualquier parecido entre esa frase y la realidad es pura coincidencia. EE UU vende anualmente bienes y servicios a Europa por medio billón de euros. Los aranceles han ido cayendo en las últimas décadas, y sus empresas pagan los mismos impuestos que las europeas: en todo caso, Europa ha demostrado en media docena de casos que las multinacionales norteamericanas han levantado entramados fiscales para evitar pasar por Hacienda. El ‘Buy American’ es una realidad: no hay nada que se le parezca ni remotamente en Europa. Y sí un puñado de medidas proteccionistas lacerantes por el lado norteamericano: ocho países europeos llevan más de 10 años esperando permisos para exportar peras y manzanas; el transporte aéreo y marítimo está prácticamente vedado a las empresas europeas, y las importaciones de componentes en sectores estratégicos como el automóvil se gravan con aranceles disuasorios.

Las fuentes consultadas subrayan que la retórica de Trump ha ido mucho más lejos que sus medidas. Al menos hasta ahora. Hay un puñado de contenciosos sobre la mesa —las aceitunas españolas, por ejemplo—, pero la prueba definitiva que marcará las futuras relaciones entre las dos potencias está por llegar. Trump ha ordenado investigar si las importaciones de acero son una amenaza para la seguridad nacional; Bruselas cree que ese será el barómetro para ver si puede haber guerra comercial. “La causa de ese problema no es la UE, sino la sobrecapacidad de China; y si somos aliados, no podemos ser una amenaza para su seguridad”, subrayan las fuentes consultadas.

Alemania, en el foco

Quien fuera el gran enemigo de Trump en campaña, China, se escapa de momento de sus iras, más aún tras el pulso nuclear con Corea del Norte. El déficit de 300.000 millones con Pekín, el mayor de EE UU, ha desaparecido de sus invectivas, que se centran ahora en Europa, especialmente en Alemania, con quien mantiene un desequilibrio de 50.000 millones. Para Trump, la UE es “un vehículo de Berlín”: el apéndice de un país que ha puesto la política comunitaria a su servicio y forzado un euro débil para lograr el mayor superávit del planeta. En Bruselas, además, el presidente y sus asesores más extremistas, como el consejero Pete Navarro, hallan otro de sus grandes demonios: una espesa trama regulatoria que les impide cerrar acuerdos bilaterales.

El Brexit, el gasto en defensa, la búsqueda de un dólar débil y hasta los nombramientos en la Organización Mundial del Comercio han llevado la relación a ese lugar bronco que tanto gusta a Trump. Pero la prueba del algodón llegará cuando se conozcan los resultados de la investigación sobre el acero. Si EE UU pone a Europa en la diana, la UE “está preparada para reaccionar rápida y adecuadamente”, dijo públicamente un portavoz de Bruselas. “Con represalias duras y creativas, pero dentro de lo legal”, indican las fuentes consultadas.