Un padre denuncia el uso de pantallas en un colegio de Zaragoza: «¿Qué pasa con la caligrafía que van a perder mis hijos?»

Con motivo de llevar a cabo un programa educativo que cuenta con un Proyecto Digital, las familias se ven ‘obligadas’ a comprar los Chromebook (portátiles con pantalla táctil y teclado) donde se alojan los libros de texto digitales, que superan los 500 euros

Llega septiembre y con ello el principio de curso en los colegios de Aragón. Toca preparar papel, boli, cuadernos y libros, y en algunos casos, los ordenadores que los sustituyen: los Chromebook. Son varios centros, como el IES Picarral o el CPI Rosales del Canal, los que incluyen en su programación un proyecto digital que está presente en muchas asignaturas con el objetivo de introducir las nuevas tecnologías en la vida académica del alumnado. De la mano de esta metodología, van detractores como Javier Morales (nombre ficticio), cuyos dos hijos están a punto de encarar el primer curso de Educación Secundaria Obligatoria en el CPI Rosales del Canal en Zaragoza.

«Entendemos que se pretende agilizar la clase y que es todo más colorido en una pantalla, pero ¿qué pasa con el boli y el papel y con la caligrafía que a lo mejor van a perder mis hijos?», sostiene Morales, quien ya a mediados de mayo expidió una carta a título personal a la inspección del Departamento de Educación denunciando las consecuencias negativas, tanto económicas como académicas que acarrea «desdeñar el uso del libro» y habla también en calidad de profesor. «Lo estamos notando en muchos centros que los chavales no saben escribir. No saben redactar. Y es por no realizar una enseñanza con boli y papel de toda la vida. No te leen un texto de cuatro párrafos porque se pierden«, añade este padre.

Tras las últimas quejas de la ampa, el número de asignaturas en las que se hace uso de estos portátiles han bajado de un 80% del currículo a la mitad, algo por lo que Morales ve aún más lógico eliminar esta metodología «como único o predominante medio de enseñanza en determinadas materias». «Estamos hablando de que es un centro público, no de la privada. Esto mismo podría realizarse en salas con ordenadores, pero no hacer comprar uno a los padres, porque tampoco es un ordenador normal», puntualiza Morales .

Más de 500 euros por ordenador

En su caso, y si se rigen por los precios con la empresa con la que tiene convenio el CPI Rosales del Canal, la editorial Edelvives, el precio asciende a 525 euros por terminal, lo que en el caso de Morales se traduciría en más de mil euros «además de las licencias de los libros de texto» correspondientes. Asimismo, este padre alerta de que la vista también se ve perjudicada en esta etapa de la ESO, ya que los Chromebook se usan «para el seguimiento de la clase y las explicaciones, con las pantallas todo el rato abiertas«. «También se hacen ejercicios interactivos, que serán chulísimos, pero se ha perdido la comprensión lectora y la ortografía está por los suelos», insiste.

Morales reconoce que, pese a estar en un colegio en el que se siguen métodos alternativos, «no es obligatorio» asumir ese gasto, pero que no están dispuestos a ser tampoco la nota discordante. «¿Van a ser mi hijos los únicos que no lo van a tener por rebeldía? ¿Le vas a obligar al profesor a corregir de otra manera?», se pregunta. La solución, a juicio de este padre, pueden ser las plataformas digitales de trabajo colaborativo «como el Classroom» y en su caso está a la espera de que el próximo 2 de septiembre le digan si sus propios servidores privados, portátil y tablet, son compatibles con la licencia de los libros digitales y así «intentar meter el sistema operativo» en dispositivos que ya tienen y reutilizarlos.

Con todo, la familia Morales ya está mirando los precios de estos aparatos tecnológicos de entre las marcas que recomiendan desde el colegio (Acer 11,6” o Asus 12,2”), porque dice «va a ser imposible» la negociación, tal y como le aclaró la inspectora de Educación a finales del mes de junio. «Me llamó por teléfono y me dijo que no. Aluden siempre a la misma frase, que yo tendría que saber el programa educativo en el que están», concluye este padre, quien asegura haberse «quedado solo» en la queja, pese a que muchos otros padres lo apoyaron en un principio, también los de años anteriores.