El mensaje de Felipe VI desde Perú se vio ensombrecido por el agrio enfrentamiento entre los directores del Instituto Cervantes y la RAE
El rey Felipe VI ha elevado el tono de la palabra y el ánimo de la lengua española, con un discurso sobre la paz, el consenso y la unidad en la inauguración del X Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE). Sin embargo, el solemne llamamiento del monarca a que el idioma sirva «para buscar la paz y procurar el consenso» resonó en un teatro donde el consenso brillaba por su ausencia.
El encuentro, que debía servir de celebración de la vitalidad de los más de 600 millones de hispanohablantes, llegó a Arequipa bajo el peso de una crisis política en Perú, con la reciente destitución de Dina Boluarte y la asunción del nuevo presidente José Jerí y con una disputa abierta entre los dos grandes guardianes del español: el director de la Real Academia Española (RAE), Santiago Muñoz Machado, y el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero.
El contexto, lejos de ser un marco de «hermandad y cultura», se convirtió en una metáfora perfecta de lo que el propio Felipe VI quiso evitar: una lengua fracturada por intereses, personalismos y luchas de poder.
La retórica de la paz en un congreso turbulento
«Nuestra lengua ha de servir para buscar la paz y procurar el consenso«, dijo el Rey desde el Teatro Municipal de Arequipa, ante un auditorio que contenía el aliento entre la solemnidad y la ironía. Era imposible no escuchar esas palabras sin pensar en el duelo dialéctico que dos días antes había enfrentado, otra vez, a García Montero y Muñoz Machado, prolongando una guerra fría institucional que lleva años erosionando el espíritu de cooperación entre ambas entidades.
El propio monarca trató de marcar distancia del ruido. «Esta reunión es un ejemplo de comunidad de valores: una conversación en torno a lo que une, no a lo que separa», insistió. Pero mientras las cámaras recogían su gesto conciliador, los cuchillos seguían brillando entre bastidores.
El Instituto Cervantes, bajo la batuta de García Montero; y la RAE, dirigida por Muñoz Machado, compiten por la hegemonía cultural y presupuestaria del español. La disputa se avivó cuando García Montero acusó al académico andaluz de «llevar negocios desde su despacho«, insinuando un manejo opaco de los fondos de la Academia. Muñoz Machado respondió con un comunicado institucional y desde entonces la tensión ha sido visible en cada foro compartido. En Arequipa, el roce fue inevitable, pero no compartieron palabras.
Un congreso entre el mestizaje y el malestar
Felipe VI quiso centrar el congreso en los valores del mestizaje, el lenguaje claro y la inteligencia artificial, temas que buscan acercar la lengua al futuro. «Vivimos en un mundo mestizo. Ninguna lengua nació para ser barrera ni muro«, subrayó, intentando devolver dignidad al espíritu panhispánico en un momento en que los nacionalismos lingüísticos y los populismos políticos amenazan con convertir el idioma común en campo de batalla.
El Rey habló también del lenguaje claro como antídoto frente a la manipulación mediática y la desinformación, un mensaje con eco político evidente. «En estos tiempos trepidantes, de informaciones inmediatas y no siempre veraces, hay que insistir en la sencillez y la transparencia», defendió, en lo que algunos interpretaron como un dardo indirecto hacia los discursos envenenados que dominan tanto la política como la cultura.
Pero ni el tono didáctico ni la retórica de la concordia lograron ocultar las fracturas. Los debates en Arequipa se desarrollaron entre críticas a los populismos, menciones a los conflictos en Gaza y Ucrania, y acusaciones de elitismo cultural dentro del propio sistema que debía defender la lengua.
El trasfondo de la pelea entre el Cervantes y la RAE es más terrenal de lo que sus protagonistas quisieran admitir: dinero, prestigio y control institucional. Ambos organismos dependen en gran parte del Estado español y compiten por recursos públicos mientras predican la autosuficiencia cultural.
Luis García Montero, poeta y militante histórico de la izquierda, ha sido acusado por sus detractores de convertir el Cervantes en una oficina burocrática y subvencionada, más interesada en el discurso ideológico que en la difusión del idioma. Muñoz Machado, jurista y académico, presume de haber sacado a la RAE de la ruina económica, pero su estilo pragmático y empresarial ha sido tachado de «mercantilista» por los sectores más literarios.
El CILE de Arequipa exhibió las grietas políticas y mediáticas de España. En paralelo al congreso, voces como la de Vox agitaban la idea de «entrar con motosierra» en RTVE para acabar con lo que llaman el «sectarismo sanchista», al tiempo que reclamaban una televisión pública que defienda la hispanidad frente al dominio de Silicon Valley.
El Rey quiso cerrar su intervención con una metáfora luminosa: «Nuestra lengua es para nosotros lo que fue Arequipa para Vargas Llosa: la casa familiar«. Pero la «casa del español» que evocó el monarca parece hoy más bien un edificio en obras, donde cada institución reclama su habitación privada.