Entre llamadas diarias, partidas de juegos de palabras y anécdotas familiares, John Prevost revela el lado más humano de su hermano pequeño, a quien considera que tiene un «talento natural» para ser Pontífice
La cadena de televisión NBC Chicago celebró los primeros 100 días del pontificado del estadounidense León XIV con una entrevista exclusiva a su hermano John Prevost, el mediano de los tres hermanos –Louis, el mayor, y Robert, el menor, actual 267º sucesor de Pedro–.
Pero lejos de hablar de protocolos o análisis vaticanos, Prevost revela la cara más humana del Papa: un hombre que se divierte con juegos de palabras, se sumerge en thrillers literarios y que añora la libertad de conducir su coche.
Prevost define estos primeros meses como intensos, alegres y también con momentos «tristes». «De la noche a la mañana, mi vida cambió», explica. «Todo el mundo me reconoce, me pregunta, y muchos medios se ponen en contacto conmigo. Esos momentos tristes son más bien porque muchas personas me vienen o me escriben con peticiones, pero la realidad es que, aparte de rezar, no puedo hacer nada», asegura John.

Los primeros 100 días del Papa León XIV
Cristian Pizarro Allard
El pontificado ha traído una cierta presión sobre él. Su buzón se ha llenado de solicitudes de todo tipo: desde propuestas para sanear las finanzas del Vaticano hasta feligreses de una iglesia cerrada en Chicago que le enviaron una petición de dos páginas para reabrir su parroquia.
Aun así, John se asegura de que cada oración, cada petición y súplica llegue a su hermano. «Yo siempre que puedo le hago llegar las cartas para que rece y le hago saber de esa gente, pero evidentemente son situaciones que no puedo cambiar. Uno llega a conocer muchas realidades tristes y puede ser abrumador. Es algo para lo que no estás preparado», comenta.
Juegos de palabras y llamada diaria
Si hay algo que caracteriza a estos hermanos es su discreción y tacto al hablar. John no pierde el sentido del humor durante la entrevista, pero lo que realmente resalta es la sencillez con la que habla de León XIV, sin exageraciones ni alardes. Y siempre tiene en mente el consejo de su hermano desde el otro lado del mundo: discreción con los medios.
Explica cómo el Pontífice mantiene rutinas que le permiten desconectar de su intensa agenda y no perder contacto con la familia: «Hablo cada día con él por teléfono, jugamos a Wordle y a Words with Friends [juegos de palabras] y le pregunto qué famoso ha conocido», detalla entre risas.
Al preguntarle qué pensarían sus padres si aún vivieran y vieran a su hijo convertido en Sucesor de Pedro, John reflexiona: «No sé si harían algo, porque no eran gente presumida. No creo que vieras a mi madre decir: ‘Mi hijo es el Papa’. No creo que eso pasara».

Una vida muy normal
John recuerda una infancia normal: jugar con los niños del barrio, pelearse de vez en cuando y luego olvidarlo en cuestión de minutos. «En nuestro primer viaje a Europa, él quería ir a España y yo no. La gente que iba con nosotros nos decía: ‘Sois unos histéricos cuando os peleáis’, y luego nos olvidábamos en 10 minutos», recuerda con humor.
A pesar de la enorme responsabilidad que implica ser el Pastor de millones de fieles de todo el mundo, León XIV conserva gustos y costumbres sencillas que lo acercan a todos. «Echa de menos poder conducir, porque era lo que más le gustaba para relajarse. Lo disfrutaba mucho», revela Prevost.
Incluso en su época como misionero en Perú se entretenía arreglando coches. Además, cuenta su hermano, disfruta de películas ligeras y, aunque apenas tiene tiempo para leer, sigue prefiriendo las novelas de suspense judicial. La pizza de pepperoni es su favorita, y su dulce preferido, los Peeps, unas nubes de golosina típicas de Estados Unidos, no faltan entre sus recuerdos más tiernos.

Talento para ser Papa
Si hay algo que resalta John es la calma de su hermano: «Si está abrumado, no lo muestra. Esta es su vocación. Parece que lo está disfrutando… como si tuviera un talento natural», asevera. Además, asegura que «la Iglesia con él está en buenas manos, reza por el mundo».
Un retrato que muestra a un Pontífice que, pese a la labor que le toca desempeñar y los desafíos diarios, mantiene intacta su vocación, su humanidad y, en cierta medida, el calor de su vida familiar.
Y añade con una chispa de humor que refleja la complicidad fraternal: «Aunque aún no sabe cuándo visitará Chicago, le pregunté si podría venir para mi funeral», explica John divertido. A lo que el Pontífice le respondió: «Creo que deberán mantener el cuerpo en hielo por un tiempo, pero allí estaré».