El mérito es incalculable. Solo el Robin Soderling (2009) y el Novak Djokovic (2015) habían conseguido antes lo que, a estas alturas, por números y por todo, casi debería considerarse como otro título de Grand Slam: doblegar a Rafael Nadal en la tierra de París. Y se pone el artículo para especificar que fueron aquellos, y no ellos mismos otros años, los que lo lograron. Repite premio mayúsculo el Djokovic de 2021, después de una paliza espectacular, no solo por el desgaste sino también, y mucho, por lo entregado: corazón, pulmones, sudor y puntos para historia. La que ha hecho Djokovic, frenando la que quería aumentar Nadal, después de cuatro horas y 11 minutos en la noche estrellada de París. «He hecho el mejor tenis de mi vida», sentenciaba el número 1.
Costó, claro, casi imposible la empresa porque, es aceptado que este es el mayor reto de la historia del deporte y porque acertaba Carlos Moyà en la previa, ambos son unos supervivientes, unos magos del escapismo cuando vienen las peores condiciones.
Ayer, la ansiedad se apretó en la mano, al límite ambos porque no era un partido más, era el 58 de su rivalidad, la semifinal de Roland Garros y con muchas opciones de que una victoria esta noche los impulsara hacia el título el domingo, con todo el respeto a Stefanos Tsitsipas. Y ahí, más madera: el 21 para el balear o el 19 para Djokovic. Una recompensa mayúscula. Lo sabía el serbio, más fino, pero también cargado de miedos. Lo sabía el español, cruzado por momentos, pero superviviente por otros.
Y eso que el inicio recordó en muchísimos detalles a la final de 2020, que uno y otro tienen grabada porque fue una lección de tenis colosal del ganador y una tortura para el perdedor. Temblaba el serbio, que sumó su primer juego a los 35 minutos, ya con 5-0 incontestable de Nadal, para salvar la honra. Aún despertó Djokovic hasta el 5-3, y aunque el balear supo cerrar a tiempo, en 61 minutos, ya había salido la chispa de los ojos del número 1. En el segundo parcial se vio toda la mecha. Hubo cambio de estrategia, percutió el serbio hacia el revés del español, que ya no pudo esconderlo como en el primer set. Había tensión, fallos de bulto propios de quien tiene más miedo a equivocarse que a acertar. Aumentó en el segundo parcial, con un nivel de Djokovic dos puntos por encima, y explosionó en el tercero.
Miedo, ganas, errores, breaks, aciertos y puños al cielo a partes iguales. Ningún juego bajó de los ocho minutos. Los intercambios se alargaban hasta la extenuación. La brillantez de los puntos desató los aplausos, ora ¡Rafa, Rafa!, ora ¡Novak, Novak! Con 5-4 y 30-0 de Djokovic, Nadal encontró la salida para escapar, por meter en juego esa bola de más que enredó al serbio hasta el tie break de esa tercera manga de locos. Pero todavía más escapó el serbio, con una bola de set en contra y la sangre fría de una dejada. Los errores condenaron al español en la muerte súbita; y con un buen servicio y una contradejada, Djokovic repitió hazaña, pues solo él en 2013 y 2015, Soderling en 2009 y John Isner en 2011 le habían ganado dos sets al balear en París. En 108 partidos.
Tan emocionante el choque, eléctrico bajo las luces, que hasta Emmanuel Macron decidió que, como medida excepcional, se levantaba el toque de queda para los espectadores de la Philippe Chatrier, Marsellesa a capella para celebrar que seguirían asistiendo a un espectáculo único.
Al que le quedaba el colofón final, agotados los protagonistas, pero todavía con algo más de energía Djokovic. En otro truco de magia, con un Nadal que desfallecía, imposible meter un revés, tampoco salían las derechas, el serbio se levantó del 0-2 y encadenó seis juegos consecutivos. No se dejó Nadal nada, ni aun cuando cometió la enésima doble falta y el serbio disfrutó de tres bolas de partido. Aguantó una, pero el revés, ese revés cruzado, se marchó al pasillo.
Firma Djokovic una hazaña de las grandísimas. El mayor de los retos. Destronar al rey Nadal en su tierra de París. Y por segunda vez en su carrera