Naruhito, entronizado como 126 emperador de Japón

TOPSHOT - Emperor Naruhito officially proclaims his ascension to the Chrysanthemum throne during an enthronement ceremony at the Imperial Palace in Tokyo on October 22, 2019. (Photo by STR / Japan Pool via Jiji Press / AFP) / Japan OUT

Casi medio año después de su proclamación como emperador de Japón, Naruhito ha tomado posesión este martes del Trono del Crisantemo en una fastuosa ceremonia con presencia de más de 70 jefes de Estado o de Gobierno de todo el mundo, entre ellos los Reyes de España. El monarca, eslabón número 126 de la dinastía reinante más antigua de la Tierra, ha reafirmado el compromiso de servicio a su pueblo en un acto cargado de simbolismo que sigue casi al milímetro la misma liturgia de la entronización de sus predecesores, al menos desde el siglo VIII.

Aunque desde el final de la Segunda Guerra Mundial Japón es una Monarquía constitucional en la que los poderes del emperador son muy escasos y su rol es fundamentalmente ceremonial, a diferencia de lo que ocurre por ejemplo con sus homólogos europeos desempeña también funciones de naturaleza religiosa como suprema guía del sintoísmo, lo que le convierten en una figura excepcional muy reverenciada por los japoneses. Investido de una enorme auctoritas, el soberano nipón, además de ser símbolo de la unidad de la nación, es un hilván necesario del acervo tan singular del país del sol naciente. Y todo ello se ha dejado sentir en el asombroso rito de entronización de Naruhito, quien se convirtió prematuramente en jefe del Estado por la abdicación de su padre, el emperador Akihito.

Desde finales de la semana pasada no han cesado de llegar a Tokio los 2.500 invitados a la ceremonia de entronización, incluidas delegaciones al máximo nivel de unos 170 países. Representantes de prácticamente todas la dinastías reinantes del mundo -desde el príncipe Carlos de Inglaterra, el rey de Suecia, Alberto de Mónaco o el príncipe Haakon de Noruega, hasta los reyes de Bután, Malasia, Swazilandia, Camboya o Tonga, el emir de Qatar o el todopoderoso heredero de Arabia Saudí, el príncipe Salman– se han reunido en la que ya es una de las citas de la realeza más importantes del siglo. Y, junto a ellos, se encuentran los mandatarios de un sinfín de naciones de los cinco continentes, entre ellos el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, el de India, Ram Nath Kovind, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, la jefa de la Diplomacia europea, Federica Mogherini o la secretaria de Transportes de Estados Unidos, Elaine Chao. Ha sorprendido el bajo nivel de la representación enviada por Washington teniendo en cuenta que Tokio es su principal aliado en el Pacífico. Una metedura de pata más por parte del presidente Trump, que no destaca precisamente por sus dotes diplomáticas. En cambio, los fastos en honor a Naruhito han servido para que naciones vecinas de Japón que mantienen contenciosos históricos más que delicados hayan tenido un gesto de acercamiento. Así, China ha enviado a Tokio al vicepresidente Wang Qishan, y desde Filipinas ha acudido el mismo presidente Duterte.

A pesar de que este martes es una jornada histórica en Japón, cargada de pompa, las celebraciones se han visto algo ensombrecidas por el reciente desastre provocado por el súper tifón Hagibis, que causó gravísimos destrozos el pasado día 12 en el este del archipiélago nipón y dejó al menos 79 muertos. Por ello, la Casa Imperial y el Gobierno de Abe decidieron finalmente cancelar el recorrido en coche descapotable que hoy iban a realizar el emperador Naruhito y su mujer, la emperatriz Masako, entre el Palacio Imperial y el Palacio Togu -donde siguen residiendo mientras concluyen las obras de acondicionamiento en el primero-, también en Tokio, para saludar a los ciudadanos que quisieran desale un próspero reinado al monarca. Este acto se ha pospuesto para el próximo 10 de noviembre.

El rito de entronización ha tenido lugar en el Salón de los Pinos, la más excelsa de las estancias del Palacio Imperial. Naruhito se ha presentado ante sus invitados ataviado con su sokutai, vestimenta tradicional de la máxima etiqueta que el emperador sólo usa en esta ceremonia. La emperatriz Masako y el resto de miembros de la familia imperial también se han presentado con ropajes tradicionales de enorme simbolismo.

El monarca ha ascendido al takamikura, el trono imperial que conserva la misma forma que los usados por sus predecesores desde el siglo IX, y que se conocen por las pinturas conservadas del periodo Heian (794-1185). El actual takamikura, restaurado estos últimos meses, fue construido en 1915 para la proclamación del emperador Taisho. Tiene una altura de 6,5 metros y todo el conjunto pesa más de ocho toneladas. Masako ha ocupado su lugar en un trono con dosel adyacente, algo más pequeño.

Tras el discurso de Naruhito, siguiendo escrupulosamente la tradición, ha tomado la palabra el primer ministro, Shinzo Abe, quien ha felicitado al nuevo monarca y ha pedido a todos los asistentes que entonaran el triple banzai (literalmente, 10.000 años), que es la fórmula ritual para desear prosperidad y un feliz reinado al soberano.

Todos los mandatarios presentes en la entronización participan también este martes en un almuerzo de Estado en honor de Naruhito. Y las celebraciones continuarán el miércoles, cuando los emperadores ofrezcan un té en su residencia oficial a los miembros de la realeza mundial desplazados a Tokio en señal de agradecimiento. Además, ese mismo día el primer ministro ofrecerá otra cena de gala a los dirigentes presentes en el país. Los Reyes de España, Don Felipe y Doña Letizia, no participarán más que en las ceremonias del martes, ya que el 23 de octubre se desplazan a Corea del Sur para iniciar un viaje de Estado de dos días. Se materializará así una visita anunciada en 2016 y que, entonces, se acabó suspendiendo por la situación de interinidad política en España. Mucho han cambiado las cosas y ahora, a pesar de que el Gobierno sigue en funciones, sí se realizan viajes de Estado como éste. Incomprensiblemente, Exteriores lo ha organizado para el miércoles y jueves, en vez de haber intentado programar su inicio un día después, para que así los Monarcas españoles hubieran podido participar en el programa de actos completo en Japón con motivo de la entronización de Naruhito.