El organismo de cuenca ha incluido nuevos tramos de peligrosidad en ramblas y torrentes del Matarraña, el Arba de Biel, el Alto Gállego o Herrera de los Navarros, entre otros
La Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) ha terminado este más de septiembre la elaboración de más de 700 kilómetros de nuevos mapas de peligrosidad de inundación en diversos tramos de ríos de la demarcación, más de 200 de ellos en Aragón. Estos documentos, imprescindibles para el control urbanístico de los tramos, se sumarán a los más de 3.000 kilómetros de mapas ya existentes en la cuenca integrados en el sistema nacional de cartografía de zonas inundables, que constituyen uno de los instrumentos principales (junto con la legislación de aguas que establece los usos autorizables en las zonas inundables) para la gestión del riesgo de inundación.
El conocimiento de las áreas que pueden acabar cubiertas por las crecidas permite planificar el urbanismo -y el territorio en general- para poder adecuarlo al riesgo de inundación y minorar el impacto negativo de estos fenómenos naturales y recurrentes. «La elaboración y aplicación de estos mapas de zonas inundables constituye una medida básica de prevención ante el riesgo de inundación», asegura la jefa del área de hidrología de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), María Luisa Moreno.
En Aragón, se han elaborado nuevos mapas de peligrosidad en tramos con riesgo de inundación que antes no los tenían, por ejemplo, en los barrancos del Alto Gállego o Herrera de los Navarros y en otros ríos como el Matarraña y el Arba de Biel. Estos cambios, que pueden afectar hasta un 10% de la cuenca, tienen en cuenta los cambios detectados en los cauces en los últimos seis años. Tienen que ver con la laminación de las aguas, los informes de Protección Civil, la mejora de la modelación hidráulica o la experiencia de riadas precedentes, como pueda ser la registrada en el barranco de la Clamor durante el verano del año pasado. Después de ella se ha modificado la peligrosidad entre Monzón y San Miguel de Cinca.
En el tramo medio del Ebro desde Fontellas (Navarra) hasta Sástago, más de 100 kilómetros en territorio aragonés, se ha actualizado la cartografía, se ha incorporado la batimetría y calibración del proyecto Ebro Resilience, así como las obras realizadas en los últimos años para contemplar todo ello en el nuevo modelo hidráulico con el que se calculan estos mapas. En todo caso, el resultado de los nuevos planos para las zonas inundables de diferentes períodos de retorno (de alta, media y baja probabilidad de ocurrencia) «es bastante parecido a los documentos anteriores y, localmente, la extensión es algo superior», señala Moreno.
En el caso de río Huecha, unos 33 kilómetros, se ha recalibrado el mapa de peligrosidad de inundación existente para incorporar datos de los dos últimos episodios de crecida significativos en este río. La superficie inundada es también algo superior a la de los planos de peligrosidad de inundación precedentes.
Otro de los episodios destacables de los últimos años que ha servido para mejorar el conocimiento de las avenidas está en la inundación de Zaragoza del mes de julio del pasado año. En aquella ocasión el barranco de la Muerte se detectó como un cauce que podía afectar a bienes muy vulnerables y como tal se ha actualizado en la cartografía actual. «Fue un episodio histórico, pues en esa zona no se había producido algo similar, por eso ese tramo se ha identificado como un área de riesgo potencial significativo», expresa.
Estos nuevos mapas de riesgo de inundación han estado en exposición pública hasta el pasado 12 de septiembre. Luego se continuará con su tramitación para su inclusión en la cartografía. Por el momento, desde la CHE no dan especial importancia a los alegaciones recibidas, pues defienden que la elaboración de los planos se ha realizado con «criterios objetivos» según el uso del suelo en las márgenes (sea este forestal, agrícola, industrial o urbano…) y teniendo en cuenta los daños que se pueden producir, pues todos ellos dependen de la vulnerabilidad de los bienes y personas que puedan ser afectados por un desbordamiento. Con todo, en algunas zonas de Cataluña los alcaldes afectados ya han levantado la voz.
En el trabajo de campo para actualizar la cartografía han participado más de veinte profesionales que se han recorrido las orillas observando los cambios. Estos pasan por la construcción de nuevos puentes, el cambio en los cultivos, o la presencia de nuevos desarrollos urbanísticos. «No se tiene en cuenta la propiedad o el uso de los suelos, solo nos fijamos en cómo se desliza el agua sobre una superficie», defiende Moreno ante las posibles críticas a la nueva calificación de algunos tramos. «Todas las decisiones que hemos tomado están basadas en datos y estudios», incide. En este trabajo de campo se ha realizado una «interacción constante» con las nueve Protecciones Civiles que tienen competencias en la cuenca, desde el nacimiento de los ríos a sus desembocaduras.
Desde la CHE explican que los mapas de peligrosidad representan la superficie inundable de manera natural por diferentes caudales correspondientes a tres escenarios, esto es, las avenidas probables en 10, 100 y 500 años, así como las profundidades que alcanza el agua en el terreno. «Además se representa el Dominio Público Hidráulico Probable (DPHDP) y la Zona de Flujo Preferente (ZFP).
Es esta última zona el agua «puede matar», indica Moreno, recalcando que todo lo que se ponga en esos espacios corre enorme riesgo. «Ahí el agua tiene una gran velocidad y mucho calado, por eso no podemos permitir ningún uso», indica.
Desde la CHE explican que este conocimiento de las orillas sirve para mejorar la planificación urbanística. Cuando se van a realizar cambios en el uso de los suelos, si no existe un mapa oficial, se le exigen al promotor de la acción. Por eso este tipo de estudios son fundamentales para los ayuntamientos de menor tamaño, pues ahorran muchos costes. El organismo va a seguir desarrollando estos trabajos para completar los planes de gestión, sobre todo dependiendo de la dotación presupuestaria.
Mientras tanto, los colectivos ecologistas y un buen número de científicos reclaman «reconstruir» una nueva visión del Ebro que aboga por una renaturalización que devuelva al cauce espacios que naturalmente le han pertenecido. Varias de estas propuestas se han lanzado en el ciclo Afectividad fluvial que ha tenido lugar este fin de semana en Zaragoza.