Aspace reivindica el acceso a sillas de ruedas eléctricas para las personas con parálisis cerebral

Bajo el lema «La Rampa más Llana del Mundo» se pretende conseguir un acceso a las sillas eléctricas para las personas con graves problemas de movilidad como son aquellas afectadas por parálisis cerebral, los grandes olvidados en una sociedad cada vez más individualista. Este aparato, que para ellos es imprescindible, normalmente tiene un coste que no todo el mundo se puede permitir y por ello, es imprescindible ayudarles para mejorar sus condiciones de vida.

Aspace Zaragoza se hace eco en Aragón de la campaña reivindicativa liderada por Confederación Aspace para pedir un cambio normativo para que el Sistema Nacional de Salud deje de negar el acceso a una silla de ruedas eléctrica a personas con parálisis cerebral y con grandes necesidades de apoyo por su propia condición de personas con pluridiscapacidad.

Desde la asociación explican que la normativa del Sistema Nacional de Salud exige el manejo autónomo de la silla, algo que choca con la realidad de las personas con parálisis cerebral, quiénes en un 80% de los casos tienen grandes necesidades de apoyo y precisan de asistencia las 24 horas del día. Por ello, la norma resulta discriminatoria, ya que impide la subvención de un producto básico para la vida de estas personas y para su participación social en condiciones de igualdad.

COSTE ELEVADO Y REPERCUSIÓN EN LOS CUIDADOS

Ante esta circunstancia de no poder acceder a una silla de ruedas eléctricas, las familias han de costearse este recurso, cuyo precio alcanza hasta los 6.000 euros, según los casos, a los que hay que sumar las reparaciones futuras de las sillas, que oscilan entre los 1.000 euros y los 2.000 euros.

Muchas familias de Aspace Zaragoza dan testimonio de esta situación y varias han tenido que hacer el esfuerzo económico de invertir en este recurso pese a no estar financiado porque “lo cambia todo” y reivindican que “debería estar financiado en todos los casos”. María José Moreno, madre de Ana, de 38 años, asegura que “nos facilita mucho la vida, mi marido tiene una cardiopatía y vamos cumpliendo años, ella no va a poder manejarla, pero nosotros la llevamos con el mando de acompañante y de no ser por esta solución hubiéramos tenido que dejar de hacer muchas cosas”.

Sin embargo, la norma sigue siendo denegar la silla eléctrica a quienes no pueden manejarla, por lo que las familias que no pueden afrontar esta inversión siguen dependiendo de silla manual. El manejo de la silla sin un motor que reduzca su carga física, agudiza numerosos problemas de salud para las personas cuidadoras, que en un 71,5% de los casos son las madres, y que acaban precisando tratamientos para el dolor e intervenciones que acelera el proceso de envejecimiento y repercuten en sus propios hijos e hijas con parálisis cerebral.

DERECHO A LA MOVILIDAD PERSONAL

La denegación de las sillas de ruedas eléctricas vulnera el derecho a la movilidad personal de quienes tienen grandes necesidades de apoyo. La movilidad personal es un derecho clave para cualquier persona porque permite acceder al resto de derechos reconocidos en la Convención de Derechos de Personas con Discapacidad y a una vida independiente.

Sin este derecho, sus salidas al exterior quedan limitadas e incluso pueden quedar recluidas al hogar. De hecho, según el estudio elaborado por Confederación Aspace, Percepción social de la discriminación en personas con parálisis cerebral, el 39,4% de los hombres con parálisis cerebral no ha podido ejercer su derecho a la movilidad personal, ascendiendo al 60,6% en el caso de las mujeres.

Por ello, el Movimiento Aspace solicita modificar el catálogo común de prestación ortoprotésica del Sistema Nacional de Salud, quedando el requisito de acceso a la silla de ruedas eléctrica de la siguiente forma: “suficiente capacidad visual, mental y de control que les permita el manejo de sillas de ruedas eléctricas por sí mismas o con el apoyo de otra persona y ello no suponga un riesgo añadido para su integridad y la de otras personas”.