El Clínico de Zaragoza, hospital refugio de los médicos catalanes

La «insostenible» presión asistencial y la precariedad laboral avivan la fuga de galenos de Cataluña hacia Aragón

El clima de crispación social a raíz del ‘procés’, detonante para la marcha de algunos facultativos

En 2010 se abrió una herida en la sanidad catalana que no ha dejado de sangrar. Los déficits estructurales que arrastra el sistema de salud de esta comunidad desde el «tijeretazo» de 2010 llevan años castigando a los profesionales del sector, que se resisten a colgar la bata. Siguen ejerciendo pese a lo adverso de la situación, aunque con la mirada puesta en otras comunidades donde las condiciones de trabajo no son tan precarias. La pandemia, la falta de voluntad política para resolver los problemas endémicos del sistema, y, en algunos casos, la «crispación social» generada por el ‘procés’ han sido para muchos facultativos el detonante que les ha empujado a dejar de ejercer en Cataluña e irse a otros territorios. En el caso de Lérida, el trasvase de profesionales ha sido básicamente hacia Aragón.

El éxodo hacia tierras aragonesas, que se avivó con la pandemia, se augura imparable. Tampoco hay visos de que se resuelvan en un horizonte cercano las carencias históricas del sistema. Por este motivo, el sector ha convocado una movilización unitaria para los próximos días 25 y 26 de enero. Se han sumado todos los colectivos sanitarios y no se desconvocará, según afirman desde el sindicato convocante de la protesta, Médicos de Cataluña (MC), «si no hay un giro por parte del Govern y se aviene a mejorar las condiciones laborales en el sector».

Menos presión y más sueldo

Daniel Lacasta ha sido uno de los últimos profesionales del Hospital Arnau de Vilanova de Lérida en dar el salto a un hospital de la comunidad autónoma vecina. Tras 23 años de ejercicio en el Servicio de Urgencias del centro ilerdense decidió abrir una nueva etapa profesional en el Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza.

Cansado de trabajar «al límite» en Lérida, ciudad de la que guarda buenos recuerdos personales, porque en ella conoció a su mujer y ha nacido su hijo, Lacasta trabaja ahora en el hospital zaragozano con mejores condiciones laborales y un sueldo más elevado. En el mes que lleva ejerciendo allí, ya se ha reencontrado con muchos antiguos compañeros del Arnau que buscaron refugio en la sanidad aragonesa tras años de castigo profesional en Cataluña. Asegura que han recalado allí hasta casi una veintena. Al Colegio Oficial de Médicos de Zaragoza le constan 12 colegiaciones de facultativos procedentes de Lérida solo en los últimos años.

ABC habla con algunos de ellos. Todos tienen diferentes circunstancias personales, pero les une una causa común: abandonar la precariedad en la que estaban ejerciendo. Daniel Lacasta trabajaba de 08.00 horas a 17.00 horas cada día (1.729 horas anuales) en el hospital catalán. Ahora, su jornada acaba a las 15.00 horas; lo que le permite, según explica, conciliar mejor. Además, cobra unos 4.000 euros más anuales.

«No me fui por eso, pesaron más la mejora de las condiciones laborales, poder trabajar mejor y asistir en condiciones a los pacientes», relata. Otro condicionante laboral que influyó en su decisión fue, por ejemplo, las guardias. «En el Arnau te obligaban a hacerlas, las hacían incluso médicos mayores de 55 años. Aquí son voluntarias a partir de los 55 años», señala Lacasta, quien lamenta el efecto que ha tenido la falta de recursos en la sanidad. «Hace dos años éramos unos héroes y ahora nos lo escatiman todo», denuncia. Como otros profesionales que arrancaron su andadura en el Arnau de Vilanova, el médico fue resistiendo la precariedad hasta que «la falta de transparencia» en un concurso al que se presentó para acceder a la jefatura del servicio de urgencias le acabó de decidir. «Fue la gota que colmó el vaso», asegura. El mal ambiente generado por el movimiento independentista desde la celebración del referéndum ilegal del 1-0 no ayudó.

«No me sentía a gusto»

«No me sentía a gusto con el ambiente polarizado que había», reconoce el facultativo, quien lamenta haber tenido que abandonar Cataluña, comunidad en la que deja «muy buenos compañeros». «Llevo cuatro semanas en el Clínico de Zaragoza y no paro de encontrar me a gente del Arnau. Somos casi una veintena los que hemos venido de Lérida», señala Lacasta.

Pedro Valdrés, médico de familia que trabaja también en el Servicio de Urgencias, Javier Medrano, especialista en Ginecología, y Susana Ros, cirujana, son tres de sus excompañeros de Lérida con los que ha contactado también ABC. En los dos primeros casos, la crispación social generada por el movimiento independentista sí espoleó, según admiten, su marcha de Cataluña. Medrano, de 55 años, recaló en el Clínico de Zaragoza en 2021. Este médico de familia debutó profesionalmente en Lérida. «Me fui allí al acabar la carrera en 1998. Me acogieron muy bien», dice.

Su mujer, médico militar, se trasladó también a la capital del Segrià y allí montaron la vida. Como otros facultativos, sufrió el deterioro de las condiciones laborales. Todo influyó, pero reconoce que fue la presión nacionalista el detonante de su marcha. Aunque las condiciones laborales no eran buenas, tenía cierta estabilidad laboral y una plaza fija como profesor en la Universidad de Lérida (UdL). «Si no hubiera tenido a los de ERC dándonos la murga igual no me hubiera ido», asevera. A Javier Medrano, al igual que a muchos de los médicos que trabajan en el hospital de Lérida (cerca de un 20 por ciento de la plantilla son originarios de Aragón), la apología del independentismo que hacían algunos de sus compañeros le incomodaba. «Me fui por una suma de todo», apunta.

Pedro Valdrés, médico de familia de 59 años, comparte sus reflexiones. Valdrés aterrizó en el hospital zaragozano en 2014. «No había llegado la pandemia, pero las condiciones laborales habían empeorado mucho y la presión nacionalista empezaba a ser insoportable», indica. En Zaragoza, donde también ejerce de médico en el Servicio de Urgencias, han mejorado sus condiciones laborales. «En todas partes se han notado los recortes, aunque aquí hay una mejor organización», precisa el facultativo que, según afirma, se sintió señalado por los nacionalistas. «Exponer cualquier símbolo de tu país te convierte en facha», asegura. Susana Ros, cirujana, también dejó Lérida y marcho a Zaragoza en busca de mejoras. Tras años de precariedad laboral, según dice, «he logrado trabajar en condiciones».

A una hora y media de Zaragoza, a Barbastro, fue a donde se desplazó otro de sus compañeros, Mariano Plana, pediatra de 55 años. Se fue de Lérida, donde maduró profesionalmente, porque, según explica, «le iba la salud y el equilibrio en su vida personal». «Si no llego a irme estaría divorciado», sentencia. Partió hacia Aragón, su tierra natal, en 2014. En estos ocho años de ejercicio en el Hospital de Barbastro (Huesca) su calidad de vida «ha mejorado notablemente». «No es lo mismo tener a 50 pacientes esperando que a seis. El nivel de estrés es diferente», asegura. Antes, en una guardia normal podía atender y supervisar a cerca de 120 pacientes. Ahora, atiende, según dice, a unos 20.

La marcha de médicos a otras comunidades y hacia el extranjero es solo un síntoma de la tormenta perfecta que se está formando sobre el sistema sanitario español. La demanda asistencial aumenta por el envejecimiento poblacional y las plantillas sanitarias se reducen por factores estructurales difíciles de revertir. Las comunidades sortean la complicada coyuntura de diferentes formas. Cataluña, una de las comunidades de la que huyen más facultativos, no lo resuelve, a tenor de los resultados, de la forma más eficiente. Dentro de ella, Lérida sigue siendo la cenicienta del sistema sanitario público catalán.

Lérida, la provincia con más deserciones

Lérida, con el Arnau de Vilanova como hospital de referencia, es la provincia española con más fugas de médicos hacia otras comunidades. Así lo reflejan las últimas estadísticas del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (Cgcom), con datos de 2017. Según el informe sobre «Demografía Médica» realizado por la entidad, Lérida es la provincia con un saldo negativo de movilidad más alto, pues en ese año constaba que 233 médicos —un 11,5 por ciento del total— abandonaron la demarcación para irse, principalmente, a Aragón. Tarragona (9,6 por ciento del total de médicos), Valladolid (9,2 por ciento) y Salamanca (9,2 por ciento) son los otros tres territorios de España con más éxodo de galenos a otras demarcaciones.

La diputada de Ciudadanos Anna Grau afirma en declaraciones a ABC que «Lérida es la cenicienta de la sanidad pública catalana, que una vez pretendió ser puntera y ejemplar y ahora se sitúa en el pelotón de las comunidades más torpes de España. Menos recursos y peor empleados». «Cataluña, por ejemplo, —añade Grau— coincide con Ceuta y Melilla, y se diferencia de Madrid, en no compensar económicamente ni de ninguna manera el tiempo de solape que dedica el personal de enfermería a pasarse unos a otros información trascendente sobre la atención requerida por los pacientes cada vez que cambian de turno. Los sindicatos hablan de muchas horas de trabajo no reconocido ni retribuido. ¿Qué pasa si dejan de hacerlo? Por suerte, los sanitarios son responsables y antes de hacer dejación de sus funciones emigran a otra comunidad donde se les trate mejor. A ellos…y a los pacientes. Que eso sí que pone los pelos de punta: la creciente inequidad de la atención médica en España».

Por su parte, el portavoz del grupo municipal del PP en el Ayuntamiento de Lérida y presidente provincial, Xavier Palau, atribuye el éxodo de facultativos «a la decadencia, tanto desde el punto de vista político como social de la gestión que se está llevando a cabo en Cataluña y en la provincia de Lérida por parte de los diferentes gobiernos».

Palau recuerda que Lérida ha sido y es la capital sanitaria a la que acuden muchos pacientes de la Franja y Aragón que tienen el Arnau como referencia, aunque la «pobre inyección económica para invertir en materia sanitaria y los bajos sueldos en comparación con otras comunidades la han convertido en una ciudad en la que los médicos vienen solo de paso».