Putin descarga toda su furia contra los civiles en Zaporiyia

Las seis de la mañana del pasado sábado. Ese puede ser el gran punto de inflexión en la guerra de Ucrania. A esa hora, según el Comité Nacional Antiterrorista de Rusia, una explosión en el puente de Kerch, provocada por el estallido de la carga de un camión hacía detonar siete de los tanques de combustible de un tren. Además de las tres personas fallecidas, los daños materiales producidos podrían superar los 500 millones de rublos (alrededor de 8,5 millones de euros), según estimaciones de la Unión de Aseguradores de Rusia. Una pérdida económica insignificante, comparada con el daño causado a la imagen de Rusia y a sus medidas para proteger objetivos estratégicos tan importantes como este gran cordón umbilical que une a la Rusia continental con esta península anexionada en 2014. El Ministerio de Transporte de Rusia comunicó que los trenes de carga y los de pasajeros de larga distancia que atraviesan el puente de Crimea funcionaban según el horario previsto el domingo, aunque el tráfico por carretera se había visto más afectado, después de haberse reanudado el mismo sábado unas 10 horas después de la explosión. Hasta que el puente vuelva a funcionar con normalidad después de las reparaciones, las mercancías llegarán a Crimea a través de ferris. El incidente también afectará a los suministros que Moscú envía al ejército ruso en el frente ucraniano.

Según el periódico ruso RBC, el conductor del camión-bomba “fue utilizado, es decir, presuntamente no tenía conocimiento del ataque terrorista planeado”, ya que había recibido a través de internet la orden de transportar fertilizantes. Sorprende el hecho de que el vehículo en cuestión pasara una inspección visual por parte de los agentes situados allí, que dieron el visto bueno, descartando un examen más exhaustivo por rayos X. Un vídeo compartido en Telegram así lo demuestra.

La primera reacción del presidente ruso, Vladimir Putin, ha sido iniciar una investigación sobre lo ocurrido. El jefe del Kremlin también acusó a los servicios de inteligencia ucranianos de estar detrás de la explosión del puente y lo calificó de “acto terrorista”. Los buzos se sumergían este domingo en los alrededores del puente para comprobar el alcance de los daños y descartar nuevas posibles amenazas. Hoy está previsto que el mandatario ruso reúna al Consejo de Seguridad del país, no descartando medidas adicionales como respuesta.

Bien es cierto que nadie se ha atribuido el ataque, aunque no hace falta viendo las muestras de júbilo llegadas de Ucrania, que ha comunicado que lanzará un sello de correos con la imagen del puente ardiendo. El presidente del Consejo de Estado de Crimea, Vladimir Konstantinov, acusaba directamente al régimen de Kyiv de lo ocurrido afirmando que “los vándalos ucranianos han llegado con sus manos manchadas de sangre al puente de Crimea. […] Esta es toda la esencia del régimen de Kiev. La muerte y la destrucción es lo único que obtienen”. Por su parte, la portavoz del Ministerio de Exteriores de Rusia, Maria Zajarova, denunciaba las reacciones del país vecino tras el atentado. “La reacción de Ucrania ante la emergencia en el puente de Crimea atestigua la naturaleza terrorista del régimen de Kyiv”, publicaba la portavoz en su cuenta de Telegram.

La respuesta del Ejército ruso no ha tardado en llegar, ayer por la noche Moscú bombardeaba una zona civil en Zaporiyia, la capital de la región anexionada por Moscú, que sigue bajo el control ucraniano. El alcalde de la misma, Anatoli Kurtev, confirmaba que, al menos, 17 personas habían fallecido por culpa de los ataques, que habían destruido cinco edificios de viviendas. En esa ciudad se encuentra la famosa central nuclear (la más grande del país), que tiene en vilo al resto de Europa.

Está claro que el ataque ucraniano conocía muy bien su objetivo, debido a la importancia del mismo. El puente de Kerch es una infraestructura de 19 kilómetros, considerado el más largo de Europa, que se levanta 35 metros sobre el estrecho del mismo nombre y une la punta Chushka de la península de Tamán y la península de Kerch, en Crimea. Tras anexionarse Rusia dicha península en 2014, el presidente Putin anunció la construcción del puente, presupuestado en 3.600 millones de euros. Para construirlo eligió a Arkady Rotenberg, su amigo íntimo de la infancia, además de compañero de tatami en la práctica del judo. El empresario, en una entrevista concedida al diario “Kommersant”, desvelaba que había aceptado el desafío por motivos patrióticos. Su constructora carecía de experiencia en el negocio de las obras públicas, lo que provocó que ninguna aseguradora quisiera cubrir el proyecto. La faraónica obra daba comienzo en 2015 y tres años más tarde era inaugurada por el propio presidente Putin subido en un camión Kamaz en una imagen que dio la vuelta a Rusia. En diciembre del año siguiente fue culminado el enlace ferroviario. Siglos de anhelos y sueños materializados finalmente por Putin, que hacía realidad la unión entre los dos puntos del antiguo Imperio ruso que ni el zar Nicolás II ni el mismísimos Stalin pudieron finalizar.