Nadal supera a Berankis y a la incomodidad y accede a la tercera ronda de Wimbledon

Tiene esa capacidad Rafael Nadal, también ejemplar, de ganar sin jugar del todo bien o fácil o brillante, como ha acostumbrado al personal. También estas victorias de aliño y pundonor, cuando el tenis y las piernas se traban, se trabajan y se entrenan, ejemplo de constancia cuando lo demás no parece acompañar. «Es importante aceptar que las cosas no siempre salen perfectas», explica. Es más que consciente el balear que al cuerpo no se le puede poner al cien por cien durante todos los minutos de todos los partidos de un Grand Slam y que incluso la cabeza no está siempre despejada. Y se sacude el sudor, y la lluvia, el balear, en tercer ronda con otro partido de estar ahí, de aguantar los aciertos rivales, que hubo muchos de Ricardas Berankis (106 del mundo), y levantarse de los errores propios (39), que también hubo. Feliz Nadal por el resultado y por esa otra opción de seguir mejorando. Hay margen y la confianza también va llegando con partidos como este, de ganar a pesar de uno mismo.

Sirven estos partidos para ajustar las líneas. Y salva Nadal un inicio complicado en el que las distancias no se ajustan: o golpea demasiado lejos o demasiado cerca de la pelota. No había día claro ni piernas ágiles. Y encuentra Berankis una forma de hacer daño al resto, como ya lo hizo Cerúndolo en el estreno. Rápido el lituano, muy bueno de revés, acorta el tiempo de reacción de Nadal, que se encuentra ya la pelota en los pies antes de que termine el movimiento del saque. También se mueve bien en la red, a la que sube y encuentra premio porque los efectos del español no llegan con mordiente. Pero hay capacidad de responder. Respuestas efectivas, ya habrá tiempo de brillanteces. Apela Nadal al revés, que cruza muy bien, porque la derecha tiene sus altibajos.

Aguanta el balear hasta que a Berankis, que nunca ha pasado de segunda ronda en Wimbledon, le puede la inexperiencia y esa presión que la sola presencia de Nadal se engancha en las manos del rival cuando tienen que sacar para mantenerse en el set. Le entra el vértigo al lituano en el décimo juego y se anima el español con otro puño todavía modesto porque saca adelante el parcial con esa capacidad de aguantar y hacer lo que toca. Eso, ya habrá tiempo de florituras.

Suelto Berankis hasta atrapa un break al inicio del segundo set. Así está Nadal y así aprovecha el lituano, con una mano fina para las dejadas y las voleas ante un español que no encuentra comodidad, pero que siempre halla la manera de activarse. En la primera oportunidad de recuperar la rotura, de repente, las piernas comienzan a activarse, presiona con un paso más adentro en la pista y temblores en Berankis. La fórmula Nadal cuando no aparece la mágica.

Levantar la rotura añade un ingrediente más, la confianza. Con ella, la derecha empieza a limar los errores, a ajustarse a las líneas y a amenazar con el paralelo. Ese subir la confianza permite arañar hasta cuatro bolas de set, que convierte al resto porque este es Nadal, el que vuelve a provocar los temblores en el lituano.

Hay alivio en el marcador, pero no en la pista, en la que Berankis aprieta restando tiempo al tiempo. Que el tenis se mueve por sensaciones, sobre todo al límite del vértigo, tiene su plasmación aquí: Berankis tiembla al límite de los sets, pero muestra firmeza en los inicios: otra rotura al inicio del tercer set que esta vez sí atrapa con fuerza y hasta el final. El primer saque del español, a pesar de los 12 aces, todavía no está ajustado (65 %), y el lituano halla en ese resquicio el premio de su buen hacer y el de saber aprovecharse de las dificultades ajenas.

Alarga la partida, un cuarto set, pero es Nadal el que encuentra en las sombras de la pista central el último ingrediente: el ahora, olvidar el pasado, ignorar el futuro. No está todo hecho, pero es una mejor versión de sí mismo, la que necesita, que interrumpe la lluvia unos 50 minutos, cuando ya había un 3-0 prometedor de lo que vendrá.

Bajo techo, el mejor Nadal. La lluvia parece limpiar la incomodidad y activar la velocidad de piernas. Fresco el balear incluso se permite ya puños y gritos al aire; tensión despejada y convencimiento: el viento se va, el tenis está. Se acaba con sensaciones y derechas que le permitan sumar confianza. Y con un ace. Sonrisas. No solo por este partido, victoria al zurrón y tercera ronda, sino por los que quedan. Se gana con errores, con sufrimiento, con trabajo, con perspectiva de que hay margen para subir el nivel, ganarse a sí mismo. Como siempre.