Sortu pone precio a Sánchez para seguir en la Moncloa: liberar a todos los presos de ETA

La izquierda abertzale lanza su desafío: si Pedro Sánchez quiere seguir al frente del Gobierno la próxima legislatura, y los votos dependen de Bildu, el precio está tasado: los cerca de 200 presos de ETA tienen que salir a la calle. No debe ser una amnistía, según su criterio; «pero el Estado tiene herramientas, como los indultos, para que eso sea posible».

Así lo confirman fuentes de la izquierda abertzale consultadas por ABC, que insisten: «Todos tenemos mochilas. Los socialistas, por supuesto; pero nosotros también. Que nadie se olvide de eso». Y añaden las mismas fuentes: «Las conversaciones privadas sobre este tema vienen de lejos, y por eso ahora se puede decir de forma pública; queda que ellos decidan, aunque hay que darles tiempo».

Por tanto, desde la óptica proetarra la ecuación está clara: Moncloa por presos. Esa, y no otra, es la tesitura a la que puede verse abocado Sánchez, que a la vista del equilibrio político que se desprende de los sondeos de opinión solo podría seguir en el cargo si accede a las exigencias del nacionalismo más duro.

El PSOE tiene una papeleta envenenada, porque sabe que solo podrá seguir en el Gobierno si mantiene el apoyo del nacionalismo radical y de Podemos. Pero su socio de gobierno también está a favor de sacar los presos de ETA a la calle, lo que le deja poco margen de maniobra. De forma paralela, Sánchez es consciente de que si hace público cualquier indicio de que va sacar a los presos de ETA a la calle la sangría de votos será irreversible.

Entre lo malo y lo peor, la ecuación es aún más complicada porque el resto de independentistas, catalanes y gallegos, con los que Pedro Sánchez mantiene su ‘gobierno Frankenstein’ –Rubalcaba ‘dixit’–, está en la misma clave, siempre según las fuentes de la izquierda abertzale consultadas por ABC. «No estamos solos en la exigencia de que nuestros presos salgan a la calle», insisten esas fuentes.

Beneficio mutuo

Es en este marco en el que se produce la primera reunión oficial mantenida ayer por Sortu y los socialistas vascos. A los dos los interesa un cierto entendimiento: al PSE, porque es un paso más en la estrategia de blanqueamiento de los proetarras, gracias a los cuales en buena parte Sánchez se mantiene en el Gobierno, lo mismo que María Chivite en Navarra; a los de Otegi, porque saben que en la medida en que ellos mantengan al actual ejecutivo podrán tener una influencia en las políticas de Estado que no se corresponde con su peso electoral.

Las fuentes de la izquierda abertzale consultadas explicaban ayer: «Que nadie espere resultados espectaculares de este primer encuentro oficial; lo que tiene valor es que se haya producido. Hay que ir paso a paso». «Hay una evolución», indicaban fuentes del socialismo vasco, que no esconden la necesidad de lanzar advertencias al PNV para que no siga con su estrategia de pactar a un lado y a otro, pero siempre con ganancias para ellos.

En ambas consideraciones –Moncloa por presos, movimiento del eje de poder político en el País Vasco–, se adivina una debilidad inquietante del Ejecutivo, que deberá explicar en su momento por qué gobierna, ya sea con apoyo directo o con una abstención, con los proetarras. «Ya tenemos esa colaboración en Navarra y no ha pasado nada», explican a ABC fuentes oficiales socialistas de la comunidad foral, no entusiasmadas con la deriva actual de este partido. Y hay mociones de censura en un par de pueblos de Guipúzcoa en las que ha habido un acuerdo entre socialistas y proetarras para desalojar al nacionalismo supuestamente moderado.

Al hilo de la primera reunión con luz y taquígrafos de ayer de Sortu con el PSE, desde la izquierda abertzale se lanza un doble mensaje: uno interior, para el País Vasco, y otro para el resto de España. En clave interna, la idea fuerza es que se ha acabado con el paradigma según el cual solo el PNV puede pactar a derecha e izquierda, con el PP y también con el PSOE. Para el resto de España, la imagen es que el independentismo, por paradójico que sea, es parte esencial en la gobernabilidad del Estado y «gente de fiar», lo que les da una posición de más legitimidad a la hora de negociar.

Sin contrapartidas

«ETA ha desaparecido hace más de diez años. Sortu ha acreditado una coherencia en su discurso desde ese momento», explican desde la izquierda abertzale, que añaden: «Los partidos que se queden en el inmovilismo lo pagarán». Fuentes del socialismo vasco, críticas con la nueva dirección de su partido, responden: «No les hemos exigido lo suficiente; en realidad, no les hemos exigido nada. Dicen una cosa y en el día a día actúan de forma contraria. Y lo que es peor, hay un error obvio de estrategia. Los jóvenes piensan, lo mismo que los veteranos acomplejados que tenemos, que puede haber un caladero de votos para el socialismo en ese sector, cuando los hechos demuestran que es incierto».

Tanto la izquierda abertzale como sectores oficiales del actual PSE coinciden en vislumbrar un futuro en el que se romperá el eje nacionalistas/no nacionalistas, al estilo de lo que sucedía hace años en Cataluña. «Es más que probable que a medio plazo –nunca antes de los próximos cinco años– se pueda ver en el País Vasco un gobierno de coalición con los socialistas en clave ideológica, más allá de la identitaria», explican las fuentes de la izquierda abertzale; «en los órganos internos no se ha planteado, pero otra cosa son los acuerdos puntuales», matizan las fuentes de los socialistas vascos consultadas por ABC.

Lo importante, para unos y otros, es que el PNV ha dejado de ser el elemento de centralidad en la política vasca: «Han gobernado con los socialistas, pero también con los populares», insisten fuentes de la izquierda abertzale; «se han aprovechado de eso y nos han exprimido; hay que darles un aviso», reprochan los socialistas.

Las fuentes proetarras consultadas por ABC admiten que la cuestión de los presos terroristas es nuclear para ese sector, sobre todo porque no pueden consentir que la disidencia más radical –más radical aún, cabría añadir–, pueda coger fuerza al calor de esa reivindicación. «Son pocos, su peso es mínimo, pero existe», explican. Y van más allá: «Somos lo que somos, y lo que no somos es una cuadrilla de traidores; asumimos nuestro pasado», afirman. Añaden que «la mayoría de la población está en esa clave, porque ETA ha desaparecido hace una década. Los partidos que no sepan adaptarse a esa nueva realidad están condenados a desaparecer».

«Somos muy poco exigentes con ellos –explican fuentes socialistas vascas críticas con la deriva actual del PSE–. Los jóvenes que han llegado a la dirección, y los veteranos acomplejados, creen que van a conseguir votos en el caladero independentista, cuando ya se ha demostrado que eso no va a ser así. Es más; desde que tenemos esa estrategia perdemos votos. Eso, claro, si se obvia lo que supone blanquear a quienes aplaudían los asesinatos de nuestros compañeros».

«Hombre de paz»

El congreso de Sortu de este fin de semana añadirá, solo a corto plazo, elementos de preocupación para el socialismo que quiere entenderse con el secesionismo vasco. La llegada a la dirección de ese partido del exjefe de ETA David Pla y de Elena Beloki, jefa en su día del aparato internacional de la banda, lanza un mensaje evidente, según admiten las fuentes de la izquierda abertzale consultadas por ABC: «Somos lo que somos, no una banda de traidores; son de los nuestros».

Además, con esos nombramientos de significados terroristas, según admiten las mismas fuentes, se intenta apagar las voces de la disidencia más radical –«es minoritaria, pero existe», reconocen– y se vuelve a dejar muy claro que no hay arrepentimiento por las salvajadas cometidas por la banda terrorista, que fueron apoyadas por los proetarras al frente de los cuales está, Arnaldo Otegi. Un «hombre de paz», en palabras de Zapatero».