Cáritas Aragón ayudó a 2.866 personas a mejorar su perfil laboral en 2020

Cáritas Aragón atendió en 2020 a 2.866 personas en su programa de empleo y economía para mejorar su perfil laboral y a pesar de las dificultades del mercado de trabajo por la pandemia de covid-19, 621 lograron acceder a un empleo, el 22 por ciento de los participantes.

La entidad ha hecho público este martes el Informe anual de Empleo y Economía Social que recoge las acciones desarrolladas en 2020 en una de las áreas estratégicas de Cáritas para dar respuesta a los retos de la exclusión y la desigualdad.

A pesar de un contexto marcado por la pandemia, que según la organización ha complicado aún más las posibilidades de acceso a un trabajo decente, Cáritas ha mantenido el ritmo de respuesta de sus programas de empleo y economía social y acompañó a un total de 2.866 personas y de ellas, 621 lograron acceder a un puesto de trabajo, lo que supone casi un 22 % del total de personas participantes.

Toda esta acción, apunta la entidad, ha sido posible gracias a los 3.971.241 euros invertidos en el conjunto de las Cáritas aragonesas.

Cáritas en Aragón además genera empleo protegido a través de sus iniciativas de economía social (empresas de inserción o centros especiales de empleo) por las que han pasado 61 personas en los 53 puestos de inserción con los que se cuentan.

A través de estos empleos de inserción mejoran su empleabilidad en un entorno real de producción, desarrollando sus competencias laborales y personales.

Cuentan con el apoyo del personal de producción y de acompañamiento, cuyo objetivo es formar y capacitar a las personas para poder mejorar sus posibilidades de acceso a un puesto de trabajo en el mercado laboral ordinario tras su paso por una entidad de Economía Social.

Según el informe de Cáritas, la crisis de la covid «ha mostrado con claridad lo que es verdaderamente esencial: la vida, la salud, los cuidados, el apoyo de la comunidad, el cuidado del planeta», de ahí la necesidad, apunta la entidad, de poner en práctica una economía que dé prioridad a lo esencial y de liderar un nuevo modelo económico centrado en las personas y el cuidado de la vida.

El impacto de esta nueva crisis, en términos de empleo, se podría resumir para Cáritas en una rápida y constante destrucción de puestos de trabajo, en una seria incertidumbre y en la reducción de ingresos debido a los ERTE, que, no obstante, han paliado esa destrucción de puestos de trabajo.

Asimismo, hay un incremento y visibilización de la precariedad estructural e inestabilidad laboral entre quienes entran y salen de un mercado laboral, que antes de la crisis ya era inseguro e intermitente, y que a día de hoy «se ha convertido en altamente movedizo dando lugar a trayectorias laborales permanentemente interrumpidas».

Según la entidad, en España se han destruido desde el comienzo de esta crisis cerca de 700.000 empleos, a los que hay que sumar los 743.628 personas que se encuentran actualmente en situación de ERTE, y todo ello ha generado que casi 1,5 millones de personas hayan visto cómo sus ingresos se reducían de manera drástica o total, afectando sus condiciones de vida.

Las mayores tasas de pobreza exclusión se concentran en el colectivo de personas desempleadas, por cuanto no contar con un empleo multiplica por dos el riesgo de caer en situación de exclusión o pobreza severa, destaca Cáritas, que advierte, no obstante, de que la ausencia de empleo no es la única que empuja a situaciones de exclusión y pobreza, ya que la vulnerabilidad se da cada vez más entre aquellas personas y hogares que están trabajando.

«Contar con un empleo ha dejado de ser sinónimo de integración y bienestar», incide la entidad, que reclama que los fondos europeos sean una palanca que permita mejorar el modelo productivo potenciando la economía verde, la cohesión territorial y social y el impulso a la digitalización.

En ese aspecto, apela a que se tengan en cuenta cuatro elementos fundamentales para la vida de las personas más vulnerables: el reto de crear empleo inclusivo que realmente permita una vida digna, un ajuste de recualificación y adaptación al futuro modelo productivo, la ruptura del contrato social para el desarrollo vital de los jóvenes y que el empleo no es la vía de integración social para todas las personas.