Barómetro del Cis: El ecuador de la campaña mide la resistencia de Ayuso y la movilización de la izquierda

En las elecciones generales del 2004, días después de los atentados del 11-M, un experto en demoscopia explicaba que supo que algo imprevisto iba a pasar cuando vio en colas para votar a personas, especialmente jóvenes, con tipologías que se correspondían con abstencionistas tradicionales, por estar al margen del sistema y, por supuesto, de las elecciones. Sin comparar, por supuesto, la situación actual con la de aquella terrible tragedia, sí es posible que haya ahora un efecto similar el 4 de mayo en Madrid, sin que esté claro en qué se va a traducir en los resultados cuando se cierren las urnas.

El efecto, explicado por varios expertos en encuestas, viene determinado por una previsible participación tan elevada como que no es posible calcular sus consecuencias. Todos los estudios, empezando por el del CIS, muestran que la movilización puede ser récord y que puede llevar a las urnas a grupos sociales que no suelen acudir a votar, como pasó en las generales de 2004.

Y cuando eso ocurre, normalmente, se produce tal volatilidad que puede dar lugar a sorpresas. Por ejemplo, con la omisión también del ambiente especial que se vivía, ocurrió algo parecido en Cataluña en 2017 cuando ganó Ciudadanos con récord de participación. Además, esta campaña de Madrid, que llega a su ecuador, es una de las que ha tenido más acontecimientos de los que condicionan votos. Por todo ello, una precampaña que se inició con pronósticos coincidentes y aparentemente claros, evoluciona hacia una elevada volatilidad y a resultados más apretados. Que también por saber qué efecto tendrá que las elecciones sean un día laborable.

Gran parte de las estrategias iniciales han volado por los aires durante la campaña y aún estarán sometidas a revisión antes del día de las elecciones.

Todas las encuestas, salvo la del CIS, muestran claramente que la suma entre PP y Vox superará los 69 escaños de la mayoría absoluta. Casi todas coinciden en que Ciudadanos está por debajo claramente del 5%, lo que le dejaría fuera de la Asamblea y la mayoría muestra una tendencia del PSOE a desinflarse, con Más Madrid con sorprendente fortaleza y Unidas Podemos asegurando su presencia en el parlamento regional.

Los acontecimientos de campaña han polarizado el discurso entre Vox y Unidas Podemos, tal y como se vio claro el pasado miércoles en el debate de Telemadrid, el único completo de toda la campaña, y el frustrado de la Cadena SER. Pablo Iglesias ha logrado de nuevo liderar la agenda de la campaña, por activa por su participación en el debate e involuntariamente por las graves amenazas recibidas. Y luego por la gestión del enfrentamiento en la SER, en el que Ángel Gabilondo y Mónica García tardaron en reaccionar frente a la ultraderechista Rocío Monasterio.

Esos hechos pueden tener un efecto contradictorio en el electorado. Por un lado, según los expertos, esos hechos logran lo que buscaba la izquierda: la movilización de votantes potenciales que, como queda dicho, casi nunca se acercan a las urnas. Comprobar la posición ultraderechista de Vox y sus postulados contra menores o dudando de las amenazas a Iglesias, el ministro del Interior y la directora de Guardia Civil lleva a movilizar a electores de la izquierda para evitar que Monasterio pueda llegar a la presidencia de la Comunidad de Madrid o pueda ser el apoyo de Ayuso en la Asamblea.

La izquierda tiene ya un mensaje claro. Hay que tener en cuenta que en gran medida normalmente se vota no solo a favor de una opción, sino en contra de otra u otras. Ayuso logró un mensaje del voto “antisanchista” y la izquierda tiene ya el de la reacción a la extrema derecha. El eje de campaña ha cambiado. Ayuso había logrado imponer el de «libertad» y ahora puede pasar a «democracia».

Tiene otros dos efectos contrarios y es que, a su vez, mueve a los electores de la derecha como reacción a Iglesias. Pero en este caso, los sondeos muestran que la movilización de la derecha ya era suficientemente alta como para tener muy escaso margen de maniobra.

Los propios sondeos del CIS, los únicos que dan empate o victoria de la izquierda, sirven para movilizar a la izquierda para conseguirlo, pero sobre todo movilizan a la derecha y disipan uno de los peligros del PP al inicio de la precampaña: el exceso de confianza en una victoria segura.

En medio de esa polarización quedan el resto de partidos, especialmente, Edmundo Bal de Ciudadanos, con dificultades para hacerse hueco. En el debate su mensaje fue el de presentarse como el partido que puede impedir que gobierne Ayuso con Vox y se supone que ahora lo reforzará para la segunda mitad de la campaña, aunque mantiene la espada de Damocles de la desaparición en Madrid, acentuada por la polarización que le saca del tablero de discusión.

La izquierda tiene, además, una ventaja evidente y es que cubre casi todas las opciones posibles de ese espectro. El moderado PSOE, la opción más radical de Unidas Podemos y la de Más Madrid que sirve como “alternativa refugio” para los que en la izquierda rechazan a Iglesias, pero no votan a los socialistas.

Por primera vez, las tres opciones funcionaron casi como un bloque y sin rozarse entre ellos en el debate de Telemadrid, mientras que los tres partidos del bloque de la derecha discutían entre ellos con diferente intensidad. El bloque de la izquierda se consolida con el cinturón sanitario en torno a Vox.

Mónica García es la sorpresa hasta el momento, porque hasta los suyos temían que la campaña se le hiciera larga, pero según todos los sondeos aguanta y se refuerza. De hecho, fuentes de Más Madrid y de Unidas Podemos aseguran estar preocupados por la pérdida de fuerza por parte del PSOE.

Gabilondo debía aportar crecimiento del bloque hacia el centro con votos procedentes de Ciudadanos y apenas lo está consiguiendo. Según todas las encuestas, la inmensa mayoría de votos de Ciudadanos va al PP y el PSOE solo arranca unos miles de votos que solo se pueden traducir en un par de escaños. Además, el candidato socialista viró su campaña en el debate para dejar de buscar votos de Ciudadanos y admitir abiertamente que pactará con Iglesias. Es decir, busca su estrategia y no la del bloque.

Ayuso partía con una clara y cómoda ventaja, pero el margen de las encuestas se ha estrechado. Tiene mucho más difícil el objetivo de la mayoría absoluta y ve que el eje de la campaña ya no es la libertad y la hostelería, sino la democracia. Y ahí se siente más incómoda porque su única opción de seguir en la Puerta del Sol es pactar con la ultraderecha que pone en cuestión las amenazas a un candidato. Vox ha arruinado su mensaje de campaña.

Vox ha acelerado en su discurso radical, empezando por el rechazo a los menores migrantes y cuñas de radio en las que Monasterio habla de “perseguir a los ‘menas’”. Ha logrado de esa forma meterse en campaña con su discurso de la seguridad y los extranjeros.

Un veterano diputado del PP explica que copian el discurso de la extrema derecha francesa, con la diferencia de que en Madrid los porcentajes de población migrante son mínimos comparados con los de Francia y, por tanto, no es fácil percibirlo como un problema real. Hasta Ayuso les dijo que solo son 249 menores entre una población de siete millones de madrileños.

Por cierto, que en Francia la derecha no solo no pacta con la ultraderecha, sino que pide el voto para los socialistas en la segunda vuelta para evitar la victoria de Le Pen. Y a Ayuso esta posición de Vox le dificulta el pacto con Monasterio y a Pablo Casado tener que aceptarlo.