Acoger para sobrevivir

Del dicho a Hecho hay un trecho. A Hecho, a Ansó, a Borau, a Castiello. De querer fugarse de la ciudad a asentarse en el mundo rural se traspasa un camino bacheado de dudas. El suspense de la adaptación, la escasez de vivienda, el abismo entre las expectativas y la realidad o la oferta de trabajo forman barreras que no siempre se perciben en el ansia de la nueva aventura de irse al campo. Para derribarlas, para facilitar la llegada de población a un entorno que los necesita, romper falsas realidades y tender puentes de información entre los que están y los que quieren estar ha nacido el proyecto de formación Despedir, llegar, acoger: claves locales para la reactivación de la vida en territorios rurales aragonés.

Este miércoles  se desarrollará la segunda charla gratuita de esta campaña en las comarcas de la Jacetania y Alto Gállego. Será un encuentro online, para no contagiar. El corro lo formarán neorrurales que intercambiarán experiencias, preguntas, inseguridades y alguna certeza.

Bárbara será una de ellas. Está a punto de dar el salto desde Madrid. Ha visto en la pandemia la liberación. Convertirá su punto de escape en su hogar. Decidido. Pero no es tan sencillo. ¿De qué trabajaré? ¿Dónde conozco a gente? ¿Qué puedo hacer? Charlar con otros que han vivido este camino, asentados en ese territorio, sirve para reducir la incertidumbre. «Es una forma de conectar con alguien que está en tu posición o que ya lo ha pasado, un punto de encuentro, una red de apoyo con los agentes de la zona a los que poder preguntar sobre dudas, empleo…», expone con la maleta casi hecha.

Asistió a la anterior reunión en noviembre. «Nos colocaron por grupos y trabajamos contestando una pregunta. ¿Por qué te vas a vivir a un pueblo? ¿Qué te frena a ir? ¿Qué echas de menos a la ciudad?»,  recuerda. El miércoles volverá a conectarse y a conectar con gente, ir haciendo comunidad.

Esta experiencia nace de un empeño mayor, el programa Pueblos Vivos, que engloba actuaciones de integración para contribuir a frenar la despoblación y potenciar la instalación de nuevos pobladores desde nueve asociaciones comarcales y rurales de Aragón. «Se intentan eliminar los estereotipos  que tienen tanto la gente que vive en los pueblos como los que vienen», remarca Andrea Valerio, que junto a Isabel Madrigal, gestionan el proyecto en Jacetania y Alto Gállego.

La puesta en marcha comenzó antes del parón de la pandemia. Contactaron con asociaciones locales para buscar voluntarios que sirvieran de nexo con los nuevos pobladores. «La vivienda es el cuello de botella, el gran problema. Ellos nos informan de la oferta y muchos pueblos están desarrollando proyectos», indica Andrea Valerio. La iniciativa también contempla a la población flotante, con segunda vivienda o vinculos activo con la localidad como descendientes. Hacia ellos se dirigió el segundo taller, el 10 de noviembre, bajo el título Yo, que amo mi pueblo.

De París a Hecho

Loli se apunta a un bombardeo. Es chesa por devoción. Hace 23 años llegó a este rincón siguiendo las flechas del amor. Ella, francesa, de París. Y aquí terminó, encantada. Como técnico en la Oficina de Turismo está acostumbrada a dar información y, ahora, que no tiene este trabajo, se encarga de hacer lo mismo para que lleguen nuevos pobladores. «Vino una pareja que buscaba alojamiento en Aragüés. Hicimos red con los contactos de los grupos de WhatsApp para darles información», dice orgullosa.

Ella forma parte del otro lado de la cadena. Los autóctonos que son conscientes del problema y se involucran en acoger a los necesarios colonos. «Facilitar el camino de la gente que quiere venir al pueblo para hacérselo más fácil, dándoles a conocer los sitios para vivir, el trabajo, el transporte. Ser anfitriones para que no se encuentren en un sitio que no conocen con gente que no conocen. Hay que ayudar para que el pueblo siga vivo», afirma Loli Marco. En octubre recibieron una primera formación.

Ella lo vivió, las suspicacias del principio, por ello aconseja a quien venga. Romper esos pensamientos, de unos y otros, es imprescindible y por ello se valoran estas formaciones. «A la gente de los pueblos no les gusta que se tome el mando por ellos cuando llegas, pero, por otro, lado, la sensación de comunidad es completamente diferente a la ciudad. Somos una gran familia, cuando uno tose, tosemos todos», advierte. De eso y más se habla en esas charlas, romper el bucolismo que muchos traen en la maleta y rebajar los temores al cambio de los de siempre.