Anderson se lleva el segundo partido más largo de Wimbledon

No ha gando un Grand Slam, pero tiene dos récords, ambos en Wimbledon, muy difíciles de batir. John Isner es el tenista que ha disputado los dos partidos más largos del torneo. A las 11 horas y cinco minutos que estuvo en pista (en tres días) contra Nicolas Mahut en la primera ronda de 2010 (6-4, 3-6, 6-7 (7), 7-6 (3), 70-68), sumó seis horas y 36 minutos en su choque contra Kevin Anderson, en la semifinal más larga de un Grand Slam. Pero el sudafricano se llevó el triunfo y la plaza en la final, su primera gran final, el domingo en Wimbledon. Muescas en sus historiales personales y en la del propio torneo.

Hasta este partido, Isner y Anderson sumaban 284 saques directos (160 por 124), terminaron con 213 y 173, una barbaridad que se entiende porque son los dos tenistas más altos que jugaban una semifinal de Wimbledon en la historia. El estadounidense, 10 del mundo, se espiga hasta los 208 centímetros; cinco más que el sudafricano, octava raqueta del planeta. Las armas, por tanto, quedan expuestas aun sin sacar la raqueta de su funda, maximizada la potencia del primer golpe en la cada vez más gastada hierba de Wimbledon. Ironías de viernes trece, el primer punto del partido, a cargo de Anderson, fue una doble falta.

Pero el guion del partido sí siguió la lógica de dos sacadores. Los tres primeros sets se decantaron en el tie break, conscientes ambos de que el resto podía resultar inútil ante saques que llegaron a rozar los 230 kilómetros por hora. En los once partidos precedentes, quince de los 27 sets terminaron en esa muerte súbita. Además, se conocen desde adolescentes, los trucos, los fallos, los temblores y las fortalezas. Ambos desarrollaron su tenis en las ligas universitarias antes de dar el salto profesional. Isner defendía el escudo de la Universidad de Georgia y Anderson, el de Illinois. En 2007 ambos se cruzaron al final de la liga nacional, donde se impuso el primero. «Nos hemos enfrentado desde hace catorce años y es genial para nuestras universidades que estemos en esta ronda de Wimbledon ahora. Creo que ninguno de los dos podía imaginar que llegaríamos aquí», admitió Isner.

El sudafricano, finalista del US Open 2017, llegaba con la mochila de experiencias en Grand Slam algo más cargada que el estadounidense, novato en esta ronda tan cerca de la lucha por la final, aunque ninguno de los dos había llegado tan lejos en Londres. Anderson partía con ese primer paso dado, ampliado en este Wimbledon porque se llevó el partido contra Roger Federer levantando dos sets en contra y una bola de partido. Moral y confianza que lo impulsaron a ser paciente y dirigir el tie break hacia su banco.

Sin embargo, Isner, que mandó a Milos Raonic para casa en la ronda anterior, supo reconstruirse, mostrar más paciencia y sutilezas en la segunda manga para recoger una mariquita que había caído en el cuadro de saque y sacarla de la pista y del peligro, y para inclinar el segundo tie break a su favor. No había sorpresa alguna en comprobar que los puntos se decidían con apenas uno, dos o tres golpes, a pesar de los intentos de subir a la red de Isner y de los pasantes de Anderson. Tampoco hubo sorpresa en que el tercer set se desarrollara de la misma manera, aunque se vieron los dos primeros breaks, uno para cada uno.

Las manos temblaron en la cuarta manga, sobre todo las de un Isner que se desesperó por no aprovechar las oportunidades de break que logró rascar a su rival. El sudafricano aguantó bien a pesar de que aumentó su total de dobles faltas y atacó cuando vio flojear al rival. El desenlace, en la quinta manga.

Y en esa situación, Isner debió tomar notas de su partido cotnra Mahut, pues todo se encaminaba hacia ello. Sin brillo y sin grandes puntos, los dos se dedicaron a centrarse en su turno de saque. Y así, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12… hasta 50 juegos, otro maratón interminable que, sin tanta experiencia en estos terrenos, se llevó el Anderson.

Fue el que tuvo un gramo más de ambición cuando ya los cuerpos estaban agotados, incluso se desmarcó con un puntazo después de caer y devolver una pelota con la mano izquierda. Al final, celebración contenida para el sudafricano porque habían sido seis horas y 36 minutos de saques y restos que pasa a la historia como el segundo partido más largo de Wimbledon. Y el tercero de todas las competiciones por detrás del Isner-Mahut y de las seis horas y 43 minutos del Mayer-Souza de la Copa Davis 2015.