La Red para el Estudio de las Monarquías Contemporáneas concluye que la corona es garantía de calidad democrática
Un grupo de nueve expertos aglutinados en la Red para el Estudio de las Monarquías Contemporáneas (REMCO) ha elaborado un decálogo de diez preceptos por los cuales las monarquías parlamentarias garantizan una mayor calidad democrática que las repúblicas y por los que el rey está más a salvo del populismo que el presidente de un Estado republicano. Estos se han reunido esta semana en torno al seminario Monarquías, Crisis Constitucional y Calidad Democrática celebrado en la Fundación Botín y liderado por Juan José Laborda.
El expresidente del Senado defendió que «el populismo está contaminando la vida de las democracias» y que el «rey parlamentario está más a salvo del populismo que el presidente de una república». Llegó a sostener, incluso, que en todos los casos la monarquía da mejores resultados democráticos que una república.3
Lo hizo basándose en el decálogo elaborado por Ángel Rivero (profesor de Teoría Política), Daniel Carrasco (catedrático de Contabilidad Pública), Ignacio Molina (investigador del Real Instituto Elcano), Daniel Sánchez Toledano (doctor en Ciencias Económicas y Empresariales), David Jiménez Torres (escritor), Eduardo Álvarez (periodista), Germán Teruel (profesor de Derecho Constitucional), Inger Enkvist (hispanista pedagoga sueca, catedrática emérita de Literatura Española en la Universidad de Lund) y Javier Tajadura (catedrático de Derecho Constitucional). Este ha sido consultado por THE OBJECTIVE, que desglosa sus diez puntos.
El decálogo
La mayoría de democracias plenas son monarquías: todas las monarquías europeas, más los países desarrollados cuyo jefe de Estado es el monarca británico, son democracias plenas y sólo hay una que en 2022 el índice de The Economist considera democracia defectuosa: Bélgica. Y entre los 20 primeros puestos de índices que miden la calidad de la democracia en el mundo (Economist Intelligence Unit, Freedom House o V-Dem), están casi todas las monarquías constitucionales. Es más fácil que un país sea democrático si es monarquía que si es república.
No son más caras que las repúblicas: mientras que la Corona británica tiene un presupuesto de unos 100 millones de libras, las casas reales neerlandesa y noruega cuestan a sus ciudadanos menos de la mitad, unos 44 millones de euros. La Casa Real española es la menos costosa, unos 8,5 millones, en contraste con el presupuesto de la Presidencia francesa (100 millones de euros). El dossier concluye que no se puede afirmar que las monarquías sean más caras que las repúblicas, pero tampoco lo contrario: «Hay monarquías caras y baratas, y repúblicas caras y baratas».
Son modernas: aunque se acusa a las monarquías de ser anacrónicas, la base de datos de World Value Surveys evidencia que los países más posmodernos, más post-materialistas y más liberales en costumbres y hábitos suelen ser las monarquías nórdicas (Suecia, Dinamarca, Noruega y Holanda), seguidas del Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda. Los expertos también plantean una cuestión interesante: «No es casualidad que sea más fácil transitar de una dictadura a una democracia bajo el paraguas de la corona que bajo una república».
Son legítimas: la legitimación de las monarquías constitucionales proviene de la constitución y no se trata de una legitimidad alejada de los principios democráticos modernos. En términos de Max Weber, la legitimidad legal democrática de la Corona española no se diferencia de la existente en una república al haber sido avalada por los ciudadanos masivamente cuando estos aprobaron la Constitución de 1978. En este sentido, la monarquía tiene la misma legitimidad que el Estado de las Autonomías o la independencia del Poder Judicial.
Contribuyen a la cohesión social: el hecho de que la Jefatura del Estado sea hereditaria y no elegida tiene, contra-intuitivamente, efectos positivos, pues al no representar a ningún partido o parte, puede representar a la nación mucho mejor que una magistratura elegida, inevitablemente por unos (y contra otros).
Ejercen un papel moderador: por la misma razón (no haber sido elegidos) una de las características clave de las monarquías es su neutralidad política. En mayor medida aún que la presidencia de una república constituyen instituciones radicalmente apartidistas y neutrales entre las diversas opciones políticas, que representan al país en su conjunto. Por esto mismo, puede presentarse como un órgano mediador en caso de bloqueo político, a la hora de favorecer la gobernabilidad o en relación con pactos de Estado.
Interés en el largo plazo: las instituciones políticas democráticas, en particular los partidos, consideran que su actuación tiene que ceñirse a un ciclo electoral de cuatro años o, como mucho, dos legislaturas. Sin embargo, las monarquías no se ven afectadas por los ciclos electorales. Su interés está en el largo plazo y sus objetivos -la representación del país, la contribución a la continuidad de la comunidad política, la estabilidad y el bienestar social-, que coinciden con los intereses fundamentales del país, dependen del mantenimiento de la institución en el tiempo.
Son los mejores embajadores: la continuidad en el tiempo, sumada a la vistosidad de la corona, hace que los reyes o reinas sean los mejores embajadores de un país, ya que adquieren una experiencia y unos contactos de primera mano que ponen al servicio de su país. Isabel II, en lo más de 70 años de su reinado, llegó a tener relación con más de una docena de presidentes de Estados Unidos. Los líderes internacionales confían en los monarcas por la misma razón de su continuidad, pues saben que pasados muchos años seguirán en el cargo.
Marca país: un aspecto que cobra cada vez mayor importancia en las relaciones internacionales es el de la reputación o la imagen de un país. Existen numerosos indicadores que miden de forma rigurosa la reputación en el orden global, bien la atracción económica, cultural, etcétera, que genera un país determinado en el resto del mundo. Es lo que se ha llamado soft power. Lo que nos dicen estos indicadores -por ejemplo, el Índice Elcano de Presencia Global, el Monocle Soft Power o RepTrak- es que en aquellos países que son monarquías la corona puede contribuir de forma positiva a impulsar su soft power o marca país.
La ejemplaridad de la familia real: cuando se le preguntó a Isabel II por el principal problema con el que tuvo que lidiar en su largo reinado contestó señalando a su propia familia. La combinación de una implacable persecución por parte de los medios de comunicación, la falta de privacidad, e incluso de intimidad, de la familia real y, en definitiva, la exposición pública, y la necesaria ejemplaridad que debe proyectar la familia real hace que cualquier tropiezo acabe siendo un problema sistémico para la institución.