Nadal empequeñece a Sinner

Rafael Nadal cumple su victoria 104 en París ante uno de esos tenistas a los que llaman de futuro. Por el momento, es el balear el presente. Porque son 104 victorias y solo dos derrotas. Y no parece que hayan encontrado sus rivales ninguna fórmula mágica para desbaratar sus planes de ser todavía él un tenista de futuro en París. Antes de las ocho de la tarde, el español empequeñecía a Jannik Sinner por 7-5, 6-3 y 6-1 en dos horas y 7 minutos, ya en cuartos y en camino firme hacia su decimocuarto título.

Cada golpeo de Sinner sonaba dos veces en esta Philippe Chatrier todavía medio vacía. Una vez al impactar la pelota en la raqueta y otra al reflejarlo el eco. Eran bombas cargadas de munición, que empujaron a Nadal hacia atrás. París comenzó a ver que, como en el Djokovic-Musetti, los jóvenes podían estar dando pasos de gigante. Pero si hay algo evidente en estos nuevos tenistas que no han cumplido ni los 20 años es que todavía tienen que crecer, faltos de partidos a cinco sets, de puestas en escena en grandes escenarios y de lidiar con la emoción de enfrentarse a los que, solo con la leyenda, ya atemorizan.

Del 0-2 inicial con el que el balear dio el primer aviso, se pasó a un 4-2 a favor del italiano porque su mano anda cargada de adrenalina y potencia descomunales. Activa el brazo bien atrás y suelta el misil. La pelota vuela a tal velocidad que el rival apenas ha podido mirar dónde botará cuando ya le pasa por encima. A este bombardeo, se unió unos juegos de despiste del español, 5 dobles faltas, no muchas opciones de abrir pista y cierto desasosiego cuando la pelota salía despedida de la raqueta de Sinner. No había demasiadas cosas que se podían hacer ante esos impactos más que colocar la raqueta y esperar que fuera el italiano quien errara ante la obligación de un golpe más.

Pero a Nadal le sobran mil recursos para afrontar estos partidos engañosos. Y su mera presencia suele ser una carga demasiado poderosa para muchos nombres de nuevo cuño. Sinner lo sintió, víctima de sus propios nervios cuando servía para ganar el primer set. Con 5-4, el despiste total: no impactó ningún primero y regaló el break, y casi el partido, con una doble falta. Algo que volvería a conceder en el tercer parcial, ya totalmente vencido, con 5-0 en el marcador.

Le falta crecer a Sinner, a pesar de sus dos metros y sus brazos largos como catapultas. Le falta cierta mano para que las dejadas sean dejadas o para que la volea no se convierta en una pared de frontón. Le falta tiempo, claro, y Nadal no está para conceder ningún segundo.

Con ese 7-5 inicial, el balear centró los tiros y los ecos de Sinner dejaron de escucharse. La pelota del balear salía por fin limpia porque ya no había que frenar la velocidad del rival, empezó a imponer la suya propia. Y cuando Nadal abre ángulos, despeja peligros y remata con la derecha, pocos le pueden ganar. En París menos, y un Sinner con buena pegada, pero todavía temblores por los nervios, mucho menos.

Disfruta Nadal de otro partido que ha sabido llevarse a su estilo, que no es tampoco ligero ni liviano. Ya en cuartos de final donde se encontrará con su amigo y complicado rival Diego Schwartzman. Con el argentino ya tuvo un partido de los de sufrir en 2019, aliado el balear con la lluvia cuando el Peque, que así llaman a Schwartzman, parecía haberle encontrado la fórmula para vencerlo en París. Pero este es otro París, y es otro Nadal, muchos más evolucionado, que no atiende a las peticiones de dar lecciones a nadie. Va a lo suyo, a por su decimocuarto título en Roland Garros. Sinner, eso sí, se llevó una clase magistral de las que escuecen. Porque había potencia y ganas, pero Nadal está todavía muy por encima de sus posibilidades.

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