Un suicidio cada 40 segundos

Cada vez son más los expertos que piden que se hable del suicidio con el fin de frenarlos. Tener pensamientos y hablarlos con un profesional puede ayudar a quien los sufre. Y urge, porque, según los datos de la Organización Mundial de la Salud, cada 40 segundos una persona se quita la vida. Mañana, martes, con motivo del Día Mundial de la Prevención del Suicidio, la OMS recuerda que, aunque el número de países con estrategias nacionales de prevención ha aumentado en los últimos cinco años, siguen siendo muy pocos: 38.

“Cada muerte es una tragedia para su familia, amigos y compañeros. Los suicidios se pueden prevenir. Hacemos una llamada a los países para que incluyan estrategias de prevención en sus planes naciones de la salud y de educación”, afirmó el director general de WHO, el dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus.

A nivel mundial, el ratio es de 10,5 por cada 100.000 habitantes. No obstante, este ratio difiere notoriamente según el país, desde cinco suicidios a más de 30 por cada 100.000 ciudadanos. Así, mientras el 79% de los suicidios tienen lugar en países con bajos y medianos ingresos, los países ricos tienen la tasa más elevada: 11,5 por cada 100.000 habitantes, según datos de 2016. Además, ellos se quitan más la vida: casi tres veces más hombres que mujeres mueren por esta causa en países con ingresos altos, en contraste con los países de ingresos medios y bajos, donde la tasa es más paritaria.

Y si algo preocupa especialmente es la gente joven, porque el suicidio es la segunda causa de muerte entre la franja de 15 a 29 años, después de los accidentes de tráfico. Por género y en esta misma franja de edad, en ellas es la segunda causa tras las muertes durante el parto, mientras que en ellos es la tercera: tras los accidentes de tráfico y los asesinatos.

Los métodos más comunes son el ahorcamiento, el autoenvenenamiento con pesticidas y las armas de fuego. Las intervenciones clave que, según la OMS, han demostrado tener éxito en la reducción de los suicidios son las que restringen el acceso a estos posibles medios; trabajar con los medios de comunicación sobre informes responsables de suicidio; implementar programas entre los jóvenes para desarrollar habilidades para la vida que les permitan hacer frente a las tensiones de la vida, y la identificación temprana, manejo y seguimiento de personas en riesgo de suicidio.

En este sentido, la OMS hace hincapié en que la intervención que tiene el potencial más inminente para reducir el número de suicidios está restringiendo el acceso a los pesticidas que se usan para autoenvenenamiento. La alta toxicidad de muchos pesticidas significa que tales intentos de suicidio a menudo conducen a la muerte, particularmente en situaciones donde no hay antídoto o donde no hay instalaciones médicas cercanas. El país mejor estudiado es Sri Lanka, donde una serie de prohibiciones condujo a una caída del 70% en los suicidios y se estima que 93.000 vidas se salvaron entre 1995 y 2015. En la República de Corea, donde el herbicida paraquat representaba la mayoría de las muertes por suicidio en la década de 2000, su prohibición en 2011-2012 fue seguida de una reducción a la mitad de las muertes por suicidio por envenenamiento por pesticidas entre 2011 y 2013.

“Hablar del tema no va a provocar que nadie ponga fin a su vida, sino que permitirá conocer el riesgo y ayudar a la persona”, afirma Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen. Conde recuerda que tener pensamientos suicidas es un síntoma y quien lo presenta tiene que sentirse cómodo para poder manifestarlo y para entender que tiene solución con ayuda de profesionales. De ahí que insista en que hay que sacar al suicidio de la oscuridad social en la que se encuentra por temor al “efecto Werther”. Al efecto contagio. “Si tenemos personas cercanas que tienen entre 15 y 29 años y vemos que consumen películas o series en las que los protagonistas deciden acabar con todo (como en la novela “Las penas del joven Werther” que se quita la vida por mal de amores), hay que advertirles de que existe una línea entre la ficción y la realidad y que nunca que se debe cruzar”. En este sentido, propone que observemos y les preguntemos “si se sienten identificados con los protagonistas de la serie, con sus emociones y con los motivos que les han llevado a tomar esa drástica decisión”. La experta también hace hincapié en que escribir de suicidios en Prensa puede derivar en un mayor número de posibilidades para los grupos de riesgo, para que sean capaces de hablar de ello los que tienen estos pensamientos y sus familiares. “Sacar el tema no va a provocar directamente que nadie ponga fin a su vida”, insiste. “Si familiares, allegados y profesionales no son conscientes del peligro no podrán activar los recursos para realizar una correcta valoración de la situación y segundo, tomar las medidas necesarias”. La terapeuta admite que no es fácil detectarlo: “En muchas ocasiones una persona próxima está desarrollando una depresión y no somos conscientes. Suele suceder más con los varones, que son menos proclives a comunicar sus emociones y sentimientos”.

En el caso de las personas mayores, Conde explica que “debemos estar vigilantes si han perdido el sueño, el apetito y las ganas de vivir; es decir, si presentan un estado apático y no tienen ganas de comunicarse”. Y no menos importante es ayudar a los familiares y personas cercanas a la persona que se ha quitado la vida, ya que tendrán la sensación de culpa porque pensarán que podían haberlo evitado. En cualquier caso, la prevención, insiste, es siempre el camino.