Creo en la Santa Iglesia Católica I

La palabra Iglesia proviene del latín Ecclesia y esta de la voz griega ek-klesia (ek=de, desde, y kaleo= llamo) que significa reunión o agrupación. Con el término “Iglesia” se designa al pueblo que Dios convoca y reúne desde todos los confines de la tierra, para construir la asamblea de todos aquellos que, por la fe y el Bautismo, han sido hechos hijos de Dios Padre, miembros de Jesucristo y templo del Espíritu Santo.
La Iglesia Católica es la reunión de los fieles que profesan la fe cristiana, practican los mismos preceptos, participan de los mismos sacramentos, tienen en vista el mismo fin y viven subordinados a los legítimos Pastores, principalmente al Papa, Vicario de Jesucristo en la tierra. En la Sagrada Escritura encontramos muchas imágenes que ponen de relieve aspectos complementarios del misterio de la Iglesia. El Antiguo Testamento prefiere imágenes ligadas al Pueblo de Dios; el Nuevo Testamento aquellas vinculadas a Jesús de Nazaret como Cabeza de este pueblo, que es su Cuerpo, y las imágenes sacadas de la vida pastoril (redil, grey, ovejas), agrícola (campo, olivo, viña), de la construcción (morada, piedra, templo) y familiar (esposa, madre, familia).

Estaba anunciado que el Mesías fundaría en la tierra un gran reino. Tanto San Juan Bautista como el mismo Jesús que venía a fundarlo, lo llamaron con idénticas palabras: Reino de Dios. Arrepentíos porque el reino de Dios se acerca (Mt. III, 2 y 4, 17). Lo llamaron también Reino de los cielos porque no es de este mundo sino de los que van a los cielos. Durante su predicación Jesús alude constantemente a él: “Buscad el reino de Dios y su Justicia” (Mt. VI, 33), y lo compara a un redil en el que recoge sus ovejas, a una ciudad edificada sobre un monte, para que pueda ser vista de todos; a un campo en el que se siembra la palabra de Dios, a un grano de mostaza, el cual, aunque pequeñísimo, da origen a un árbol. Lo compara también a la levadura que hace fermentar la masa, para significar la expansión maravillosa que tomaría en el mundo; a una red que recoge peces buenos y malos, y a una era que contiene grano y paja, para indicar que entre los fieles habría mezclados mala gente; etc.

La Iglesia tiene su origen y realización en el designio eterno de Dios. Fue preparada en la Antigua Alianza con la elección de Israel, signo de la reunión futura de todas las naciones. Fundada por las palabras y las acciones de Jesús, fue realizada, sobre todo, mediante su Muerte redentora y su Resurrección. Mas tarde, se manifestó como misterio de salvación mediante la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. Al final de los tiempos, alcanzará su consumación como asamblea celestial de todos los redimidos.

La misión de la Iglesia es la de anunciar e instaurar entre todos los pueblos el Reino de Dios inaugurado por Jesús. La Iglesia es el germen e inicio sobre la tierra de este Reino de salvación. Jesús fundo la Iglesia para dos fines sobrenaturales, los mismos que tenía al venir al mundo: glorificar a Dios y salvar a los hombres. Lo dijo expresamente a sus apóstoles: “Como mi Padre me envió, así yo os envío también a vosotros” (para los mismos fines). (Juan XX, 21). Jesús confió a su Iglesia el sagrado deber de velar por que sus hijos lleguen al cielo. El fin específico de la Iglesia es, pues, continuar hasta el final del mundo la obra de la Redención.

La Iglesia es Misterio en cuanto que en su realidad visible se hace presente y operante una realidad espiritual y divina, que se percibe solamente con los ojos de la fe. La Iglesia es sacramento universal de salvación en cuanto es signo e instrumento de la reconciliación y la comunión de toda la humanidad con Dios, así como de la unidad de todo el género humano.

Los miembros de la Iglesia se hallan en varios estados o situaciones: muchísimos, que ya han pasado su estancia en la tierra, están en el cielo formando la Iglesia triunfante, porque han superado su lucha en la tierra y gozan de Dios; otros permanecen en el purgatorio limpiando su alma de las imperfecciones producidas por sus pecados, y forman la Iglesia purgante o paciente porque espera su paso al cielo. Por último, los que aun vivimos en este mundo, luchando contra los enemigos del alma, mundo, demonio y carne, y que formamos la Iglesia militante. Porque la vida del hombre es lucha contra lo que nos quiere apartar de nuestro fin natural, que es conocer la Verdad y encontrarse,… con el Bien, y el fin sobrenatural que es la Amistad con Dios.