Fernando Paz: «El anticlericalismo en España culmina con el genocidio de católicos entre 1936 y 1939»

«Nunca en tan corto espacio de tiempo se produjo una cantidad tal de víctimas mortales: ni en las diez persecuciones del Imperio Romano, ni siquiera en la Revolución Francesa», defiende el experto

Es uno de los historiadores más seguidos, influyentes y políticamente incorrectos de nuestro país. Fernando Paz posee una memoria magistral, que le hace manejar datos, hechos y fechas con una habilidad inusual. De hecho, una intervención suya de hace unos años en un debate con el fundador de Podemos, Pablo Iglesias –donde el vecino de Galapagar no sale bien parado–, acumula millones de visitas en redes sociales. Es la tónica que se repite en las decenas de conferencias, podcast y vídeos suyos en internet, donde cuenta con una legión de seguidores.

No se queda en la superficie o en la simple recitación cronológica de eventos históricos, sino que bucea en las fuentes, revuelve en los archivos e investiga a fondo los sucesos para desentrañar sus causas y consecuencias. Hasta ahora, ese trabajo lo ha volcado en varios libros de historia, como Europa bajo los escombros, El fracaso de una utopía, Proceso a José Antonio, El libro negro de la izquierda española, Antes que nadie, Franco en el banquillo, Guerra Civil sin complejos o Radiografía de Barbarroja.

Ahora acaba de lanzar un curso en línea de historia de España con el Aula Mucha Vida de 27 capítulos en 38 vídeos porque, parafraseando a Cicerón, asegura que «si ignoras lo que sucedió antes de que tú nacieras, siempre serás un niño».

– Afirma usted que «hemos recibido una historia escasa y troceada»…

– El currículum oficial de estudios ha dejado la historia como algo secundario. En segundo de bachillerato se ve algo sin ninguna profundidad y centrado en la historia contemporánea de España, que no es lo que más puede hacer nación.

En cuanto a la carrera, cada vez es peor, la calidad y el nivel con cada vez peores y, además, está efectivamente más troceado, con lo que hay una menor perspectiva de conjunto.

La historia oficial y la que se repite en los medios de comunicación es, en su mayoría, una historia deformada a partir de interpretaciones interesadas, ideologizadas y de una manera muy secularizada. Por tanto, sirve a un interés distinto y diferente, que es de orden ideológico. Esa es la cuestión fundamental. Es no abordar la historia de España como realmente es, sino a partir de una interpretación apriorística.

Azaña y lo católico

– Ya en el primer capítulo de su nuevo curso habla usted de «España, nación católica»…

– Es que el catolicismo, te posiciones a favor o en contra –esto es indiferente– es el tuétano mismo de la historia de España. Sobre esto no cabe ninguna duda. Fíjate que, por ejemplo, Manuel Azaña, por citar a alguien que impugna la condición católica de España a lo largo de su historia, no la negaba, sino que decía que debemos emanciparnos de la historia de España. Era el reconocimiento mismo de que España y su historia, como es lógico, son una misma cosa. Porque, en definitiva, lo que somos es historia. Pero, además, que la historia de España tenía un sentido determinado, no una interpretación ideológica, como decíamos antes, sino un sentido muy determinado. Y por eso quería emanciparse de la historia de España, emanciparse de ese tuétano, de ese sentido último que tiene la historia de España.

No cabe ninguna duda: España, como nación histórica, nace en torno al catolicismo. En mi opinión –y lo de menos es mi opinión, pero creo que puede sostenerse con fundamento– como nación histórica, surge a partir del III Concilio de Toledo, cuando se produce la conversión de la monarquía en católica desde el arrianismo y, por tanto, enmarcado en un proceso más largo de homogeneización de la sociedad por parte de la monarquía goda. Y el padre de Recaredo, Leovigildo, es el que más lo impulsa, pues acaba construyendo esa identificación entre la élite gobernante de origen germánico y el pueblo hispano romano, que era profundamente católico, hasta el punto de que se había negado a ninguna conversión al arrianismo, precisamente consciente de su identidad.

A partir de ahí, indudablemente, podemos decir que nuestra historia, efectivamente, es una afirmación permanente del catolicismo. Eso no hay que interpretarlo en un sentido estrictamente religioso, sino más ampliamente cultural. España es eso o no hay España; o sea, no hay una España B, solo hay una España. Y luego hay otras cosas que no son España y que en algún caso podrían ser la anti España. Naturalmente, esa interpretación de nuestra historia, sin duda ninguna, es plural y matizable. No se trata de congelar en el tiempo una estructura y determinar que eso es exactamente así. Pero, desde luego, lo que se salga de eso, de esos mínimos, por decirlo así, será cualquier cosa, pero no es España.

Otro mito

– España, por lo tanto, no nace en 1812, como se empeñan en insistir algunos…

– Bueno, eso es una interpretación ideológica interesada desde la historiografía liberal. Es un contrasentido porque establece la existencia de España a partir de la creación de la nación política. Pero no tiene sentido crear la nación política si no hay algo que la preceda, si no existe España. No se puede crear una nación política sobre el vacío. No tiene ni pies ni cabeza. Es confundir lo que es España con el hecho de que sea una nación política. España es una nación histórica. Desde mucho antes. Claro, el concepto de nación política solo existe a partir de la contemporaneidad. Obviamente, antes de la contemporaneidad, por tanto, no puede existir. Luego, lógicamente, tiene que existir a partir de ese momento como nación política, pero no como nación y mucho menos como nación histórica.

– Otro mito que se escucha con frecuencia: La Iglesia católica bloqueó el progreso en nuestro país…

– Esto no tiene tampoco ni pies ni cabeza, en absoluto. Para empezar, el cristianismo, sobre todo a partir del tomismo, pero ya también desde mucho antes –lo que pasa es que queda sistematizado en el tomismo– al entender que la naturaleza era buena, o al entender que la naturaleza, en cualquier caso, era obra de Dios, y por tanto era buena, determina que no hay una creación mala, sino que el mal es la ausencia de bien.

Por tanto, la naturaleza era digna de ser estudiada. Y el cristianismo impulsó el conocimiento hasta el punto de que las universidades nacen al calor del cristianismo, impulsadas decisivamente por el cristianismo. Las grandes universidades de Bolonia, París, Oxford o Salamanca son universidades no ya de una impronta cristiana, sino de una naturaleza absoluta, radical y totalmente cristiana.

A partir de la Reforma protestante, la Iglesia católica en modo alguno impidió la investigación científica. Y que me den ejemplos y que se me diga a quién se le impidió investigar. Al contrario: En las universidades católicas se estudiaban ciencias, matemáticas. Incluso los inquisidores en España no solamente permitieron, sino que impulsaron los estudios de Copérnico, por ejemplo.

Sí que nos encontramos algunos frenos destacables en cuanto al estudio de la ciencia en el mundo protestante. Lutero decía que la razón es la puta del diablo. Literalmente. Yo no diría, por tanto, que el luteranismo supuso un gran impulso para la ciencia. Que luego haya otros factores relacionados con el desarrollo del capitalismo –y ahí podríamos entrar en cuestiones como la relación entre capitalismo, protestantismo, catolicismo y demás– que hayan impulsado ese desarrollo, es una cuestión distinta.

En cualquier caso, España ha sido un país con una ciencia mucho más estimable de lo que normalmente se dice. Eso por no hablar de otras esferas del conocimiento, como la historia, la literatura, el arte…

La leyenda negra

–De hecho, ingleses y franceses siempre salen indemnes en la historia, mientras que España con frecuencia es la que recibe una crítica demoledora…

– Porque el relato lo han impuesto ellos. La leyenda negra, que es obviamente a lo que aludes, tiene su nacimiento en la Italia de finales del siglo XV y principios del XVI. Y es una propaganda de guerra. Es una propaganda que se activa en la península italiana por parte de los que defienden a Francia, porque en ese momento Italia está en litigio entre España y Francia. Y entonces, como parte de esa propaganda de guerra, se dibuja a los españoles como borrachos, violadores, pendencieros, miserables, bravucones… en fin, todo lo que hacía una propaganda de guerra respecto al enemigo.

De ahí salta a Alemania, en donde los protestantes, los luteranos, utilizan también la imagen tópica del español –o generan y crean la imagen tópica del español– para atacar al emperador Carlos V. Pasará posteriormente a Holanda y también a Inglaterra. Y, a partir de ahí, han creado el relato.

Lo peor de todo eso es que hemos sido nosotros los que hemos elaborado quizá la parte decisiva de la leyenda negra y los que más hemos hecho por perpetuarla. A partir de las denuncias de Bartolomé de las Casas acerca de lo que sucedía en América, que en parte es cierto y que en parte se corresponde con lo que sucedía concretamente a finales del siglo XV y comienzos del XVI en La Española con las encomiendas. Porque es una cosa muy circunscrita a un tiempo y un espacio muy concreto, y le hemos dado no solamente pábulo, sino que lo hemos asumido como parte de la explicación de lo que somos.

Es una auténtica locura, porque lo que hizo España en América fue exactamente lo contrario, más allá de episodios concretos, naturalmente, pero fue exactamente lo contrario. Llevamos allí lo que podríamos llamar –en términos actuales– los derechos humanos. Desde la reina Isabel se rechazó la esclavitud; Felipe II implantó la jornada laboral de ocho horas, pero para los indígenas, ¡no para los peninsulares!

De manera que, en fin, yo creo que la leyenda negra ha entrado desde hace tiempo en una situación de una enorme precariedad. Creo que hoy se ha abierto paso ya, incluso entre la población, esa revisión, porque la historia está siendo revisada permanentemente, como es lógico, como cualquier saber o ciencia. Y yo creo que la leyenda negra no pasa, desde luego, por su mejor momento. Pero vamos, ni muchísimo menos. Hay que decir también que, entre las clases cultas de Europa y de Norteamérica, la leyenda negra ha sido desechada hace mucho.

Masones en España

– Otro tema que aborda usted en su curso: la masonería. Cuando se habla de ella, muchos esbozan una sonrisita cínica y condescendiente… ¿Ha sido realmente influyente en la historia de España?

– Ha sido determinante. Durante 150 años, grosso modo. Con esto de la masonería ocurre lo mismo que decía Baudelaire sobre el diablo: su mayor astucia es hacernos creer que no existe. La mayor astucia de la masonería es hacernos creer que no tiene importancia. El hecho de que prácticamente no se la cite en los libros de texto, en los estudios de Historia de Bachillerato, de la ESO, y no se le preste ningún interés en los estudios superiores es, quizá, la mejor muestra de que la masonería ha conseguido sus fines.

Todo el siglo XIX español está muy fuertemente marcado por una impronta masónica. Sobre esto no hay dudas. Tampoco puede decirse que lo sea únicamente. Claro que hay muchísimos más factores, y claro que hay muchísimas más fuerzas contendiendo. Pero la masonería es esencial, fundamentalmente desde el Trienio Liberal hasta el final de la Segunda República, entre 1820 y 1938 ó 1939.

Es una de las fuerzas que explican el cambio de la sociedad de una manera más evidente. Algo de lo que no se habla –y es básico para entender la historia de España– es el anticlericalismo, que comienza con la legislación del Trienio Liberal, con los primeros motines y quema de conventos, de asesinatos de religiosos, y que culmina en el genocidio que tiene lugar contra los católicos, contra la Iglesia, entre 1936 y 1939.

Son factores fundamentales sin los que no se puede explicar la contemporaneidad de España: el anticlericalismo y la masonería. Sin embargo, ¡oh, sorpresa!, no aparecen en los libros de texto prácticamente…

La Guerra civil

– Algunos tratan de revestir el genocidio de católicos durante los años 30 del siglo XX como una suerte de estallido popular porque «la Iglesia estaba siempre al lado de los ricos y los terratenientes»…

– Una de las justificaciones del genocidio –que lo fue, ateniéndonos a la ley internacional– es que la Iglesia estaba tan corrompida que, de alguna manera, sí había una cierta justificación para lo que llaman indignación popular, que no era tal, porque se circunscribía básicamente a las capas populares urbanas, y ni mucho menos a todas, sino a las que estaban afiliadas a las organizaciones revolucionarias de izquierda y de la masonería.

Fíjate si estaba corrompida la Iglesia en aquella época que, como dijo Claudel, 7.000 religiosos asesinados y ni una sola apostasía. ¿Tú crees, de verdad, que puede producirse el martirio por la fe de 7.000 religiosos y varios miles de laicos, en una Iglesia podrida, corrupta, etcétera? Evidentemente, no.

Estamos hablando de la mayor persecución y de los mayores crímenes cometidos jamás en la historia contra los católicos y contra la Iglesia: nunca en tan corto espacio de tiempo se produjo una cantidad tal de víctimas mortales. Ni en las diez persecuciones en tiempos del Imperio Romano, ni siquiera en la Revolución Francesa.

Y otra cuestión además, que nos conduce un tema que me parece particularmente interesante: la especial crueldad con la que se cometieron los crímenes. Esos crímenes revelan que, realmente, lo que había de fondo era un intento de una ideología totalitaria, de una religión. Porque el totalitarismo es una religión política, una religión de carácter mesiánico. Eso es lo que sucedió en España y de ahí el intento de desplazar a la religión que les había precedido para imponer la suya, que pretendía un nuevo amanecer de una humanidad libre.