El español, muy errático con el saque y los restos, aguanta el ímpetu y el nivelazo del francés para citarse con Davidovich
Le cuesta el Masters 1.000 de Montecarlo a Carlos Alcaraz. El primero en tierra, cuesta acostumbrarse, y no ha tenido además demasiadas opciones de participación. Se estrenó en 2022 con una derrota en el estreno, y las lesiones le impidieron participar en 2023 y 2024. En 2025, un pasito hacia delante: una victoria trabajada ante Cerúndolo, un buen triunfo de superioridad ante Altmaier, y otra lección de ganar jugando regular ante Arthur Fils. A pesar de los mil errores y las dudas, Alcaraz aguanta el ímpetu del francés para remontar y ganarse la plaza de la final ante Alejandro Davidovich.
Masters 1.000 Montecarlo
Cuartos de final
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4 | 7 | 6 |
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6 | 5 | 3 |
Le cuesta también mucho a Carlos Alcaraz entrar en el partido. Con un 3-0 en contra debido a derechas erráticas, a dobles faltas, escasez de liderazgo y ritmo y un Fils que pega duro y se mueve bien en la arena. Tónica durante gran parte del partido. Pero entre grises, encuentra Alcaraz una luz.
En ese mal inicio, la luz llega esporádicamente en forma de derecha, que suelta cuando ya no le quedan más ideas que funcionen ante la barricada que ha formado Fils al fondo. Y de la que suelta latigazos de derecha y de revés que aturullan al español.
Le cuesta a Alcaraz encontrar el camino, a trompicones de genialidad pero sin continuidad; encauzado sin embargo el de Fils, a pesar de ese tímido despertar del murciano, porque se aprovecha de los restos demasiado cortos del rival y lo presiona hacia el muro, desaparecido Alcaraz de la pantalla y de los días de gloria.
Va a rachas este número 3 del mundo. Está el que se anima con puño al aire, con mano a la oreja porque hay tenis, nivel, trucos. El que palidece ante la velocidad de pelota de Fils, el que yerra más de lo que debería, el que despierta el ‘olé’ del público con una derecha, pero estrella la siguiente en la red, el que no encuentra la iniciativa en los puntos porque son tres metros los que lo separan de la línea de fondo ante el gran nivel del francés, que no tiembla, por el momento, para atrapar el primer set a su favor.
«Pensando, haciendo», le dice a Alcaraz Samu López desde el banquillo. El objetivo es claro: minimizar los fallos en las pelotas más o menos accesibles porque el resto llegará de serie, que en un día normal esto no está tan igualado. Pero no es un día normal, sino uno tenso, dudoso, y hay un rival que lo pone muy difícil. Es tierra, pero se maneja Fils con un puño de hierro en la mano derecha: misiles de derecha y de revés. Y a Alcaraz no le llegan las piernas ni la frescura a todo.
«Primero y segundo, como en rápida, no estés tan atrás», le aconseja López. El pupilo atiende y consigue meter ese puntito más adelante para empezar a desfruncir el ceño y a ser él. Acepta que Fils está en un modo espectacular, pues le arrebata en cada punto la iniciativa y a él le cuesta ir a contracorriente. Pero es lo que toca y a lo que se dedica en un segundo set en el que sufre, pero va sacando sus turnos de saque a pesar de todo.
Fils exige lo máximo a Alcaraz, que no es el fino y liviano de otros momentos sino uno que acumula demasiadas dudas porque no sabe por dónde hacer daño al francés. Lo salva de vez en cuando la derecha que descerraja cuando ya no tiene más ideas en la cabeza, lo mantienen en pie los saques-dejada cuando el primer servicio le entra, que no es fácil en este encuentro de demasiados errores (53 % de efectividad) y mucho ventaja para el rival.
Sonríe de vez en cuando, el ceño fruncido se mantiene la mayor parte del tiempo. Un equilibrio entre los errores y los aciertos en el que se maneja en todo el segundo set. Uno de esos puntazos para la afición se produce en la hora mágica, el punto exacto, la luz, en la séptima opción de rotura que tiene que afrontar el murciano, que puede llevar a Fils a tener 6-5 y saque. Levanta el brazo, a la grada y la ilusión. Espectacular el intercambio y mágica la resolución, que cae para el español y que lo lleva a cerrar en el momento apropiado la cuenta de fallos y sacar la de los trucos de magia. No solo levanta esas opciones en contra sino que en dos juegos impecables consigue desmadejar la guía fina del francés, que acaba enredado en su propio servicio para ofrecer el segundo set al murciano.
Fils lo ha tenido tan cerca, ha sido tan superior por momentos, lo ha hecho todo tan bien, que no entiende lo que ha pasado y se queda ahí clavado, en ese punto en el que lo tenía todo a favor y que empieza a ser todo en contra: cansancio, errores, malas ideas y un rival que estaba herido pero que se mueve con más ligereza a las dos horas de encuentro que al principio.
Se han acabado los errores y las tonterías, parece decirse Alcaraz, que ya ve las pelotas antes de tiempo, los golpes salen fluidos y sin miedo, y aunque sigue habiendo errores, es el francés el que multiplica los suyos. No le queda más, y a Alcaraz le queda cuerda para rato. De los nubarrones sobre Montecarlo sale el sol, así en el cielo como en la pista, porque los grises del murciano se vuelven luz brillante, derechas ganadoras, dejadas impecables, globos en su temperatura justa, que ciegan a Fils, que no tarda en claudicar ante este Alcaraz al que se le exigen este tipo de partidos: errático, dudoso, gris, fallón, pero persistente, paciente, trabajador, sacrificado hasta que encuentre la luz y la sonrisa. Hasta que logre la victoria.
Otro paso más en este torneo que siempre le ha costado, que le sigue costando en esta edición, pero del que se está llevando algunas gotas de una fórmula mágica todavía más desarrollada: persistir a pesar de todo, sobre todo de sí mismo; perseguir el objetivo del triunfo un poco más el rival, y aferrarse a eso aunque lo demás no esté en su sitio.
Alcaraz ya está en el que quería: la semifinal del Masters 1.000 de Montecarlo. Más lejos que nunca. Y citado para este sábado con Alejandro Davidovich, para asegurar una raqueta nacional en la final de Montecarlo.