Los dos viajes de Santiago a Hispania, uno para evangelizar y otro para ser enterrado

El patrón de España fue el primero de los doce apóstoles en salir de Jerusalén después de Pentecostés

Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y hermano de Juan Evangelista, fue el primero de los doce en salir de Jerusalén. Sus pasos le llevaron nada menos que hasta el fin del mundo, hasta Hispania. No se tienen muchos detalles biográficos. Lo poco que se sabe se funde con la leyenda.

No sería la última vez que Santiago viajase hasta España, pero sí la única que lo haría vivo. Tras Pentecostés, el apóstol salió del cenáculo y se embarcó a través del Mediterráneo hacia Gallaecia, adonde llegó tras cruzar las columnas de Hércules. Otra tradición medieval localiza el inicio de esta andadura evangelizadora en Tarraco, donde siguiendo el Ebro cogió la vía romana que conectaba con la cordillera cantábrica, y desde ahí, hasta La Coruña.

Durante su estancia, recibió la visita de la Virgen María, en una ciudad conocida entonces como Caesaraugusta y hoy como Zaragoza. La madre de Dios todavía vivía junto a Juan en Éfeso. Sobre un pilar, María se personó ante el apóstol para darle ánimos en su misión y por ello todavía hoy se la conoce como la Pilarica. Testigo de este encuentro es la columna de jaspe que se guarda en la basílica.

Los cruceiros marcan el camino a seguir

Los cruceiros marcan el camino a seguir de la Traslatio

En los Hechos de los Apóstoles, se cuenta que Herodes decidió arrestar a algunos miembros de la Iglesia para «maltratarlos». Entre ellos, pasó a cuchillo a Santiago. Esto haría sucedido entre los años 41 y 44 d.C. No se conoce el año exacto del regreso del Mayor a Jerusalén, pero sí que en su viaje de evangelización por el fin del mundo estuvo acompañado. En Hispania, el apóstol nombró siete discípulos, conocidos como los Varones Apostólicos, que le ayudaron a difundir el Evangelio. Sus nombres eran: Torcuato, Tesifonte, Indalecio, Segundo, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio o Isicio.

Esta primera estancia del apóstol en la tierra que después le convertiría en su santo patrón no hay restos que se conserven y que prueben su paso por la península. No quedan iglesias que los varones pudiesen haber construido ni un rastro de bautizados a su paso. Del segundo viaje, conocido como la Traslatio, la prueba de su segunda (y definitiva) visita la prueba más fehaciente tiene una altitud de 74 metros y a ella acuden cada año cientos de miles de peregrinos a adorar los restos de Santiago allí depositados.

Tras el martirio del apóstol, dos de sus seguidores, Atanasio y Teodoro viajaron hasta Jerusalén y robaron el cuerpo de su maestro. Lo montaron en una barca y lo llevaron hasta Galicia, donde primero había evangelizado. Cuenta la leyenda que la embarcación, completamente de piedra, no necesitaba tripulación ni guía. Así fue como los dos discípulos atravesaron el Mediterráneo, subieron la costa atlántica, cruzaron la ría de Arousa y atracaron en Iria Flavia.

Fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela

Fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela Daniel Skoog

Después de varios años de expansión del cristianismo en Hispania, esta región galaica todavía estaba gobernada por una reina pagana, llamada Lupa. Teodoro y Atanasio la visitaron con la intención de obtener su ayuda: le pidieron unos bueyes para continuar su camino. La gobernanta les engañó y en realidad les entregó un par de toros bravos. Ante el cuerpo del apóstol, las bestias se amansaron y la reina Lupa se convirtió y bautizó.

Los restos mortales de Santiago fueron enterrados en un lugar seguro que permaneció perdido durante siglos. En el año 813, un eremita llamado Pelayo vio varias noches seguidas una lluvia de estrellas sobre el mismo lugar. Una de ellas, el santo se le apareció en sueños para revelarle que los cometas en realidad señalaban su lugar de reposo. Tras llegar esta información a oídos del rey Alfonso II el Casto, se dirigió caminando a la colina para verificar los hechos. El rey se convirtió así en el primer peregrino del Camino de Santiago, y lo recorrió desde Oviedo, ruta que hoy es conocida como Camino Primitivo.

En aquel lugar se construyó una primera ermita dedicada a Santiago y una comunidad monástica encargada de custodiar el templo y los restos del apóstol. Poco a poco el asentamiento fue creciendo hasta convertirse en Santiago de Compostela y la iglesia, en su famosa catedral.