Así funciona el «chantaje lingüístico» para marginar el español en la educación valenciana

Los alumnos de zonas castellanohablantes están exentos en teoría de la asignatura de valenciano pero deben aprender materias científicas en esa lengua que no es la suya materna

«La Generalitat nos está chantajeando»: familias denuncian la imposición del valenciano a sus hijos castellanohablantes

La Ley de Plurilingüismo de la Generalitat Valenciana ha propiciado una situación paradójica en las zonas de predominio castellanohablantes que entre muchas familias se percibe como un «chantaje«. ¿La razón? Aunque sus hijos están exentos de la asignatura propia de valenciano, tienen que aprender muchas otras materias troncales (Matemáticas, Biología…) en esa lengua vehicular.

Un profesor de Secundaria y padre de dos estudiantes en la provincia de Alicante, Alberto Martínez, expuso cómo funciona esta dinámica en la práctica en los centros educativos de la Comunidad Valenciana, en las primeras jornadas nacionales contra la exclusión del español en las aulas organizadas en Alicante por Escuela de Todos, tal como publicó ABC. En la provincia de Alicante, además, hay varias áreas calificadas como valencianohablantes, como la capital, donde en realidad el porcentaje de la población que utiliza corrientemente este idioma es minoritario (ver mapa junto a estas líneas).

«Imparten clases en un idioma que los alumnos no dominan, con el agravante de que cuando se vota el Proyecto Lingüístico de Centro (PLC), luego no se respeta lo que han votado los padres, porque la Conselleria devuelve un PLC mínimo obligatorio a pesar del resultado de la votación, que luego tienen que organizar la Dirección con los profesores y según los niveles disponibles», explica Jody Choupas, presidente del AMPA del IES Antonio Sequeros de Almoradí.

«Aunque los padres digan que no quieren que se impartan las clases en esa lengua, corresponde al cronograma mínimo admitido o obligado por Conselleria en la etapa de la ESO, votado para cuatro años», detalla.

Jody Choupas (segundo por la derecha), en las jornadas de Escuela de Todos en Alicante ABC

Esta forma de vincular la enseñanza de ambos idiomas -valenciano e inglés- ha generado también situaciones grotescas, como en Orihuela cuando tras una reunión del entonces conseller de Educación Vicent Marzà, los directores de centros pidieron los libros de texto en inglés en un grupo de 1º de la ESO en Historia: «Estaría bien que los alumnos lo dominen también, ese idioma, para aprender lo que les enseñan en clase», ironiza Choupas.

Otra consecuencia es que «los padres tienen que estar en casa abriendo libros en un idioma que tal vez ellos tampoco entienden y los deberes vienen en inglés o en valenciano, así nos va», se lamenta este padre de dos alumnos, porque tampoco pueden ayudar a sus hijos en el hogar y, además, subraya que «no es valenciano, es catalán».

«Es insólito que los textos legales den derecho a la exención, pero ustedes me obligan a cursar indirectamente en otras materias, para cumplir un cronograma mínimo de los horarios que se han marcado para las lenguas», añade.

Además, se da otra circunstancia en una provincia con poder de atracción turístico. «Al ser una zona de costa, hay otro problema, alumnado diverso, con niños ucranianos ahora y de otros orígenes y países, algunos solo con algún conocimiento de inglés, que pueden no tener el castellano aprendido, y ya se les mete el valenciano, un desastre», relata Choupas, que también conoce la situación en las aulas porque está casado con una profesora.

La exención llega casi a final de curso

Además de este «chantaje resultante» hay otra circunstancia usual, según este presidente de AMPA, que convierte en papel mojado la norma que exime de la asignatura de valenciano: «Cuando uno pide la exención, le llega en abril-mayo, casi a final de curso, y el alumno está obligado a estar en clase de valenciano, hasta que la Conselleria se la concede».

En la práctica, ese compás de espera sin sentido se convierte en un problema para el estudiante y el docente. «Al principio no se les estaba evaluando, podían convertirse en malos alumnos, aburrirse, esperando no sé qué», aunque la situación evolucionó y ahora se quedan en la clase, pendientes de que se le notifique su exención, asegura este padre, que también participó recientemente como invitado en el encuentro de Escuela de Todos.

Para evitar los problemas de logística y organizativos que supondría, según las normas del centro, tener que gestionar los alumnos exentos saliendo de las clases en estos horarios.

Por eso, «como llega la exención tarde, el alumno se queda y se le evalúa positiva o negativamente hasta la resolución del expediente y, en el caso de una resolución desfavorable, el alumno conservaría un expediente negativo si así lo tiene», precisa Choupas.