«Hay que contar a los jóvenes lo que hizo ETA, si no lo saben es como si no hubiera existido»

Lucía Ruiz García tenía 10 años cuando un coche bomba de ETA destruyó por completo la casa cuartel de la Guardia Civil en la que vivía con su familia y 200 personas más. Además de damnificada, es delegada en Aragón de la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT). Cuando imparte charlas en colegios o institutos, acompañada de un psicólogo que explica a los adolescentes las secuelas de un atentado, Lucía Ruiz les cuenta su experiencia. Les dice que el 10 de diciembre de 1987 era una niña feliz a punto de cumplir 11 años dos días después; que se acostó pensando cómo iba a celebrar su cumpleaños y cuando por la mañana le despertó la bomba ya no se acordó más ni de su cumple ni fiesta alguna. «Ya nada es lo mismo y nunca, nunca se te olvida», afirma.

Lucía Ruiz es ahora una mujer a punto de cumplir 46 años, con dos hijos, uno de 18 y una de 13, con los que ha hablado sin tapujos del atentado. Igual que sus padres lo hicieron con ella. «Yo puedo decir que gracias a mis padres, que son magníficos y fenomenales y siempre han hablado conmigo, no tengo ningún trauma», afirma. Pero, puntualiza, ese es un «trabajo» que han hecho «única y exclusivamente» su madre y su padre. Por eso uno de sus principales objetivos es luchar por la «memoria» y la «educación». Y que no se equipare el relato de las víctimas y el de los terroristas.

«Que los adolescentes no sepan nada de lo que ocurrió en España genera que lleguen a los veinte años y que no sepan qué es ETA o que en Zaragoza había una casa cuartel en la que mataron a once personas, que cometieron otros atentados en Aragón y que en España asesinaron a 864 personas. Esto es lo que pasa cuando no se les enseña», afirma Lucía Ruiz.

Ignorancia y sobreprotección

Las alarmas saltaron cuando una encuesta de la consultora GAD3 en octubre de 2020 reveló que más de la mitad de los españoles creía que la banda etarra seguía activa (anunció su disolución en 2018) y el 60% de los jóvenes no sabía quién era Miguel Ángel Blanco. El 68% admitió no haber estudiado nada de ETA ni en el colegio ni en la universidad.

Para la delegada de la AVT, el principal origen de ese desconocimiento sobre terrorismo y cualquier ámbito de la vida, es la «sobreprotección». «No les contamos esto porque no les queremos hacer sufrir con algo que ya pasó. Pensamos que cuando no conocen algo no les hace daño. Y lo que ocurre es que entonces no conocen nada. Creo que adaptando los relatos a la edad se puede contar absolutamente todo·, manifiesta.

Ella lo puso en práctica con sus hijos. Al mayor lo llevó de bebé a su primer homenaje. «Con tres años me preguntó que por qué dejaba una flor. Le dije que ahí había vivido mamá, había habido una tragedia muy grande y que íbamos a recordar a las personas que la sufrieron. Con seis años me dijo: ‘Mamá ¿otra vez?, ¿pero tan gordo fue?’, le dije que sí, que había sido muy gordo. Entonces le expliqué que ya sabía que el yayo era guardia civil y que había una organización terrorista a la que no le gustaba la Guardia Civil y se dedicaba a hacer daño. Y así fui adaptando el relato a su edad, hasta que conocieron plenamente la verdad», expone.

Lucía Ruiz lo dice con todo el conocimiento de causa. No en vano, el 11 de diciembre de 1987 recuerda que fue «totalmente consciente» de lo que acaba de suceder. «Mi padre estaba en el Grupo de Reserva (los antidisturbios actuales) y mi madre vivía pegada a una radio por si pasaba algo. Me levantaba por la mañana y ya estaba puesto el transistor o la televisión. Lo primero que te enterabas es de que había habido un atentado, porque para eso eran los que luego llamaron ‘años del plomo’. ¿Qué iba a pensar yo de un día que me despierta a las seis de la mañana semejante pepinazo?», pregunta.

Añade que ella nunca ha vivido en su casa con miedo: «Pero sabíamos lo que pasaba. Ahora los chicos se levantan y tienen 50 canales de Peppa Pig y no ven ni un telediario. Y no les pasa nada de nada porque vean las noticias. Creo que con esa sobreprotección crecen más débiles, superficiales y no saben reaccionar ni aprenden a protegerse», subraya.

Lucía Ruiz insiste en que es preciso «defender el relato, para que la memoria y la dignidad de las víctimas no quede en el olvido» en una sociedad a la que considera «anestesiada» y, en parte, «enferma». «Alguien que homenajea a un terrorista forma parte de una sociedad enferma. No me imagino en ningún país del mundo mínimamente civilizado haciendo un homenaje a los terroristas del 11-S. Quien consiente eso está enfermo. Y si el resto tampoco hacemos nada, es cuando se produce la anestesia».

«No he visto la película Maixabel. Yo nunca me sentaría en una mesa con Parot o Ternera»

Maixabel Lasa

Lucía Ruiz no ha visto la película de Maixabel, protagonizada por la actriz Blanca Portillo, encarnando a Maixabel Lasa, viuda del político vasco asesinado por ETA Juan María Jáuregui y una de las primeras víctimas que accedieron a encontrarse cara a cara con los terroristas que lo mataron a sangre fría.

«No la quiero ver. No es que me haga daño, es que personalmente no voy a estar de acuerdo. Yo no me sentaría en una mesa con Henri Parot o Josu Ternera bajo ningún concepto. Para mí es una posibilidad tan sumamente remota e imposible que ni la he valorado», manifiesta. Acto seguido, no obstante, afirma que la postura de Maixabel le parece respetable, pero no comparte su punto de vista.

«Cada uno, después de lo que le ha pasado, tiene derecho a actuar como quiera y a gestionar su dolor para superarlo como crea. En mi caso es todo lo contrario. Yo no me podría perdonar a mí misma. Lo que me impediría seguir adelante es haberlo perdonado», zanja rotunda. La que sí ha visto es Patria, aunque considera que incluso está «dulcificada», pues quien estaba amenazado no podía vivir en el País Vasco.

Las víctimas de ETA, como ella y su familia y todos los que comparten la misma tragedia, llevan muy mal el acercamiento de presos etarras a las cárceles vascas y la liberación de los que se dicen arrepentidos. «Aunque no mate, para mí ETA sigue viva. Cuando tú no condenas, cuando rellenas formularios de perdón… Yo quiero que la ley se cumpla y si tienen que salir de la cárcel que salgan; la ley es la ley. No quiero venganza, pero si esa persona no ha terminado de cumplir su pena y se está aprovechando de un beneficio penitenciario porque ha firmado un formulario tipo pidiendo perdón para cubrir el expediente, para mí no es legítimo».

«Yo nunca, jamás, perdonaré. A mí me enseñaron que cuando pides perdón tienes que tener un propósito de enmienda. Cuando yo te pido perdón por algo que he hecho de manera involuntaria y no lo voy a repetir, vale. Pero cuando me has hecho daño de forma voluntaria, has seguido haciéndolo y ahora me pides perdón para evitar el castigo me da igual tu perdón».

«Que Ternera sea juzgado cerrará un capítulo»

Todos los autores del salvaje atentado de ETA contra la casa cuartel de la Guardia Civil de la avenida de Cataluña, cometido el 11 de diciembre de 1987 y que mató a once personas e hirió a un centenar, fueron detenidos, juzgados y condenados. Todos, menos Josu Ternera, considerado autor intelectual de la matanza y que vive en Francia a la espera de ser juzgado por la Audiencia Nacional en enero de 2024. Lucía Ruiz, víctima del atentado, afirma que, como cualquier persona que quiere justicia, que Ternera se siente en el banquillo «no será un punto final» pero sí «cerrará un capítulo». «La herida sigue estando ahí, pero pensaré que, por lo menos, está respondiendo ante la justicia y no pululando por ahí como ha estado 19 años».

Ruiz, que también es delegada en Aragón de la Asociación Víctimas del Terrorismo, es consciente de que demostrar una autoría intelectual es complicado. «Pero yo confío mucho en la Guardia Civil y en que haya recabado suficientes pruebas. Yo no estoy en la mente de un asesino, pero creo que un comando no va por ahí atentando sin que nadie lo ordene, como si fuera el ejército de Pancho Villa, que , además, no lo era. Al plantearle que, a estas alturas, Ternera (que era diputado en el parlamento vasco cuando huyó al ser citado para declarar por esta causa) es alguien emblemático en su entorno. «A mí me da igual. No hay ninguna diferencia en que sea el jefe de ETA o un miembro del comando. A mí me volaron la casa. Yo lo que quiero es que responda en los tribunales».

Víctimas del atentado contra la casa cuartel, familiares y amigos este sábado en la misa celebrada en la parroquia de San Pío X, en el barrio de La Jota.
Víctimas del atentado contra la casa cuartel, familiares y amigos este sábado en la misa celebrada en la parroquia de San Pío X, en el barrio de La Jota.
Guillermo Mestre
La parroquia Pío X acoge de nuevo a las víctimas

Hace 35 años de una mañana como la de hoy ETA cometió su atentado más salvaje en Zaragoza. Un comando de asesinos colocaba un coche bomba en la puerta del cuartel de la Guardia Civil de la avenida de Cataluña. Apenas hubo tiempo para reaccionar, ya que era la primera vez que ETA dirigía sus explosivos contra un inmueble en el que sabía que residían entre guardias y sus familias unas doscientas personas. La bomba destruyó el edificio y acabó con la vida de once personas: Emilio Capilla (38 años), José Julián Pino (39), José Ignacio Ballarín (39), María Dolores Franco (35), Carmen Fernández (37), Esther y Miriam Barrera (gemelas de 3 años), Silvia Ballarín (6), Silvia Pino (7), Rocío Capilla (12) y Ángel Alcaraz (16).

Este sábado fueron recordados en una misa que se celebró en la parroquia de San Pío X, en el barrio de La Jota. A la homilía asistieron víctimas de aquel atentado y de otros, como Maribel Franco, viuda del coronel José María Martín Posadillo, y una representación de la Comandancia de la Guardia Civil de Zaragoza y la teniente coronel jefe de la Guardia Civil de Teruel.