Dulzura y rabia del Madrid

Sevilla's Serbian midfielder Nemanja Gudelj (L) fights for the ball with Real Madrid's Brazilian forward Rodrygo during the Spanish league football match between Real Madrid CF and Sevilla FC at the Santiago Bernabeu stadium in Madrid, on October 22, 2022. (Photo by JAVIER SORIANO / AFP)

Oro en el tifo de la grada para recibir el premio a Benzema y hasta reflejos dorados en las mechas de Courtois, que volvía a la portería. Las celebraciones previas, que tan poco gustaban a Luis Aragonés, eran un elemento supersticioso tan importante como el rival, un Sevilla en horas bajas en el que Sampaoli jugaba a la sorpresa con un falso nueve (Isco) y un falso 5-3-2 que luego no era tal.

Festejos y genialidades tácticas quedaron en nada cuando empezó a jugar Vinicius, que en el minuto cinco robó un balón, hizo la carrera del extremo y sorprendió con un pase a la aparición de Modric, que marcó. Era un pase a Modric digno de Modric, una pausa nueva, el estreno de su sangre fría. Y volvía a ser pertinente hacer constar que era Vinicius quien iniciaba la jugada y el partido del Madrid. Vinicius viene de ‘inicius’.

A partir de ahí, hubo errorcillos en el Madrid que hablaban, quizás, de cierta falta de concentración. Se pudo ver cómo Tchouaméni se coloca por delante de Kroos y hasta de Modric y cómo, a poco que se deja llevar, se planta en el balcón del área rival. Es un ‘rompelíneas’.

También pudo observarse la curiosa alternancia en el Madrid: ráfagas de presión alta con una colocación que podríamos llamar ‘repliegue ma non troppo’. El equipo se coloca, macizo, en una franja muy concreta del campo. Si dividiéramos el terreno de juego en cuatro partes, sería la segunda, con la línea defensiva en la mitad de su propia mitad campo y el ataque en la línea divisoria. Así, el Madrid espera sin acularse, busca el espacio sin perder la disciplina atrás. Es una de sus posiciones conjuntas favoritas y ahí, en esa espera tensa, en esa espera no aculada, lejos de Courtois, focaliza una presión más inteligente y extrae el petróleo del espacio.

LALIGA SANTANDER

JORNADA 11

Real Madrid

REAL MADRID

Courtois, Éder Gabriel Militão, Kroos, Rodrygo Silva de Goes, Federico Valverde, Vinicius Júnior, Ferland Mendy (Lucas Vázquez, min. 77), Modric (Rüdiger, min. 77), Aurélien Tchouaméni (Eduardo Camavinga, min. 65), Carvajal (Marco Asensio, min. 77), Alaba (Nacho, min. 86)

3
1
Sevilla

SEVILLA

Bono, Gonzalo Montiel, Alex Telles, Jordán, Nemanja Gudelj, Marcos do Nascimento Teixeira, Erik Lamela, Isco (Rafa Mir, min. 76), Óliver Torres (Alejandro Gómez, min. 69), Rakitic (Delaney, min. 76), Jesús Navas (José Ángel Carmona, min. 66)

GOLES

1-0 Modric (5′), 1-1 Erik Lamela (53′), 2-1 Lucas Vázquez (78′), 3-1 Federico Valverde (80′)

  • Árbitro: Alejandro José Hernández Hernández
  •  Joan Jordán (27′), Gonzalo Montiel (31′), Aurélien Tchouaméni (36′), Nemanja Gudelj (65′), Alejandro Gómez (94′)

Esto lo hacía el Madrid ante el fútbol-noria del Sevilla, con una tenencia regurgitante. Mucho centrocampista, con adobo en más centrocampismo de Isco para la sorpresa hipotética de Navas.

El partido era Vinicius, todo el peligro venía de él, con su sonrisa de Erroll Garner, aquel pianista de jazz, y su misma genialidad feliz. Él es el Erroll Garner del fútbol.

Una de las cosas más disfrutables del Madrid es la conexión de Valverde con Vinicius (la última Champions). Es una sociedad electrizante en la que, por pura simpatía, por una inteligencia natural simpática, los confines conectan con un chispazo. Valverde buscaba a Vinicius, destino de sus centros y de sus diagonales, como si su calor buscase el calor del otro. En una de estas jugadas, Vinicius forzó una amarilla de Montiel. Parecía otra larga noche para un lateral derecho…

El Sevilla tenía el partido a un solo gol, pero estaba más cerca el del Madrid, que lo intentó en un par de contragolpes de Vinicius y Modric. A los dos les sobró un regate. Quizás sea ese espejo en el que el Madrid se mira en exceso, según dijo Ancelotti. Una tendencia al preciosismo o al narcisismo.

Modric emergía como un tercer atacante cuando Valverde se ‘interiozaba’, de modo que el Madrid, por momentos, formaba un 4-3-2-1 (Vinicius y Modric en la mediapunta), es decir, Carletto volvía a su entrañable ‘árbol de Navidad’. Y esto hacía pensar: el fútbol feliz del Madrid actual tendía, como idealmente, al sistema favorito del entrenador. Como si la realidad imitara a la idea, algo sorprendente al no ser Carletto un entrenador doctrinario y filosofante.

EL Madrid no sentenció y el Sevilla salió con más fuerza. Siguió teniendo la pelota, enjambre de mediocampistas para que llegara un lateral y el área se ocupara desde atrás. Y así, con un pase genial, Montiel encontró a Lamela para el empate en el minuto 54.

Ahora el Sevilla tenía la pelota y estaba fino y fuerte el Madrid parecía ido del partido. Lamela pudo marcar el segundo poco después.

Entró Camavinga como encargado del ‘electroshock’, despertaba el Madrid y empezaron unos minutos de gran responsabilidad para Rodrygo, que estaba de nueve. Todo el fútbol quería converger en él y la falta de espacio revelaba la finura de su técnica.

Pero aunque el Madrid empezaba lo que parecía iba a ser un largo ataque estático, el empate llegó como se buscó durante todo el primer tiempo: con robo en el ovillo del toque sevillano y una ‘contra’ fulgurante en la que Asensio lanzó a Vinicius y Vinicius cedió a Lucas (el otro Camavinga, la estirpe microondas). Había acertado en los cambios Ancelotti. Ese contragolpe fue como un puñetazo, una sacudida del Madrid que se repitió al instante en el tercero, otro zambombazo cruzado de Valverde. Era una reacción colectiva letal, violenta, enrabietada. Es la capacidad del Madrid como equipo para hacerse nervio. ¿Cómo consigue un grupo tener un carácter? El Madrid se arrebata y se enrabieta como un individuo. Se percibió ese principio colérico en las celebraciones de Lucas y Valverde. Y ese instinto (el encabronamiento eterno del Madrid) es el que le salva de la tendencia observada (detectada) al encantamiento.