Madrid 1997: la cumbre de la OTAN que Rusia vio como el «mayor error de Occidente desde la II GM»

Julio de 1997 es para la memoria española un mes negro, el del asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de ETA. Un acontecimiento tan doloroso que terminó por solapar la exitosa cumbre de la OTAN celebrada en Madrid a principios de ese mismo mes y que costó algo más de 1.300 millones de pesetas del erario público. El evento, que reunió en la capital de España a diez jefes de Estado, dieciocho primeros ministros, delegaciones de cuarenta y cuatro países y cinco mil invitados ilustres, no solo fue un hito para el país, cuyo plan de seguridad funcionó a la perfección, sino un día histórico para la Alianza Atlántico debido a los temas que estaban sobre la mesa.

Al igual que en Madrid 2022, donde se pretende avanzar en la incorporación a la alianza de Suecia y Finlandia, la cita de hace 25 años estuvo protagonizada por la gran ampliación de la OTAN para dar encaje a países de Europa del Este como Polonia, República Checa y Hungría, mientras Eslovenia y Rumania se quedaron a las puertas de la deseada invitación. «La apertura de la Unión Europea y la OTAN a las nuevas democracias del Este es en interés de todos los europeos», escribía Volker Ruhe, ministro de Defensa alemán, en las páginas de ABC días antes de empezar la cita. «La Cumbre dará un impulso decisivo al nacimiento de la nueva OTAN y contribuirá de ese modo a consolidar la paz y la prosperidad de toda la comunidad euroatlántica. Madrid marcará la historia de la Alianza y de Europa», coincidía el ministro de Asuntos Exteriores Abel Matutes en una Tercera de ABC publicada en esas mismas fechas.

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Los días previos a la cumbre estuvieron marcados por las discusiones sobre la ampliación, que algunos defendían como un paso para fortalecer la paz europea y otros, criticaban por justo lo contrario. No obstante, se trataba de la primera cumbre de la OTAN donde se llegaba sin consenso previo y donde muchas voces abogaban por un cambio de timón histórico.

Javier Solana, secretario general de la OTAN, y Bill Clinton, presidente de EE.UU., trabajaron a destajo para vencer las últimas resistencias a la entrada de estos países, antiguos enemigos durante la Guerra Fría. Los tres países fueron finalmente invitados a ingresar en un plazo de dos años. «Hoy empieza el viaje hacia un nuevo siglo y hacia una nueva Europa», anunció Clinton tras salirse con la suya. Si el americano fue el gran ganador de la cumbre, el perdedor fue sin duda el presidente francés Jacques Chirac, que encabezó de manera fallida la oposición a EE.UU. en favor de una identidad más europea.

El acuerdo con Rusia y el desacuerdo con Rusia

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A la cumbre no asistió, pese a estar invitado, el entonces presidente ruso, Boris Yeltsin, por considerar la extensión al Este una humillación para su país. La OTAN había tendido la mano a Rusia para la cooperación e insistía en que el enemigo de hoy ya no era ellos, sino la inestabilidad en los Balcanes, en el Cáucaso, en Oriente Medio y en el Norte de África. No en vano, el gigante ruso criticó con dureza el acercamiento de la OTAN a sus fronteras y el acuerdo alcanzado en materia de seguridad con Ucrania, que por entonces trataba de sacudirse la tutela rusa.

«Hasta que Moscú y Kiev suscribieron hace apenas unas semanas un Tratado de Amistad y Cooperación que reconocía por primera vez la independencia e integridad territorial de Ucrania, la agresiva política económica y diplomática del Kremlin respecto de su vecino le ha empujado hacia la Alianza Atlántica y la Unión Europea. Pero sobre todo hacia Washington, que desde 1991 ha enviado 1.500 millones de dólares a Kiev para que desmantelara su arsenal nuclear», explicaba el corresponsal Juan Cierco, desde Moscú, en las páginas de ABC del 10 de julio.

El documento cerrado en Madrid con Ucrania, un compromiso a medio camino del que la Alianza firmó con Rusia, suponía una renuncia por ambas partes al uso de la fuerza y un compromiso para respetar la soberanía, la integridad territorial, la independencia política y la inviolabilidad de las fronteras de todos los demás Estados y respeto a los derechos humanos y a las minorías étnicas nacionales. El presidente ucraniano Leonid Kuchma comparó el significado de la cumbre para su país con la caída del Muro de Berlín y señaló que «al tiempo que saludo la decisión y felicito a los miembros de la primera ola de la ampliación, querría resaltar la importancia de mantener abierta la puerta de la Alianza para las naciones europeas que comparten los principios del Tratado de Washington y están preparados para contribuir a la seguridad común». Ya entonces Ucrania deseaba entrar en la OTAN.

Los Reyes conversan con Clinton y con Solana.+ info
Los Reyes conversan con Clinton y con Solana.

El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Yevgueni Primakov, calificó este acuerdo y la expansión atlántica de «grave error, quizás el mayor cometido por Occidente desde el final de la Segunda Guerra Mundial». Primakov, que había celebrado la división previa entre los miembros de la Alianza, lamentó que se hubiera roto de golpe los acuerdos entre el Gobierno de Moscú y la organización atlántica, fruto del Acta Fundacional que había sido suscrita el 27 de mayo en la Cumbre de París, e hizo un llamamiento para colaborar en la «modificación de la naturaleza misma de la OTAN».

En clave nacional, España acudió a la cumbre con la intención de integrar definitivamente su estructura militar a la OTAN, sin que esto supusiera un paso atrás en las reclamaciones históricas al respecto de Gibraltar y la seguridad de las Islas Canarias. Precisamente Reino Unido amenazó con vetar la integración española si no hacía concesiones en lo referido al Peñón, pero España se mantuvo firme y logró desvincular ambas cuestiones. José María Aznar utilizó la cumbre para anunciar el aumento de presupuesto de las fuerzas armadas en pos de una mayor profesionalización.

A modo de prólogo, Aznar eligió un espectáculo del bailarín Antonio Canales, acompañado de su grupo, para despedir la cumbre en los jardines del Palacio de la Moncloa. Bill Clinton celebró el éxito de la cumbre, no por el baile de Canales, sino por el «liderazgo español»: «El pueblo español tiene mucho de que enorgullecerse por el liderazgo en el mundo demostrado en estos dos días».

Un éxito de organización

El plan de seguridad implicó a efectivos del Cuerpo Nacional de Policía, la Guardia Civil y la Policía Municipal en lo que fue un calco del aparato aplicado durante la Conferencia de Paz sobre Oriente Medio o la reunión del Fondo Monetario Internacional. La principal amenaza estuvo enfocada a posibles ataques terroristas. «El riesgo puede presentarse estos días con mayor fuerza por el éxito de la operación de la Guardia Civil en el rescate de Ortega Lara. La Cumbre puede presentar una oportunidad excepcional para los terroristas, pues una actuación en estas fechas obtendría una gran repercusión internacional», advertía ABC en las páginas de Madrid el día 8 de julio.

Manifestación anti OTAN en Madrid.+ info
Manifestación anti OTAN en Madrid.

Un grupo escogido de motoristas de la Policía Municipal se encargó de la custodia de los dirigentes, que debía hacerse cortando el tráfico de manera quirúrgica y cronómetro en mano a través de rutas elegidas de manera aleatoria. Quedó restringido el acceso a Campo de las Naciones, en concreto a las inmediaciones del Palacio Municipal de Congresos donde se reunieron las delegaciones de la Asamblea de la OTAN y por la noche, al Palacio Real. Los madrileños sufrieron durante dos días el ir y venir de una veintena de comitivas oficiales en una ciudad virtualmente «tomada» por las Fuerzas de Seguridad, con tiradores selectos en puentes y azoteas, e incluso vehículos blindados apostados en algunas plazas.

Finalmente, no se registraron incidentes ni amenazas. La manifestación previa a la celebración de la cumbre fue convocada por cerca de cuarenta organizaciones, pero tan sólo varios centenares de personas pertenecientes a grupos contrarios a la OTAN recorrieron la calle Atocha hasta la Plaza Mayor bajo el grito: «Ahora más que nunca: OTAN no». Portando la pancarta que dirigía la manifestación se encontraba Ángeles Maestro, diputada de IU, que definió como una «estafa» la plena incorporación de España a la Alianza. «Pedimos la salida de la OTAN, más ahora que nunca porque su existencia tras la caída del Pacto de Varsovia, es únicamente una imposición de los más ricos frente a los más pobres», declaró la diputada.