Compete al Estado procurar la seguridad sobre las garantías de las libertades individuales y de la propiedad, además de un sistema monetario estable y de unos servicios públicos eficientes; y vigilar y encauzar el ejercicio de los derechos humanos en el sector económico. Teniendo en cuenta las circunstancias, la sociedad debe ayudar a los ciudadanos a encontrar trabajo.
Los escándalos de gobernantes y algunos políticos cometiendo delitos atentan a los derechos de los ciudadanos y escandalizan a la sociedad. Hemos de plantearnos muy en serio la responsabilidad de exigir una mejor formación que anime a las personas en querer servir a los demás y no pretender buscar la felicidad en la obtención del dinero injusto.
Los dirigentes de las empresas tienen la responsabilidad económica y ecológica de sus operaciones. Están obligados a considerar el bien de las personas y no solamente el aumento de las ganancias, aunque éstas son necesarias para asegurar las inversiones, el futuro de las empresas, los puestos de trabajo y el buen funcionamiento de la vida económica.
El ejemplo de buenos empresarios que dedican sus esfuerzos en crear puestos de trabajo, mejorar la calidad de vida de sus trabajadores, y a crecer en sus empresas haciéndolas competitivas, son mejor modelo que el de un montón de millonarios por la suerte, su habilidad o la fama despilfarran su dinero en cohes o mansiones increibles e incluso mejor que todos los que gastamos en cosas no necesarias.
Los trabajdores deben cumplir con su trabajo en conciencia, con competencia y dedicación, tratando de resolver los eventuales conflictos mediante el diálogo. El recurso a la huelga no violenta es moralmente legítimo cuando se presenta como el instrumento necesario, en vistas a unas mejoras proporcionadas y teniendo en cuenta el bien común.
La envidia, la pereza, el egoísmo hacen a algunas personas profesionales de la violencia y el odio. Son aquellos que aprovechan las justas reivindicaciones en un modo violento y destructor de la convivencia social.
En el plano internacional, todas las naciones e instituciones deben obrar con solidaridad y subsidiaridad, a fín de eliminar, o al menos reducir la miseria, la desigualdad de los recursos y de los medios económicos, las injusticias económicas y sociales, la explotación de las personas, la acumulación de las deudas de los países pobres y los mecanismos perversos que obstaculizan el desarrollo de los paises menos desarrollados.
Los fieles cristianos laicos intervienen directamente en la vida política y social, animando con espíritu cristiano las realidades temporales, y colaborando con todos como auténticos testigos del Evangelio y constructores de la paz y de la justicia.
El amor a los pobres se inspira en el Evangelio de las bienaventuranzas y en el ejemplo de Jesús en su constante atención a los pobres. Jesús dijo: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicisteis» (Mt2540). El amor a los pobres se realiza mediante la lucha a la pobreza material, y también contra las numerosas formas de pobreza cultural, moral y religiosa. Las obras de misericordia espirituales y corporales, así como las numerosas instituciones benéficas a lo largo de los siglos, son un testimonio concreto del amor preferencial por los pobres que caracteriza a los discípulos de Jesús de Nazareth el Hijo de Dios.