Asesinato de Giménez Abad: Veinte años esperando la condena del etarra que mató a su padre

Borja habla desde Bruselas, porque trabaja en el Parlamento Europeo, y Manuel, desde Madrid. Los dos hijos de Manuel Giménez Abad, el presidente del PP Aragón que fue asesinado por ETA el 6 de mayo de 2001 en la calle Cortes de Aragón, cuando iba con Borja, que entonces tenía 16 años, a un partido en La Romareda, lamentan que se vayan a cumplir 20 años la próxima semana y aún no se hayan sentado en el banquillo los etarras Mikel Carrera Sarobe e Itxaso Zaldua.

«Nos sorprende que el caso vaya tan lento. Yo fui a declarar a Francia en octubre de 2017, pero todavía no ha habido juicio y es una locura», reflexiona Borja Giménez, quien es consciente de que cuando se acerque la fecha pasará «un mal trago». Señala, no obstante, que al final les ayudará «cuando se haga justicia» con el asesino de su padre.

El juicio en la Audiencia Nacional puede dilatarse hasta 2022, según estima la abogada de la familia, Carmen Ladrón de Guevara, porque se revocó el auto de conclusión y aún falta que presenten las acusaciones. Ya se están fijando vistas para el próximo mes de febrero.

Para Manuel Giménez, «veinte años se hacen muy largos, esperando que haya una condena». Y reconoce, con sinceridad, que «da para muchos momentos de cabreo, de comprensión e incredulidad». Aun así, agrega que «nunca» ha dejado de confiar en el trabajo de las Fuerzas de Seguridad del Estado porque les han trasladado tanto «los avances» como «si estos no se producían» durante todo el proceso.

Borja Giménez Larraz: «Nos sorprende que el caso vaya tan lento. Yo fui a declarar a Francia en octubre de 2017, pero todavía no ha habido juicio y es una locura»

«Pese a que los asesinatos de ETA han dejado de copar las portadas de los periódicos nacionales y los telediarios, las Fuerzas de Seguridad del Estado seguían con su trabajo. Y parece que pasados 20 años estamos más cerca que nunca de que se produzca un desenlace justo, porque feliz no será», medita el hijo mayor.

Borja, casado y con dos hijas de dos y un año, estudió Derecho y lleva desde 2014 como asesor parlamentario del PP. En su caso, confía en que «se dicte justicia de una vez por todas» sobre el asesinato de su padre y eso dé tranquilidad a la familia. Como jurista, agrega: «No puedo decir mucho por el papel que tengo con mi declaración en el juicio. A ver si se resuelve el caso de una vez». Él, que fue testigo directo del crimen, estará acompañado por otras cinco personas de Zaragoza que también reconocieron a Mikel Carrera como autor de los tres tiros a su padre.

El comando de información

El hermano mayor, Manuel, casado y con dos hijas de 9 y 7 años, también se licenció en Derecho y trabaja en Telefónica. Cuando mataron a su padre estaba en un curso universitario en Pau y en las dos décadas transcurridas reconoce que han pasado momentos «muy duros» con la justicia, en los que admite que llegaron a perder su confianza. Como cuando archivaron el caso de los miembros del comando de información (David Pla y Aitor Lorente, detenidos en julio de 2000), que proporcionaron los datos para cometer varios crímenes en Zaragoza, «y el juez consideró que no estaba acreditado el seguimiento de mi padre», recordó.

Manuel Giménez Abad: «Parece que estamos
más cerca que nunca de que se produzca un desenlace justo, porque feliz no será» 

Aun así, Manuel Giménez confía ahora en que al haber tantos testigos presenciales que transmiten sin dudas que Mikel Carrera fue el autor material del asesinato de su padre, eso «dará muchas certezas para el juicio».

Aunque ETA puso fin a la lucha armada el 20 de octubre de 2011 y redujeron los efectivos de la Guardia Civil y la Policía dedicados a sus investigaciones al no producirse atentados, el hijo mayor de Giménez Abad señala que las Fuerzas de Seguridad del Estado deben estar suficientemente dotadas «para tratar de resolver los 300 casos pendientes e impunes que quedan aún (de las 829 víctimas mortales)».

La Fundación no tiene fin

El ejemplo del jurista y político aragonés Manuel Giménez Abad, asesinado con 53 años, llevó a su mujer Ana Larraz a crear una fundación que lleva el nombre de su marido. Manuel Giménez destaca que el empeño de su madre fue para recordar que el padre era «una persona extraordinariamente tolerante, de consenso y respetuosa con quien no pensara como él». «Representaba una defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos, de los valores constitucionales y lo transmitió en vida y en la muerte», recalca.

La Fundación Giménez Abad es «un proyecto sin fin» que «ha sabido encontrar su espacio; ha sido ampliamente reconocida en los ambientes académicos, y en la vida jurídica por el apoyo de todos los partidos políticos». Manuel aplaude que el PP no haya querido patrimonializar el legado de su padre, porque sobre todo fue «una víctima de ETA».

No quiere perder el ejemplo de su padre de entrar en la política. «Nunca voy a decir que no a una actividad que admiro y que te permite influir en el mundo que vas a dejar a tu familia», concluye.

Manuel y Borja estarán la próxima semana en Zaragoza para participar en los actos por su padre que organiza el Ayuntamiento (se descubrirá una placa) y las Cortes de Aragón, que fue suspendido en 2020 por la pandemia.

Manifestación en Zaragoza, el 7 de mayo de 2001, en repulsa por el asesinato de Manuel Giménez Abad.
Manifestación en Zaragoza, el 7 de mayo de 2001, en repulsa por el asesinato de Manuel Giménez Abad. Foto: Oliver Duch

Los testigos y las pruebas caligráficas señalan a ‘Ata’ y ‘Sahatsa’

Cinco zaragozanos testigos del atentado acompañarán a Borja Giménez Larraz en el juicio que se celebrerá en la Audiencia Nacional en 2022 contra los etarras Mikel Carrera Sarobe, ‘Ata’, e Itxaso Zaldua Iriberri, ‘Sahatsa’, por el asesinato de Manuel Giménez Abad. Todos ellos se cruzaron con el etarra que iba con una gorra de béisbol en la calle Princesa y reconocieron que Ata abordó al presidente del PP-Aragón y, sin mediar palabra, realizó tres disparos sobre su cabeza que le produjeron la muerte en el acto.

El auto de procesamiento detalla que, durante su huida, Ata se cruzó con una mujer «bajita, de mofletes rollizos y ojos negros», que vestía de color oscuro, con un gorro bombín y tapada con un abrigo largo a pesar de ser mayo. Esta etarra fue reconocida por los testigos como Itxaso Zaldua Iriberri, quien dio seguridad a cierta distancia al autor de los disparos. De hecho, él le entregó un objeto (pudo ser la pistola que se utilizó en 2003 para asesinar también a Joseba Pagazaurtundua) y huyeron en direcciones opuestas (él corriendo y ella a paso ligero).

El secreto del proceso se levantó después de la detención de la etarra en junio de 2020 y precisa que los dos etarras estaban integrados en el comando Basajaun. Se descubrió en la documentación intervenida en el registro de la vivienda de Tarbes (Francia) al etarra Juan Fernández Iradi, ‘Susper’, el 20 de diciembre de 2002.

Además, hallaron un fichero informático que prueba la cita que hubo entre Ata y la dirección de ETA en febrero de 2001 para recibir instrucciones para cometer acciones u objetivos concretos en Zaragoza, Fraga…, entre los que se incluyó el asesinato de Manuel Giménez Abad.

El desconocimiento de estos etarras acusados, que en mayo de 2001 eran legales, se justifica porque la documentación no se halló hasta diciembre de 2002 en Francia y por eso no pudieron reconocerlos los testigos porque la Policía no tenía fotografías suyas.

Traslado de la etarra

La detención de Itxaso Zaldua, nacida en San Sebastián en 1972, se produjo en 2020 y el pasado 16 de abril ya fue trasladada desde la prisión de Topas (Salamanca) a Villabona (Asturias) para acercarla al País Vasco. Una prueba caligráfica realizada a la etarra probó que era su letra un papel de ocho líneas escrito en euskera de una cita entre la dirección de ETA y el comando Basajaun.

Carrera está en la cárcel de Lannemezan (Francia), cerca de Tarbes, al cumplir la condena perpetua por el asesinato de los guardias civiles Fernando Trapero y Raúl Centeno en Capbreton en 2007 y el del policía francés Jean Serge Nerín, la víctima del último atentado mortal de ETA.