La comunicación medio imprescindible para la educación X: La preparación remota

Se comenta a menudo la importancia del ejercicio y entrenamiento en la formación de la persona que quiere comunicarse adecuadamente. Como prueba de ello, se relatan las aventuras de Demóstenes y se alaba su fórmula de los pequeños guijarros.

Es cierto que una persona medianamente capacitada puede llegar a hablar de forma eficaz mediante el ejercicio y conseguir, con el entrenamiento, que su dicción y forma de exponer los mensajes resulten incluso agradables.

Pero no se puede negar que algunos dones naturales predisponen a ciertos hombres a hablar en público: la presencia física, el timbre o volumen de voz, la serenidad o la audacia, los rasgos más o menos agradables y, sobre todo, la riqueza de un subconsciente en el que las frases le vienen ya formadas y las imágenes agrupadas.

Cierto es que qui natura non dat, Salamantica non praestat…”, pero hemos de afirmar que la naturaleza nos ha dado, a la mayoría de los mortales, los elementos suficientes para poder ser aceptables medios de comunicación oral.

La dificultad para realizar una buena comunicación, por regla general, no radica en la falta de condiciones naturales, sino en la falta de cultura, de ideas propias, de convicciones y creencias conscientes, de criterios profundos por parte del que quiere comunicarse.

Muchos viven de forma superficial, con un conocimiento meramente externo de las cosas y una cultura casi elemental. El publico en cuanto los descubre, los ignora: semejantes «charlatanes» decepcionan y producen en el auditorio lástima e irritación.

Pero la persona cultivada ha incorporado en sí mismo todo aquello que, por cualquier medio, ha aprendido. Lo adquirido, ha penetrado en el fondo de su conciencia y ha moldeado la personalidad del individuo, convirtiéndolo en hombre culto. Y son precisamente esos conocimientos propios, esas convicciones y creencias propias, esas experiencias que le han ido conformando, lo que le convierten en un buen comunicador. La cultura no se puede improvisar jamas.

Aquí y ahora nos vemos en la obligación de precisar que persona culta no es aquella que «sabe muchas cosas» y ha almacenado en la memoria multitud de conocimientos, sino aquella que los conocimientos que ha adquirido le ha penetrado en el fondo de la conciencia, le han moldeado y cultivado. Recordemos aquella frase paradójica de un escritor francés: «Cultura es lo que le queda a uno cuando ya ha olvidado lo que aprendió».

De ahí que podamos afirmar que hay personas que «saben muchas cosas» y no son cultas, y por el contrario, existen personas con pocos conocimientos generales y, sin embargo, son cultas.

Recordemos aquí que «nadie dice mas de lo que es». Por muchas cosas que se «sepan», si no nos pertenecen, si no forman parte de nosotros no podremos transmitirlas en toda su magnitud. Serán para nuestro auditorio lo que son para nosotros, aditivos, pegotes que deforman nuestra personalidad y, así transmitidas, probablemente la suya.

El que quiere comunicarse de verdad ha de ser un hombre profundo, un hombre culto. Esa es su preparación remota, su cultura. El comunicador que al hablar parece que improvisa tiene un subconsciente fecundo. numerosos esquemas mentales bien coordinados, consecuencia del surco que ha hecho en él lo aprendido. Un subconsciente fecundo equivale a una cultura amplia y profunda. (Continuará)