| En un artículo anterior “Desde qué verdad” indicábamos que la verdad de la educación de nuestros hijos se movía en el ámbito de la educación personalizada, puesto que todos quieren y merecen ser tratados como personas. Ahora bien, para que así sea conviene reflexionar sobre estos dos principios o conceptos: ¿qué es educar? y ¿qué es ser persona?
¿Qué es educar? Con la brevedad que exigen estas reflexiones diremos que educar recoge dos acepciones o caminos a seguir: dar (información, formación…) y extraer (sacar del otro, presentarle, las posibilidades que en su interior encierra).
Respecto al segundo aspecto ¿Qué es ser persona?, prescindiremos de exhaustivas argumentaciones para intentar concentrarnos en lo importante, en lo que mayoritariamente estamos todos de acuerdo, en aquello que todos los padres queremos para nuestros hijos.
En principio, podemos señalar que el ser humano es un ser viviente superior o lo que es lo mismo: con capacidad de conocer, pensar, razonar y, por ello, de elegir, decidir, aceptar y obrar con libertad y responsabilidad personal.
La persona es reintegrable a la naturaleza o, por el contrario, trascendente. (Haremos aquí una breve observación: la cuestión de la trascendencia o no de las personas no es una cuestión sin importancia; es algo tan importante como para ver la manera de acertar en la elección de la opción que se tome).
De otro modo, podemos afirmar que la persona es un ser de valores. El primero de ellos es la libertad.
Otros valores, que se entremezclan y son interdependientes, son: la responsabilidad, la fortaleza, el orden, la sinceridad, la justicia, la obediencia, la amistad, la sociabilidad, la perseverancia…Siendo precisamente estos valores los que hacen posible el desarrollo de su libertad.
Y, esto lo venimos comprobando frecuentemente. Nuestros hijos, difícilmente podrán llevar a cabo (realizar) sus elecciones, sus decisiones, si no tienen desarrollada su capacidad de acometerlas y de resistir las dificultades que las decisiones tomadas les van a presentar en su ejecución. O sea, que necesitan poseer un cierto grado de estos valores: fortaleza, perseverancia, orden, obediencia … para ser verdaderamente libres. Si no es así, es que están atados a sus limitaciones (que son posibilidades dormidas, susceptibles de ser adquiridas y desarrolladas).
De este modo podemos afirmar que la educación de toda persona es una educación en valores o, lo que es lo mismo: una educación de su libertad responsable.
Asentados estos principios, por otra parte necesarios para movernos con seguridad – al estar metidos en la realidad, en la verdad de la persona – vamos a dar un paso más en ese proceso que hemos iniciado para conocer en qué consiste y que medios debemos tener en cuenta para que se lleve acabo una auténtica e integral educación personalizada.
La educación personalizada, como toda acción humana inteligente, debe realizarse por objetivos. Por objetivos adecuados a cada persona, a cada hijo, a cada alumno. Bien sabemos los padres que cada hijo es único e irrepetible.
En el próximo artículo trataremos de ampliar puntualizando estos objetivos. |