La comunicación medio imprescindible para la educación IV. La influencia del medio en el mensaje

Siguiendo nuestro razonamiento del artículo anterior, ahora hemos de tratar de la influencia del medio en el mensaje. Las características físicas, psíquicas y sociales de la persona que comunica conforman, junto con el mensaje, la imagen que va a transmitir. El mero estado de ánimo de la persona a la hora de comunicarse, las deficiencias físicas permanentes u ocasionales, su condición social, edad, sexo, la pertenencia a un grupo determinado, su posición económica, etc.., son elementos que van a influir poderosamente en lo que pretende transmitir.

Alguno de estos elementos, por ocasionales e inevitables, actúa de súbito, y tendremos que intentar atenuar su influencia, o mejor, controlarlos y tratar de encauzarlos. Otros, por permanentes, incidirán siempre, y deberemos utilizarlos de la mejor manera para potenciar nuestros mensajes sin desvirtuar su contenido. Lo que si podemos afirmar es que, tanto unos como otros, deberemos controlarlos. Podrán ser evitados en la mayoría de los casos los primeros, y modificados los segundos, en la dirección más acorde para hacernos un mejor medio de comunicación. La correcta condición física y emocional puede alcanzarse mediante la preparación y cuidado del comunicador, que tratara de encontrarse en el mejor estado físico y psíquico posible a la hora de entablar el proceso de comunicación. Habrá de conseguir el sosiego y equilibrio psicológico que precisa para poder concentrarse en su labor de comunicación.

Una buena comunicación depende, muy mucho, de las cualidades de la persona que actúa como medio de comunicación y de lo que transmite, (lenguaje no verbal), sin ser consciente de ello, en muchas ocasiones. Los valores humanos, las virtudes innatas o adquiridas en el continuo caminar por la vida, son los elementos fundamentales que condicionan las comunicaciones. El ejemplo, la coherencia: “Porque nadie dice mas de lo que es”. Lo fundamental es el espíritu que hay detrás de las palabras que pronunciamos. Y, es esto, lo que el auditorio capta e intuye principalmente. Ser hombre. Vivir una vida humana en la reflexión y autodominio. Asumir ese carisma de grandeza que consiste en ser uno mismo. Poseer este titulo de nobleza que significa el apelativo de humano, que nos hace asequibles a los demás y que emana de nosotros corrientes de afinidad con el auditorio. Son las principales virtudes de un comunicador.

Pero esto, no se adquiere con la lectura de un manual de comunicación, ni ejercitándose en las técnicas de esta ciencia instrumental, sino en la lucha con nosotros mismos en los caminos de la vida. Parafraseando la idea de Salvador de Madariaga: “… siendo hombres en el mundo que no evaden los problemas que se les presentan, sino que se enfrentan a ellos, con la certeza de resolver los problemas y, con la convicción, de que ellos nos resolverán a nosotros”. Esta calidad humana del la persona como medio, influye en los mensajes, condicionando su contenido y determinando su grado de aceptación por el auditorio. Es tan importante la influencia del medio en el mensaje, que habrá de llevarnos al deseo de modificar nuestra esencial categoría humana, con el fin de lograr ser más eficaces en esta labor de comunicación. (Continuará).