Cultura y educación IV: Educar a personas I

Cuando se habla de educar hemos de ser conscientes de que sólo se puede educar a personas. ¡No se educa a los animales, se les adiestra! ¿Por qué?… porque carecen de la capacidad de pensar. Al contrario, no se debe de intentar adiestrar a las personas, porque entonces, las reducimos a seres sin capacidad de pensar; les tratamos como si fueran animales o incluso cosas. La persona -individuo de naturaleza racional- es un ser que piensa y actúa. De ahí, que lo primero que convendría es enseñarle a pensar.

Muchas veces nos empeñamos en que aprendan a comportarse y a actuar de acuerdo con lo que consideramos adecuado, sin enseñarles los motivos, el por qué y el para qué, de dichos comportamientos. En ocasiones, damos por supuesto dicho comportamiento: “porque todo el mundo lo hace o, por lo menos, la mayoría” y… vale; o también, “porque es obligatorio”: -ir a la escuela, hacer los deberes, memorizar las lecciones, aprobar el curso… Porque…etc. y así, llegan a mayores y muchos no han aprendido a pensar.
Repiten de memoria lo que oyen en las clases o “estudian” (sic), sin acabar de entender. Algunos brillantemente lo repiten en los exámenes y, en consecuencia, obtienen buenas notas. Aprueban, pero no aprenden. No saben, ya que lo memorizado no está vinculado al pensamiento, al conocimiento.
Así sobreviene el fracaso escolar. Muchos, hartos de no entender y aburrirse, dejan de esforzarse, o bien, continúan sus estudios con notables lagunas en los temas -para ellos- menos interesantes. Pronto olvidaron lo que nunca llegaron a aprender. Así surgen personas ignorantes que por falta de conocimientos y, sobre todo, por no haber desarrollado su capacidad de pensar, son fácil objetivo de ideólogos y manipuladores.
¿Cómo se enseña a pensar? Preguntando. Haciendo buenas preguntas. Pero estas han de provocar respuestas que provengan del conocimiento y la reflexión. Hacer buenas preguntas no es fácil. Hay que redactar las preguntas adecuándose a los conocimientos de las personas interrogadas y de forma interesante para que abran su mente al proceso de reflexión, y así, poder contestarlas correctamente. Hay que entrenarse en el arte de preguntar. Si queremos ser buenos comunicadores hemos de ser maestros de la pregunta.
Las preguntas de respuesta “si” o “no” tienen poco recorrido. Las preguntas directas tampoco sirven a veces. ¿Qué piensa la gente de tu edad sobre…? En otras ocasiones, es mejor la pregunta directa: “¿qué quieres?” “¿que sientes…?”; “¿qué opinas sobre…?”; “¿por qué?”; “¿qué has leído sobre esto…?”; “¿qué te han dicho…?”; “¿quiénes…?”; “¿qué has oído decir sobre…?”. Ello lleva al interrogado, lógicamente, a tratar de realimentar su pensamiento con mayor información.
Estudiar, no memorizar sin pensar, para aprender y así, tener una propia y personal opinión, lo que le capacita para dar respuesta a los problemas. Porque informarse, estudiar, aprender exige pensar y, pensar es lo propio del ser humano.
Sabemos que los chavales huyen ante las preguntas, y es que: ¡no les hemos enseñado a pensar! Estimular la curiosidad, el querer saber, es primordial para lograr el éxito en el aprendizaje y hoy, en nuestro entorno, muchos, lo han sustituido por querer aprobar e incluso sacar buenas notas pero, sin alcanzar el conocimiento.
No estimulan algunos profesores a pensar, porque en muchos casos, no dominan lo que pretenden enseñar, o bien, no saben plantear interrogantes a los alumnos. Los padres tratan de hacer lo que pueden, pero reconocen que ellos tampoco saben lo suficiente, algunos ya no tienen demasiado interés por aprender o bien, tienen miedo a no ser capaces de hacerlo. También los hay que creen que lo saben todo. (Continuará)