Fomentar la iniciativa

¿Cómo fomentar la iniciativa? Aprovechando cualquier ocasión para pedir sugerencias, ideas, iniciativas a las personas que comparten con nosotros algún objetivo de trabajo o de convivencia, ante cualquier circunstancia o problema en el que puedan aportar algún tipo de mejora. También hemos de ser al recibir sus iniciativas abundantes y generosos en el agradecimiento, Y hemos de comentar en privado las mismas con sus aciertos e incluso las posibilidades de mejora de sus propuestas para alentar este espíritu de iniciativa. Ello es importante porque hace pensar y enseña a pensar. Fomentar la iniciativa y enseñar a pensar pueden ser objetivos educativos complementarios.

Es muy importante la iniciativa porque sin esa capacidad no se es persona. Su ejercicio “constituye, evidentemente, un indispensable requisito para que la persona humana se comporte como persona” (Millán Puelles). Sin embargo, no es suficiente la capacidad de iniciativa para obrar con libertad responsable. Esa iniciativa puede ejercerse en beneficio propio o en función de servicio a los demás; sólo para el bien privado o también para el bien común. La libertad humana supone ambas dimensiones. Lo mismo que en el caso del autodominio, se trata de tener más y mejores iniciativas para mejor servir a los demás.

El desarrollo o educación intencional de esta capacidad humana tiene dos fases: el incremento de iniciativa y su orientación al servicio, a facilitar a los demás la consecución de algún bien. Hay personas con poca iniciativa por falta de seguridad en si mismas, por miedo al qué dirán, al ridículo, por falta de imaginación, por falta de formación, etc. Cada caso ha de ser considerado con detalle en particular. Siempre la iniciativa personal siempre puede incrementarse.

Hay que distinguir también entre la iniciativa dispuesta a fomentar o crear valores, apoyada en el cumplimiento del deber o en la generosidad de quien quiere servir a los demás y la iniciativa en principio indiferente a las necesidades y gustos ajenos. Aprender a tener iniciativas es una tarea amplísima que supone saber informarse, consultar, utilizar la imaginación, excederse, a veces, en el cumplimiento del deber, no dejarse influir por mezquindades propias o ajenas y no conformarse con el modo habitual de comportarse con los demás.

Otra dimensión de la libertad humana en desarrollo es la capacidad de desenvolverse con soltura. Nos movemos con más o menos torpeza en todo aquello que no hemos cultivado. Es falta de autodominio por ignorancia, por falta de destreza, por comportamientos superficiales. Podemos mejorar en agilidad física con un adecuado y perseverante entrenamiento. También podemos mejorar en agilidad mental con un adecuado entrenamiento utilizando método de aprendizaje en el estudio, aprendiendo a pensar mejor. Así se adquiere mayor soltura y rigor mental. Do la misma manera que se puede mejorar en nuestros comportamientos morales y éticos haciendo el bien, creciendo en el bien, siendo hombres y mujers de bien.

La educación de la libertad se realiza en relación con el bien; porque la auténtica libertad es autodeterminación de hacer siempre el bien. Las ataduras que nos lo impiden son entro otras: nuestras propias limitaciones y también los condicionamientos del ambiente. Sobre todo ese criterio equivocado de reducir el bien a bienestar. Así, la soltura también exige desprendimiento, generosidad. Las virtudes, estrechamente relacionadas con la libertad y con el amor, son el mejor camino para ganar en soltura, porque facilitan el hacer el bien.

Ganar en soltura es un proceso lento, a base de tiempo de esforzado entrenamiento, con avances y retrocesos. Es cuestión de actitudes y de técnica. Es saber perder y saber ganar. La mejor manera de ganar en soltura es relacionándola con el servicio. La iniciativa y la soltura son formas de autodominio para mejor servir. No atados al miedo, a la timidez, al interés egoísta, al prejuicio. No atados a la técnica, a un procedimiento, a una rutina. No atados al capricho o al desarraigo. En muchas cosas esenciales esta soltura se adquiere más eficazmente de niños. De ahí la importancia de la exigir mucho, con buen humor, con delicadeza y con paciencia.