La lepra. Norma de vida para el leproso. La lepra de los vestidos.

Norma de vida para el leproso.
El afectado por la lepra llevará la ropa rasgada y desgreñada la cabeza, se tapará hasta el bigote e irá gritando: «¡Impuro, impuro!» Todo el tiempo que le dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y vivirá aislado; fuera del campamento tendrá su morada. 

La lepra de los vestidos.

Cuando aparezca una mancha, de lepra en un vestido de lana o de lino, en el hilo o en la trama, o en una piel, o en cualquier objeto de cuero, si la mancha en el vestido o en la piel, o en el hilo o en la trama, o en cualquier objeto hecho de cuero, tiene color verdoso o rojizo, es un caso de lepra y debe ser mostrado al sacerdote. El sacerdote examinará la mancha y aislará el objeto manchado durante siete días. El séptimo día, el sacerdote examinará la mancha y, si se ha extendido por el vestido, hilo o trama, piel u objeto de cuero, es un caso de lepra maligna y el objeto es impuro. Se quemará el vestido, hilo o trama, de lana o de lino, o el objeto de cuero en que se encuentre la mancha, pues es lepra maligna; será quemado.

Pero si el sacerdote ve que no se ha extendido la mancha por el vestido, hilo o trama, u objeto de cuero, hará lavar el objeto manchado y lo aislará otros siete días. Si el sacerdote ve que la mancha, después de haber sido lavada, no ha mudado de aspecto, aunque la mancha no se haya extendido, el objeto es impuro; lo echarás al fuego: es una infección por dentro y por fuera. Pero, si el sacerdote ve que la parte manchada, después de lavada, ha perdido color, la rasgará del vestido, del cuero, del hilo o de la trama. Pero si vuelve a aparecer en el vestido, hilo o trama,  o en el objeto de cuero, es un brote de lepra; quemarás lo que está afectado por la lepra.
Pero si en el  vestido, hilo o trama, u objeto de cuero, después de lavado, desaparece la mancha, serán lavados por segunda vez y quedarán puros.

Estas es la ley para la mancha de lepra que se halla en los vestidos, de lana o de lino, en el hilo o la trama, o en cualquier objeto hecho de cuero, para declararlos puros o impuros.

Purificación del leproso.

Yahveh habló a Moisés en estos términos: Esta es la ley que ha de aplicarse al leproso en el día de su purificacíon. Se le llevará al sacerdote, y el sacerdote saldrá fuera del campamento; si, tras de haberlo examinado, comprueba que el leproso está ya curado de lepra, el sacerdote mandará traer para el que ha de ser purificado dos pájaros vivos y puros, madera de cedro, púrpura escarlata e hisopo. Mandará degollar uno de los pájaros sobre una vasija de barro con agua corriente. Tomará luego el pájaro vivo, la madera de cedro, la púrpura escarlata y el hisopo, los mojará, juntamente con el pájaro vivo, en la sangre del pájaro degollado sobre el agua corriente, y hará siete aspersiones sobre el que ha de ser purificado de la lepra. Lo declarará puro, soltará en el campo el pájaro vivo. El que se purifica lavará sus vestidos, se afeitará todo el pelo, se bañará y quedará limpio. Entonces podrá entrar en el campamento; pero durante siete días ha de habitar fuera de su tienda. El día séptimo se afeitará todo el pelo, la cabellera, la barba, las cejas; en una palabra,  se afeitará todo su pelo, lavará también sus vestidos, bañará su cuerpo y quedará limpio.

El día octavo tomará dos corderos sin defecto y una cordera de un año sin defecto; y, como oblación, tres décimas de flor de harina amasada con aceite y un cuartillo de aceite. El sacerdote que hace la purificación presentará ante Yahvé, junto con todas esas cosas, al hombre que ha de purificarse, a la entrada de la Tienda del Encuentro. El sacerdote tomará uno de los corderos y lo presentará como sacrificio de reparación, además del cuartillo de aceite, y ejecutará con el el rito de balanceo ante Yahvé. Luego inmolará el cordero en el lugar donde se inmolan el sacrificio por el pecado y el holocausto, en lugar sagrado; porque, tanto en el sacrificio por el pecado como en el sacrificio de reparación, la víctima pertenece al sacerdote; es cosa sacratísima. Después el sacerdote tomará sangre de la víctima de reparación y mojará el lóbulo de la oreja derecha del que se está purificando, el pulgar de su mano derecha y el dedo gordo de su pie derecho. Y, tomando del cuartillo de aceite, el sacerdote echará parte de él sobre la palma de su mano izquierda. Después untará un dedo de su mano derecha en el aceite que tiene en la palma de su mano izquierda, y con su dedo hará siete aspersiones de aceite delante de Yahvé. Con el aceite que tiene en su mano, el sacerdote untará el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, el pulgar de su mano derecha y el dedo gordo de su pie derecho, encima de la sangre de la víctima de reparación.
El resto del aceite que quede en la mano del sacerdote, se echará sobre la cabeza del que se purifica. El sacerdote expiará así por él ante Yahvé. El sacerdote ofrecerá entonces el sacrificio por el pecado y hará expiación por el que se purifica de su impureza; después inmolará el holocausto. Y ofrecerá sobre el altar el holocausto y la oblación. De esta manera el sacerdote hará expiación por él y quedará limpio.

Si es pobre y no tiene suficientes recursos, tomará un cordero como sacrificio de reparación, como ofrenda de balanceo, para hacer expiación por él, y además, como oblación, una décima de flor de harina amasada con aceite, un cuartillo de aceite y dos tórtolas o dos pichones, según sus posibilidades, uno como sacrificio por el pecado, y otro como holocausto. Al octavo día, los llevará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro,  delante de Yahvé para su purificación. El sacerdote tomará el cordero del sacrificio de reparación y el cuartillo de aceite, y ejecutará con ellos el rito de balanceo ante Yahvé.
Inmolará el cordero del sacrificio de reparación y el sacerdote tomará sangre de la víctima de reparación y untará el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, el pulgar de su mano derecha y el dedo gordo de su pie derecho. Luego derramará parte del aceite sobre la palma de su mano izquierda; con un dedo de su mano derecha hará ante Yahvé siete aspersiones con el aceite que tiene en la palma de la mano izquierda, untará con el aceite que tiene en su mano el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, el pulgar de su mano derecha y el dedo gordo de su pie derecho, encima de la sangre de la víctima de reparación. Derramará el resto del aceite que le quede en la mano sobre la cabeza del que se purifica, haciendo expiación por él ante Yahvé. Luego ofrecerá una de las tórtolas o de los pichones, según las posibilidades,
uno como sacrificio por el pecado, y otro como holocausto, además de la oblación. De este modo el sacerdote hará expiación ante Yahvé por aquel que se purifica.

Esta es la ley de la purificación para aquel que tiene lepra y cuyos recursos son limitados.