Cuál es la finalidad de ser una persona “excelente”

¿Para qué quiero ser una persona excelente? La finalidad no puede ser otra que para crecer en libertad y así, ser capaz de amar mejor y encontrar en el amor la felicidad. El crecimiento humano, desde la infancia a la edad adulta, se va realizando de acuerdo con las leyes naturales.Todos empezamos nuestras vidas siendo totalmente dependientes de los demás. Si no nos cuidaran nos moriríamos. Cuando niños, somos dirigidos, educados y sustentados completamente por otros. Después, gradualmente, nos volvemos cada vez más independientes – física (aprendemos a andar), mental (aprendemos a pensar), emocional (aprendemos a dominar con la voluntad nuestros sentimientos), intelectual (creamos nuestra escala de valores, nuestras convicciones y creencias que nos orientan), y económicamente (aprendemos a manejar los bienes que poseemos), hasta que podemos hacernos cargo -en alguna medida suficiente- de nuestra persona.

Pero nunca somos absolutamente autosuficientes. Por ser criaturas somos limitados y en consecuencia, no podemos alcanzar por nosotros mismos la total plenitud, la perfección. De otra parte, por ser seres sociales (vivir en sociedad), recibimos influencias de todos y todo lo que nos rodea. La sociedad debe facilitar nuestro desarrollo para alcanzar cotas de realización personal.

En la medida en que vamos creciendo y madurando observamos que toda la naturaleza es interdependiente, que existe un orden que la gobierna y que también la sociedad tiene sus normas, que aunque imperfectas, posibilitan su funcionamiento. También descubrimos que nuestros mayores logros tienen que ver con las relaciones mantenidas con otros seres humanos. Que la vida personal, de alguna manera, también es interdependiente.

Existen varias dimensiones del crecimiento. El hecho de que muchas personas alcancen su maduración física, por ejemplo, no asegura que hayan logrado su simultánea madurez mental o emocional. Por otro lado, la dependencia física (a causa de cualquier minusvalía física, temporal o crónica) no significa que una persona sea mental o emocionalmente inmadura.

La independencia hace referencia al yo: yo puedo hacerlo, yo soy responsable, yo puedo elegir. Sin embargo, la dependencia hace referencia al tú: tú cuidas de mí; yo hago lo que tú dices; tú haces o no haces lo que debes hacer por mí; yo te culpo a ti de mis fracasos.

Cuando una persona es independiente puede y debe -voluntaria y libremente- asociarse con otra u otras para realizar el fin que le es propio. La interdependencia tiene en cuenta el nosotros: nosotros podemos hacerlo, nosotros podemos cooperar, nosotros podemos combinar nuestros talentos y aptitudes para crear juntos algo importante para cada uno de nosotros. La vinculación con un buen entrenador (coach), el trabajo en equipo, el buscar consejo de aquel que está capacitado y me quiere ayudar, no son limitaciones de la propia libertad e independencia sino, el buen e inteligente uso de la misma para alcanzar metas más importantes de mejora personal.

Las personas independientes consiguen lo que quieren gracias a su propio esfuerzo y frecuentemente, combinan sus esfuerzos con los esfuerzos de otros para lograr la mayor eficacia y éxito, lo que demuestra, lo queramos o no, que somos interdependientes. De ahí, surge el agradecimiento a todos aquellos que nos han ayudado a ser mejores y nuestro compromiso de colaborar con otros para servirles en su crecimiento.

Los seres humanos nos movemos dentro de estos parámetros de dependencia, independencia e interdependencia. Tanto en lo físico, como en lo mental, emocional, intelectual o económico. Y, es importante conocer los diferentes niveles alcanzados de madurez para progresar a nivel personal y procurar la mejora de los demás.

Así, por ejemplo, si se es emocionalmente dependiente, el sentido del mérito y la seguridad personal provienen de la opinión de los demás. Cuando una persona sabe que cae mal a otra, puede ser catastrófica la relación que se establezca. Se depende totalmente del otro. Si se es intelectualmente dependiente, se cuenta con la persona de la que se depende para que le resuelva los problemas, para que piense por él. Las personas dependientes necesitan de los otros para conseguir lo que quieren.

Si se es independiente mentalmente, la persona puede pensar sus propios pensamientos. Pensar de modo creativo y analítico y organizar y expresar sus pensamientos de modo comprensible. Emocionalmente, la persona se dirige a si misma desde dentro. Su coherencia con su escala de valores le da seguridad y afirma su personalidad. La autoestima personal no depende de que guste o no a otros, o de que se le trate mejor o peor.

Está claro que la independencia expresa un grado mayor de madurez personal. Es un logro a alcanzar siempre. Los educadores (aquellos que ayudan a otros a crecer y mejorar como personas) deben posibilitar, estimular el desarrollo de la independencia de aquellos a los que quieren ayudar. Que piensen y decidan por si mismos de acuerdo con su capacidad y posibilidades. En definitiva, que sean capaces de hacer lo que deben hacer porque les da la gana, y consideran que es lo mejor, aunque les cueste y no les apetezca.

Llegar a ser una persona «excelente» es un objetivo siempre pero en la medida que nos acercamos a la excelencia crece la autoestima con ella nuestra capacidad de servir mejor a los demás y en consecuencia de vivir la felicidad que procura el amar.