Creación de los ángeles II

 

El número de los Ángeles es incalculable. La Sagrada Escritura nos lo presenta como inmensamente grande. Según Santo Tomás de Aquino, supera al de todas las cosas corporales. Todos ellos tienen igual naturaleza, pero difieren en dignidad y oficio, como sucede entre los hombres. Existen nueve categorías diferentes, llamadas coros angélicos, los cuales se distribuyen en tres jerarquías: La 1ª: Serafines, Querubines y Tronos; 2ª Dominaciones, Virtudes y Potestades; 3ª: Principados, Arcángeles y Ángeles. A los Ángeles los creó Dios para que pudieran compartir su amor; adorándole como Dios que es; y al obedecerle, encuentren -en su tarea- su contribución a la salvación de las almas, y la glorificación de su Dios y Creador.

A unos constituyó asistentes o mensajeros suyos, y a otros, custodios de sus criaturas; por eso se llaman Ángeles, que en griego significa enviados, nuncios, legados, mensajeros, etc. Los santos Ángeles forman parte de la Iglesia triunfante. En el cielo nos esperan y serán nuestros compañeros; por eso dijo Jesús que “se alegran cuando un pecador se convierte” (Lc. XV, 10).

Es de fe que los Ángeles tienen a su cargo cuidar de los hombres. En el Salmo 90 v, 11 se dice: “El te confiará a sus Ángeles para que te guarden en todos tus caminos. Y Jesús dijo: “Mirad que no despreciéis a uno de estos pequeños, porque, en vedad os digo que sus Ángeles ven de continuo en el cielo el rostro de mi Padre, que está en los cielos”. (Mt. XIII, 10). La custodia de los Ángeles, dice Santo Tomás de Aquino, es parte integral de la providencia divina que a todos se extiende. Es doctrina común que no sólo tienen Ángel de la guarda todos los hombres, sino también las naciones, provincias, ciudades, diócesis, comunidades religiosas, etc.

El Ángel de la Guarda, es el mejor amigo y protector que Dios nos da para andar por el camino de esta vida. El nos guía y gobierna, nos protege y defiende de todo peligro de alma y cuerpo, como lo hizo visiblemente con el joven Tobías, Santa Inés y tantas otras almas que ama el Señor. El nos asiste continuamente y vela por nosotros con tierna solicitud; nos encamina por la senda del bien con santas inspiraciones; presenta al Señor nuestras oraciones y buenas obras, como leemos en el libro de Tobías; y en todo tiempo nos anima y consuela.

Debemos hacer nuestro lo que Dios dijo en otro tiempo a Moisés: “Yo enviaré a un Ángel que te guíe y guarde en el viaje (de esta vida), hasta introducirte en el país que te he preparado (el cielo). “Reverénciale y escucha su voz, y por ningún caso lo menosprecies…, porque lleva mi nombre” (Ex, 23, 20-24). Recordemos que allí donde quiera que estemos o vayamos tenemos siempre un fidelísimo acompañante y sabio consejero. Respetemos su presencia, evitando todo aquello que pueda desagradarle; tengámosle una fuerte devoción y plena confianza; sigamos dócilmente sus inspiraciones; pidámosle su ayuda, y seámosle agradecidos por los favores que de él recibimos.

Dios ha encargado a los Ángeles la misión de ser nuestros amigos y nuestros guardianes. Apenas hemos nacido, ya tenemos a nuestro lado un Ángel custodio para que nos defienda y nos inspire, y nos reprenda si obramos mal A los Ángeles custodios debemos muchas veces el vernos libres de males de cuerpo y de alma. Para agradecerles tan valiosos servicios, debemos amarlos, respetarlos, e invocarlos con frecuencia, sobre todo en los peligros y tentaciones.