Henchidos de gozo y colmados de regalos, volvieron los hijos de Jacob a casa de su padre y le dijeron: “Todavía vive José, y es el amo de todo Egipto”. Pero él se quedó impasible, porque no les creía. Entonces le repitieron todas las palabras que José les había dicho, vio las carretas que José había enviado para transportarle, y revivió el espíritu de su padre Jacob. Entonces dijo Israel: “¡Esto me basta! Todavía vive mi hijo José; iré y lo veré antes de morir”.
Partió Israel con todas sus pertenencias y llegó a Berseba, donde hizo sacrificios al Dios de su padre Isaac, Dijo Dios a Israel en visión nocturna “¡Jacob, Jacob!” – “Aquí estoy”, respondió.- “Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas bajar a Egipto, porque allí te haré una gran nación. Bajaré contigo a Egipto y yo mismo te subiré también. José te cerrará los ojos.” Jacob partió de Berseba y los hijos de Israel montaron a su padre Jacob, así como a sus pequeños y mujeres, en las carretas que había mandado el faraón para transportarle. También tomaron sus ganados y la hacienda lograda en Canaán, y se trasladaron a Egipto, Jacob con toda su descendencia: sus hijos y nietos, sus hijas y nietas. Se llevó consigo a Egipto a toda su descendencia.
Se trasladó Jacob a Egipto con toda su familia, que se componía de sesenta personas (principios del siglo XVIII antes de Jesucristo). José obtuvo para ellos el feracisimo país de Gesén (o Gosen) donde Jacob vivió aún diecisiete años.
El establecimiento de los israelitas en Egipto fue providencial, así lo dispuso Dios para que se conservase la verdadera fe, pues si Jacob se hubiera quedado en el país de Canaán, pronto habría habido fusión de razas y, en consecuencia, Israel habría adoptado la idolatría. Los cananeos, en efecto, eran superiores a los hebreos en número y cultura, y pronto habrían absorbido a los israelitas, fascinados por el culto sensual de la religión cananea. El mismo Jacob hablaba ya su lengua. En Egipto, en cambio, estos peligros eran menores, a causa de la aversión de los naturales con los extranjeros.
Israel residió en Egipto, en el país de Gosen. Se afincaron en él, fueron fecundos y se multiplicaron sobremanera. Jacob vivió en Egipto diecisiete años. Los días de Jacob, los años de su vida, sumaban ciento cuarenta y siete años. Cuando la vida de Israel tocaba a su fin, llamó a su hijo José y le dijo: “Si quieres mostrarte benévolo conmigo, júrame con tu mano debajo de mi muslo que me serás leal y me harás este favor: no me sepultes en Egipto. Cuando yo me acueste con mis padres, sácame de Egipto y entiérrame en el sepulcro de ellos”. Respondió:”Lo haré como dices.”
Estando ya Jacob para morir, juntó en torno suyo, por última vez, a todos sus hijos, y les dio su bendición a cada uno en particular con palabras proféticas. Cuando le tocó a Judá, le predijo el glorioso destino de su descendencia en los siguientes términos. Judá, tus hermanos te ensalzarán y se postrarán ante ti, tu mano pesará sobre la cabeza de tus enemigos, el cetro no saldrá de Judá hasta que venga Aquel que debe ser enviado, y que será obedecido de las gentes. Murió después tranquilamente y, conforme a sus deseos, trasladaron su cuerpo a la tierra de Canaán, para darle allí sepultura al lado de Abrahán, Isaac y Rebeca.
José permaneció en Egipto junto con la familia de su padre. Alcanzó José la edad de ciento diez años. José vio a los biznietos de Efraín; también los hijos de Maquir, hijo de Manasés, nacieron sobre las rodillas de José. Por último, José dijo a sus hermanos: “Voy a morir, pero Dios se ocupará sin falta de vosotros y os hará subir de este país al país que juró a Abrahán, a Isaac y a Jacob”. José tomó juramento a los hijos de Israel con estas palabras: “Dios os visitará sin falta, y entonces os llevaréis mis huesos de aquí”. Murió colmado de honores y consideraciones, después de haber mandado durante ochenta años en todo Egipto. Lo embalsamaron y lo pusieron en un sarcófago en Egipto. Sus restos, conservados religiosamente por los hijos de Israel, fueron mas adelante a reposar junto a los de sus padres en el Valle de Mambré.
* En cursiva el resumen y explicación. En letra normal el escrito literal de la Biblia de Jerusalén Católica.