El trabajo es la actividad humana por excelencia que nos ayuda a realizarnos y, a hacer felices a los demás. Es preciso, por consiguiente, cambiar la imagen negativa que se le otorga, y hacer del mismo un bien de valor incalculable, propio del ser humano, que hace hombre al hombre. El estudiante ha de ser consciente que aprender, a través de la escuela y el estudio, es su trabajo; que no sólo es un privilegio que ha de aprovechar, sino también, que gracias a su trabajo se humaniza y mejora como persona humana. Humanizar el trabajo es, sin duda, un problema de actitud y de motivación.
Y ¿qué es una actitud? “Las actitudes son predisposiciones a obrar, percibir, pensar y sentir en relación a los objetos y personas”. Es un modo habitual de percibir y de reaccionar frente a los acontecimientos y a las personas. La actitud condiciona la relación entre nuestro hacer y nuestro ser; por tanto, la relación entre nuestra personalidad y nuestro comportamiento en las tareas de cada día. No es el único factor que condiciona esta relación, pero es, sin duda, el principal.
Siendo así, ¿nos ocupamos en examinar cuales son nuestras actitudes ante cada uno de los trabajos que cada día tenemos que realizar? Hay actitudes generales, positivas o negativas, abiertas o cerradas. Por ejemplo: de confianza o de desconfianza; de optimismo o de pesimismo. Hay otras más o menos específicas de la tarea. Por ejemplo, actitudes hacia un tipo concreto de trabajo o frente al trabajo; de polarización en el profesional o de alergia para el trabajo, entre otras citables.
Las actitudes generales influyen de modo decisivo en la eficiencia personal. La actitud de confianza permite una mayor soltura en la tarea; estimula la preparación próxima; facilita la relación humana en el ámbito de la tarea; apoya la actitud de mejora en el trabajo… Entonces, ¿procuramos mejorar y desarrollar aquellas actitudes que nos permitirán realizar con mayor calidad y entusiasmo cada uno de los trabajos del día? ¿Desarrollamos en nosotros y, ayudamos a los que nos rodean, a crecer en auto confianza para poder realizar mejor nuestras tareas de servicio, consiguiendo así, emprenderlas con ilusión y amor?
No obstante, esta confianza no debe hacernos ignorar nuestras propias limitaciones, sino estimularnos para superar algunas. Una actitud serena nos llevará a superar conflictos entre las diversas “solicitudes de actividad”: la vida familiar, el trabajo profesional, las actividades sociales, las actividades de ocio, la actuación política – al menos en cuanto interés general-, la dimensión religiosa y, en general, las actividades de formación.
Como es obvio, en la vida de un ser humano inciden diversas responsabilidades: nadie puede limitar, por ejemplo, su responsabilidad personal al ámbito del trabajo profesional, y por ello, no puede adoptar una actitud de “compartimentos estancos”. Hay personas que dan tanto de sí a su trabajo profesional que no tendrán mucho que ofrecer, probablemente, en cualquier otra área de actividad. Detrás de ello puede haber mucha responsabilidad, mucha actividad, mucha disposición de servir, muchos deseos de potenciar los propios recursos humanos, pero también, una actitud de desequilibrio que genera situaciones de injusticia, desatendiendo los otras tareas o trabajos que requieren la oportuna dedicación.
Hemos de hacer posible todas las tareas de cada persona. La dedicación profesional no debe impedir por ejemplo a un padre estar con sus hijos o que, a causa de los estudios, un hijo no pueda disfrutar con sus padres el tiempo conveniente o colaborar en las tareas del hogar. Podría resumirse la cuestión en que conviene que se realice una mejora de actitudes ante los variados tipos de trabajo que cada persona ha de realizar, no importa la edad que tenga.
Ello implica, ante la unidad de la persona y la multiplicidad de los trabajos, la necesidad de crear una prelación en las actividades y la de elegir entre ellas (elegir es renunciar) las mas importantes, por necesarias, y dejar otras, que pueden ser muy apetecibles y, sin embargo, prescindibles. Esta cuestión planteará, a veces, una cierta desorientación personal, incluso desasosiego. No es fácil renunciar a aquello a lo que estamos apegados. Por consiguiente, requiere serenidad y fortaleza al ser contempladas por nosotros y, un esfuerzo para tratar de armonizarlas. “Un tiempo para cada tarea y una tarea para cada tiempo”.
Mejorar la actitud ante el trabajo, cualquiera que sea el que tengamos que hacer, es pues importante para nosotros y para todos. Los niños y los jóvenes necesitan, por lo general, tener una actitud mas positiva ante las tareas que han de realizar y especialmente ante el estudio que es, sin duda, la ocupación a la que mas tiempo han de dedicar. De ello depende su rendimiento, satisfacción y el logro de una recia y alegre personalidad. Ello redundará en beneficio de su felicidad personal y en el de los que les rodean: padres, profesores, amigos, compañeros…
¿Y el descanso?, ¿el juego?, ¿el tiempo libre?… de eso trataremos en el siguiente artículo. ¿Les parece?…