El escenario que no cuenta el CIS: empate PSOE-PP

El sondeo electoral del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que lanza a Sánchez por encima de los 133 diputados no recoge el «efecto Cataluña». Fue hecho antes de la sentencia del «procés» y de que la violenta reacción independentista a la decisión del Tribunal Supremo dominara por completo la agenda electoral. Pero Cataluña ha impedido hablar de otras cuestiones en esta campaña y amenaza con interferir en la última semana hasta el punto de que los partidos asuman como variable a considerar la posibilidad de que lo que ocurra de aquí al 10-N pueda provocar un vuelco de las estimaciones elaboradas hasta ahora, incluidas las del CIS. Por si acaso todos se han reservado huecos en sus calendarios para estar en Cataluña en estos días clave para el resultado del 10-N.

Los gurús electorales de todos los partidos se hacen en estos momentos la misma pregunta: ¿Cómo afectará el recrudecimiento de la ofensiva independentista en plena campaña electoral? Y su respuesta se sostiene en parecidos apriorismos. Como el de que en el ámbito nacional fortalecerá el discurso más duro contra el separatismo, y Vox será el gran beneficiado. Esto frenaría o reduciría las expectativas electorales del PP, pero en su conjunto haría bajar el número de escaños de ambos partidos por la fragmentación. De la misma manera, el PSOE también se vería afectado si no actúa con contundencia ante el separatismo tanto en la calle como en las instituciones autonómicas. El PSC ya está bajando y el electorado socialista antiseparatista podría dar la espalda a Pedro Sánchez.

Según NC Report, del conjunto de indecisos de todos los partidos, el 66 por ciento se lo reparten entre PSOE y Ciudadanos (Cs), que suman en total 1.660.000 votantes. Esta bolsa es la más sensible a los disturbios en Cataluña, según se desprende de los trackings realizados hasta ahora. Y la fluctuación de voto es la principal baza que tiene el PP para acercarse al empate con el PSOE en función de las tendencias constatadas en los trasvases de votantes de unos partidos a otros. Una Cataluña «caliente» mueve voto socialista indeciso sobre todo a la abstención, y después al PP, como gran beneficiado en un 7,2 por ciento. Y de Ciudadanos hacia el PP, de acuerdo con las proyecciones hasta un 42 por ciento. Los dos partidos podrían acabar moviéndose en un 27,5 por ciento el PSOE, y un 26,3 por ciento el PP.

Con todos estos elementos cabe decir que la campaña está en cierta forma en manos de lo que decida hacer el presidente de la Generalitat, Quim Torra, ya que puede obligar a todos a concretar más sus respuestas, sobre todo al Gobierno en funciones. Torra ya ha empezado a profundizar en la cacería contra los Mossos para acorralar al consejero de Interior, Miquel Buch, y si ejecutara la decisión de cesarle en plena campaña esto desencadenaría ese efecto incontrolado de reacciones obligadas que podría incluso forzar al Ejecutivo en funciones a adoptar medidas excepcionales, hasta ahora descartadas. Pero no sólo Torra tiene la capacidad de desestabilizar la campaña y polarizarla por los extremos. También los CDR, Tsunami Democrático, que ya ha dicho que aspira a marcar la jornada de reflexión, y, por supuesto, los que dirigen el paro forzado en la Universidad catalana.

Un cóctel diabólico, que puede quedar en nada, como aspira Moncloa, o alterar la radiografía electoral en un escenario en el que lo que dice el último CIS suena como lo más previsible, incluso en el principal partido de la oposición. Siempre que se mantengan las actuales coordenadas. Con el PSOE en este último barómetro del CIS posiblemente un poco inflado, y el PP, infravalorado, pero más ajustado en su conjunto a la realidad presente al recortar la caída de Ciudadanos y la subida de Vox que anuncian otros sondeos.

Hay una veintena de escaños que pueden caer del lado del lado del PP o no, y esto es lo que hace que Pablo Casado juegue la batalla electoral sin descartar que pueda conseguir un escaño más que el PSOE.

En Moncloa, sin embargo, mantienen que Cataluña no está alterando las tendencias del voto y que, si todo sigue como hasta ahora, no afectará de manera sustancial en las urnas. El Gobierno tiene la mejor información policial sobre en qué pueden estar o en qué están los grupos de «independentistas violentos», que, como explicó el ministro Marlaska en este diario el pasado fin de semana, están organizados y responden a órdenes. Pero hasta ahora la información no supo medir el alcance de la violencia de la semana de barricadas en Cataluña tras la sentencia del Supremo, como tampoco sirvió para que el Gobierno de Rajoy encontrase las urnas del referéndum ilegal.

En la oposición, sin embargo, consideran que Sánchez ha dejado su destino en manos de los independentistas. De hecho, en el PP advierten de que, si hay mucha tensión en Cataluña en los días venideros, «Sánchez tendrá muy difícil aguantar en las urnas». Los grupos independentistas siguen teledirigidos, dando la impresión de que se trata de una revuelta postmoderna, perfectamente orquestada, que el Estado afronta con instrumentos antiguos. «Las heridas empiezan a ser muy graves», describen desde Cataluña.