Fernando Alonso, campeón del mundo de Resistencia tras volver a conquistar Le Mans

De pronto se abrió la puerta y por allí atravesaba la voz tronante de Fernando Alonso. «¡Va más lento! ¡Va pinchado!». El asturiano, siempre al corte, fue el primero en confirmar la noticia a los periodistas en el hospitality de Toyota. El reloj de la pantalla señalaba 62 minutos para el final cuando José María ‘Pechito’ López aminoraba dramáticamente la marcha, por fuera de la trazada, angustiado por ese eterno peregrinar que aún le separaba de los boxes. En el comedor, casi en la oreja de Alonso, cuchicheaba Sebastien Buemi, como echando números para esas 20 vueltas finales. El coche #8 había recuperado un minuto y se ponía en cabeza justo cuando el argentino, con el #7, enfilaba por la calle de boxes. El plan inicial de Toyota saltó por los aires, aunque el doble objetivo se cumpliera igualmente. Alonso, campeón del Mundial de Resistencia. Alonso, doble vencedor de las 24 Horas de Le Mans.

Había que ver el gesto del director general de Toyota, Pascal Vasselon, visiblemente afectado por esta fatalidad, tan similar a aquella de 2016, cuando Kazuki Nakajima rompió el motor en la última vuelta mientras los miembros del equipo se fundían en el abrazo. El japonés, encargado otra vez de llevar el coche a meta, debía efectuar una última parada. Como ‘Pechito’, con más de un minuto de retraso. Un margen tan evidente como para no permitir enjuages ni ‘biscottos’. La tragedia del #7 era la dicha del #8, la de Alonso, conteniendo a duras penas la emoción.