Cuatro vidas que hemos de cuidar y hacer crecer

Cuatro vidas, engarzadas en la única vida humana que se nos ha dado, para que como cuatro vías las recorramos y las hagamos crecer a ritmo de nuestros pasos. De niños de las manos de nuestros padres que nos enseñan a caminar, curan nuestros coscorrones, alimentan nuestros cuerpos, procuran, cuidan y velan nuestro descanso y nos animan a que realicemos aquellos ejercicios que fortalezcan nuestros cuerpos. Pero pronto, hemos de aprender a andar solos, a alimentarnos sin su ayuda, a dormir a nuestras horas y a realizar el deporte que prefiramos sin que ellos estén ya presentes.

Aprendemos a curar las heridas de nuestras caídas, a elegir las comidas que nos ayuden a crecer sanos, a descansar lo necesario y a fortalecer nuestro cuerpo cada vez con más autonomía, tomando las riendas de nuestro desarrollo físico, si bien con su ayuda y la de otros pero, con una creciente capacidad de decisión sobre el fortalecimiento de nuestra vida física.

A la par, ha crecido en nuestro cuerpo otra vida y, gracias a su desarrollo, se ha preparado nuestra mente para recorrer la segunda vida: la vida del conocimiento, la inteligencia y el pensamiento. Nos enseñaron a hablar y con el lenguaje nos aportaron y acrecieron la memoria, la inteligencia, la comprensión y con ello la capacidad de pensar. Nos entró el “uso de razón”. Y poco a poco, nuestro pensamiento se fue haciendo más personal e independiente, hasta el punto, que en alguna época, perece que hemos perdido el sentido común. Y es, que ha entrado también con fuerza, la tercera vida la vida de las emociones y los sentimientos que entran en conflicto, a menudo, con la vida de la voluntad y con la vida de la inteligencia.

El hombre es un ser sensible, que siente y los sentimientos inciden en el conocimiento de las personas y las cosas distorsionando el conocimiento y la capacidad de razonamiento de las mismas, que se ven así afectados y, también incide sobre la voluntad, que con frecuencia o se ve impulsada o debilitada por el sentimiento. Así, lo que “sentimos” se nos aparece como objetivamente verdadero fundamentalmente porque lo sentimos como tal y el sentimiento sí que es real, aunque lo que lo provoca sea algo erróneo o intencionadamente falso.

Esta es la tercera vida y la tercera vía que el hombre ha de transitar y mejorar si quiere vivir una vida más humana. Los sentimientos pueden ser intrínsecamente buenos, malos e incluso, según la circunstancia, indiferentes. Malos son aquellos que hacen daño al hombre y lo destruyen: el odio, la envidia, la ira, la pereza, la lujuria… Otros le ayudan a crecer, a mejorar y a ser feliz: el agradecimiento, la humildad, la generosidad, la paciencia, el amor… y en ocasiones otros sentimientos que afectan positivamente o negativamente según los casos y circunstancias. Fomentar los buenos sentimientos desde pequeños es, no es sólo inteligente, sino también necesario para obtener un buen corazón y una recta conciencia.

Pero para ello, se precisa fortalecer la voluntad, porque, no siempre apetece, ni es fácil rechazar los malos sentimientos, ni habituarse a vivir constantemente los buenos. Es, lo que si me permiten, yo llamo el cuidar y fomentar el “musculo mental”: la fuerza de voluntad.

Por último, trataremos de la cuarta vida o vía que el hombre ha de recorrer y alimentar: La vida de las ideas y creencias. Somos según pensamos y actuamos de acuerdo con nuestras verdaderas ideas y creencias.

De la misma manera que nacemos sin saber hablar, ni andar, ni comer de forma humana y sin grandes conocimientos de higiene y todo ello nos lo han enseñado; igual que hemos aprendido historia, lengua, matemáticas, ciencias naturales…, cosa que también nos han enseñado; así como se ha formado en nosotros un buen o mal corazón de acuerdo con el trato y las enseñanzas recibidas y poseemos o no un fuerza de voluntad más o menos fuerte y constante, gracias al ejercicio que cada día hacemos de ella…, igual, hemos de haber desarrollado unos principios o valores que sean el sustento de nuestras ideas y creencias, que determinan nuestro comportamiento en la vida con los otros y la sociedad.

La mayoría de nosotros las tenemos, o por lo menos, creemos que las tenemos pero, el problema para muchos reside en un profundo desconocimiento de la existencia de esta cuarta vida. Y es, que no se nos muestra de forma consciente y, en muchas ocasiones, no conocemos en profundidad nuestras propias creencias porque no nos han hablado de ninguna o, lo han hecho muy, pero que muy mal.

Sin embargo, creemos que sí las conocemos, sobre todo, aquellas que decimos creer y lo que aún es peor, en determinados momentos aceptamos lo que nos dicen otros de ellas, con argumentos, frecuentemente falsos pero, muy sencillos de aceptar. Así, somos fácilmente manipulables y, el único remedio para conseguir la libertad es la búsqueda seria y comprometida de la verdad.

¿En que creo?, ¿en quién creo?, ¿lo conozco a fondo? ¿Cuáles son mis ideas y creencias? ¿Soy consciente de los principios y valores que rigen mi vida?…. Este puede ser el tema de un próximo articulo ¿Te parece?…